Número 56

56 requerida urgentemente de un proceso de resca- te de la coherencia básica. El cuadriculado progresivo del territorio nacio- nal como depósito o fábrica masiva de materia pri- ma y la urbanización en función de una relectura de los territorios a través del lente de la mercantili- zación a ultranza, forman parte de ese cuadro. En el momento de publicarse la obra de ma- rras, terminando el tercer cuarto del siglo pasa- do, México aún no se veía sometido a la fase neo- liberal del capitalismo que fue irrumpiendo en todo su devastador apogeo, aunque el régimen político imperante se hallaba muy lejos de una verdadera apertura democrática, a la cual por cierto aún no llegamos a cabalidad. Sin pasar por alto los usos del patrimonio cultural como recurso de legitimación de un ré- gimen, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, antes de esa inmersión neoliberal que persiste y como una de las instituciones emana- das de la ya cada vez más soslayada Revolución Mexicana, era un integrante orgánico de la insti- tución del Estado dedicada a la educación públi- ca. En la misma narrativa centrada en ese vestigio prehispánico, vemos cómo adquieren relevancia ciertas instancias locales, y una de ellas, prota- gónica, se encuentra representada precisamen- te por el profesor de la escuela primaria rural. La cultura no es en esa narrativa, como no lo es tampoco en la realidad de cada día de la gente, una dependencia gubernamental, ni adorno, ni espectáculo: es una realidad que permea la vida cotidiana de los pueblos, enlazada estrechamen- te a su identidad y un objeto esencial de la edu- cación pública. Es decir, este material se ocupa centralmente de la identidad, pero también, sin artificios, remite a la dignidad. No sólo a la identidad y dignidad de los pueblos, sino a la identidad y dignidad de las diver- sas instituciones involucradas en el periplo de niño y figurilla. Y nada de todo eso es una mercancía. Hoy, a casi medio siglo del relato, nos tenemos que formular, como pueblo y como institución, las mismas preguntas. Y una de ellas, central, remite a ese binomio identidad-dignidad. ¿Dón- de radica? ¿Existe una dimensión compartida de ese binomio? ¿Cómo se genera? ¿Qué procesos y fuerzas lo condicionan o determinan? Y la cultura es biocultura, o no es. Pero a eso no llegó el cuento. Referencias • Albala, Eliana (2003). “Bernardo Baytelman Goldenberg”, en: Parrilla, Laura (Coord), Jardín Etnobotánico, Museo de Medicina Tradicional y Herbolaria. Cuernavaca, Morelos. México: INAH, pp. 31-38. • De la Torre Villar, Ernesto (2002). “Alberto Beltrán (1923- 2002) I”, Periódico Humanidades (Coordinación de Humanida- des, UNAM). No. 232, junio. Disponible en: http://www.ace- roarte.com/coleccion/Alberto_Beltran.htm • _______, Ernesto (2002). “Alberto Beltrán (1923-2002) II”, Periódico Humanidades (Coordinación de Humanidades, UNAM). No. 233, julio. Disponible en: http://www.aceroar- te.com/coleccion/Alberto_Beltran.htm • De León, Imelda (1984). Artesanías tradicionales de México . México: Secretaría de Educación Pública. • _______, (Coord) (1988). Calendario de fiestas populares . Dirección de Culturas Populares. México: Secretaría de Edu- cación Pública. • _______, (2016). “Un archivo de memoria”. Artes de Méxi- co , 42:68-72. • De León, Imelda; Espinosa Mireles, Ana; Margáin, Carlos B. y Alberto Beltrán (1974). El Tesoro del Pueblo. Relato sobre el patrimonio cultural . México: Secretaría de Educación Pública. • Hersch Martínez, Paul (2012). “Bernardo Baytelman, Jorge Angulo y Alfredo Barrera en los antecedentes del Jardín Et- nobotánico en Cuernavaca”, En el Volcán Insurgente , 2012, 6:45-55. • Margáin, Carlos B. (1951). Los lacandones de Bonampak . México: Ediciones Mexicanas (Una reimpresión del libro se hizo en 1972 en la colección Sep Setentas, de la Secretaría de Educación Pública). • _______, (1954). “La zona arqueológica de Tulancingo”. Anales del Museo Nacional de México, 6:41-47. • Tibol, Raquel (1985). “Alberto Beltrán: de grabador a dibu- jante”, Revista Proceso , diciembre 7.

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