Número 61

33 trabajo y valorización, y por tanto, de apropia- ción de la naturaleza biofísica, son vértices que ayudan a reflexionar sobre la construcción de territorialidades y como éstas responden a prác- ticas y racionalidades que al mismo tiempo dan vida a procesos civilizatorios. En este sentido, es indiscutible el papel de los pueblos indígenas y campesinos en el mantenimiento, conserva- ción y diversificación de los ecosistemas desde una perspectiva de la reproducción de la vida, y la importancia del conocimiento y trabajo que han realizado por años a través de un vínculo productivo y simbólico con el ambiente, para esto, las nociones de territorio indígena (Boege, 2008), etnoterritorialidad (Barabas 2004) y de diversidad biocultural (Toledo y Barrera Bassols 2008, Boege 2008) pueden complementar esta construcción teórica. Trabajo, valorización del espacio y acumulación originaria “Lo que llamamos tierra es un elemento de naturaleza inextricablemente ligado a las instituciones humanas. Su aislamiento, para formar un mercado con ella, fue tal vez la más fantástica de todas las hazañas de nuestros ancestros. Tradicionalmente, la tierra y la mano de obra no están separadas; el trabajo forma parte de la vida, la tierra sigue siendo parte de la naturaleza, la vida y la naturaleza forman un todo articulado” Karl Polanyi (2001, 238). Existen corrientes de pensamiento que inten- tan comprender el vínculo sociedad-naturaleza a través de una separación supuestamente dada, una oposición binaria, así como un interés de control y dominio del medio y de las fuerzas naturales. Estas posturas ocultan una situación fundamental, el hombre es directamente ser na- tural, dotado de fuerzas vivas, es un ser natural activo, por lo tanto, la relación sociedad-natura- leza es una relación metabólica para la produc- ción y reproducción de la vida. En este sentido Schmidt menciona: La naturaleza se vuelve dialéctica porque produ- ce al hombre como sujeto mutable, consciente- mente activo, que se le enfrenta como “poten- cia natural”. En el hombre se relacionan entre sí el medio de trabajo y su objeto. La naturaleza es el sujeto-objeto del trabajo. Su dialéctica con- siste en que los hombres cambian su naturaleza en tanto quitan gradualmente a la naturaleza externa su carácter extraño y exterior, la me- dian consigo mismos […] Ya que las relaciones de los hombres con la naturaleza constituyen el presupuesto para las relaciones recíprocas de los hombres entre sí, la dialéctica del proceso laboral como proceso natural se amplía a la dia- léctica de la historia humana en general (Schd- midt 2012, 57). El trabajo es la condición básica fundamental de toda vida humana, ya que el mismo trabajo hace al hombre (Engels, 1990). Para un análisis histórico y crítico de la relación metabólica so- ciedad-naturaleza, hay que reconocer las posibi- lidades explicativas que brinda el abordaje teóri- co marxista sobre el trabajo donde la capacidad creativa y transformadora vital, no se escinde ni opone binariamente, sino que se presenta en un primer momento como relación orgánica: El hombre se enfrenta a la materia natural mis- ma como un poder natural. Pone en movimiento las fuerzas naturales que pertenecen a su corpo- reidad, brazos y piernas, cabeza y manos, a fin de apoderarse de los materiales de la naturaleza bajo una forma útil para su propia vida (Marx 2007, 215). Este proceso intencionado tiene su objeto y su medio de trabajo en la tierra: “La tierra es, a la par que su despensa originaria, su primer arsenal de medios de trabajo” (Marx 2007, 217); y después en su movimiento y especificidad histórica esta relación se va bifurcando bajo una racionalidad dominante. En este sentido, la teoría del valor con énfasis en el proceso de trabajo permite colocar como columna explicativa el papel de las forma- ciones sociohistóricas de los modos de produc- ción que determinan en gran manera la intención

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