Número 61

22 E n julio de 1930, una nota firmada por el Presidente del Consejo Muni- cipal, Juan G. Ferrer, advirtió a los vecinos de Cuernavaca que se abs- tuvieran “de seguir arrojando ba- suras en la vía pública”, en tanto que el camión del servicio de limpia funcionaba ya de manera “eficiente”. Su idea no sólo era recordarles que se abstuvieran de seguir “arrojando basuras en la vía pública” sino indicarles que las deposita- ran “en botes petroleros” para que al momento en que el camión de limpia pasara anunciándose “por el frente de sus casas” con “la campana ocu- rran a echarlas en el expresado camión”, pues de lo contrario “se le aplicará la pena a que diere lugar” 1 , la cual podría traducirse en multas. 2 La declaración de Juan Ferrer al iniciar la dé- cada de los treinta del siglo veinte, se distancia por mucho de lo que por siglos fue una costum- bre. 3 Sus palabras se inscriben en la reorganiza- ción que en ese periodo se hizo de los Servicios Sanitarios Coordinados en los Estados y Territo- rios , que fueron parte de las políticas de homo- geneizar y uniformar a nivel nacional todo lo re- lacionado a salud, higiene o servicios sanitarios. 1 Morelos Nuevo. Periódico Oficial del Estado de Morelos, Cuernavaca, Mor., 4ta época, 3 Julio de 1930 2 Una investigación pendiente para Cuernavaca es si en algún momento se hicieron visitas sanitarias para imponer multas a quienes tiraran basuras a la vía pública, que no introdujeran agua a las casas, los excusados no fue- ran provistos de agua o que los terrenos no fuesen cercados para evitar que se convirtieran en basureros. Esto se registró en la ciudad de México para las primeras décadas del siglo XX. Cfr. AGN, Fondo Salubridad Pública. 3 Para ejemplificarlo basta con referir al significado que el Diccionario de Au- toridades de 1732 daba a la voz basura: “todo aquello que se arroja a la calle”. Higiene pública, excretas y alcantarillados Cuernavaca, Morelos, en la década de los treinta Antes de continuar con las implicaciones que se derivan de las declaraciones del Presidente del Consejo Municipal de Cuernavaca, es necesario esclarecer que el término “basura”, incluso hasta el último tercio del siglo XIX, aludía prioritaria- mente a excretas humanas. Asimismo subrayar que gran parte de las políticas urbanas nacionales pusieron su atención en alejarlas de la ciudad por medio de desagües, caños, atarjeas, alcantarilla- dos, etcétera. En aquel tiempo, toda ciudad que se pretendiera moderna debía abocarse a la tarea de ordenar el espacio y comportamientos de la po- blación según los preceptos de la higiene pública. Al igual que otras muchas ciudades de la Re- pública 4 , en Morelos se incrementó la difusión y enseñanza sobre las normas higienistas que debían aprender y practicar los ciudadanos. Las notas oficiales morelenses de entonces refieren a la Ley sobre Servicios Públicos Sanitarios que aludían a vacunas, prevención, certificados de defunción o a servicios de parteras pero no in- cluían nada relativo a los basureros, a los des- agües o a los desechos depuestos por la ciudad. En Morelos, debido a las repercusiones de los movimientos revolucionarios y al desvane- cimiento de su Ayuntamiento (la institución 4 Dr. Francisco de P. Miranda, “Evolución de la sanidad en México”, Este trabajo fue publicado por el Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana en Marzo de 1930. Cfr. Salud Pública de México , Vol. 33, Núm. 5 (1991) http://saludpublica.mx/index.php/spm/rt/printerFriendly/5446/5757 Es una conferencia sustentada por el autor ante el Comité de Relaciones Culturales de los Estados Unidos con la América Latina cuando sustentaba la jefatura de la Oficina de Intercambio del Departamento de Salubridad Pública de México. Marcela Dávalos

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