Número 61
35 riados de esas empresas. Es necesario distinguir conceptualmente al trabajo concreto del trabajo abstracto, el primero como un elemento indis- pensable que crea valores de uso, cualitativa- mente útiles para la reproducción humana; y al segundo como generalización, como unidad de medida a través de relaciones mercantiles que ocultan las condiciones sociales de producción y que específicamente en el capitalismo, convier- ten la fuerza de trabajo en mercancía, cosificán- dola y volviéndola ajena a quien la produce a tra- vés de un proceso donde se subordina el trabajo, como potencia creativa vital humana al capital. Recuperar estas nociones marxianas, sobre el trabajo, permiten desarmar y revelar las dinámi- cas y procesos de explotación y despojo, ya que presenta el trabajo como actividad creadora de valores y de riqueza entendida como resultado del impulso y voluntad humana, elementos que son transfigurados bajo una racionalidad mer- cantil evidenciada por la ecología política. En este sentido, la relación entre los modos de producción y las relaciones sociales que los sostienen se advierten también en las formas de valorización, ya que como el mismo Marx plan- tea, el proceso de producción es una unidad de proceso laboral y proceso de formación de valor (2007, 226). Por lo que en el capitalismo hay un proceso de separación “entre la propiedad y el trabajo, entre la capacidad viva del trabajo y las condiciones de su realización, entre trabajo ob- jetivado y trabajo vivo, entre valor y actividad creadora de valor” (Marx 2009, 413). La subsunción del valor de uso a una raciona- lidad mercantil y su choque en la valorización del trabajo se articula con la reproducción de estereotipos y prejuicios. Si en un momento el proceso de trabajo y de valorización responde a otros criterios donde se antepone el vínculo con el ambiente, la subsistencia y el intercambio festivo; en un segundo momento, el fomento al turismo como prioridad y la conservación como atributo de esta actividad económica; así como la promoción de actividades extractivas como posibilidades de desarrollo y trabajo asalariado, desgajan el territorio, afectan la tierra y merman las condiciones materiales del trabajo humano, cercando los bienes naturales comunes al diso- ciar la capacidad creativa del acceso común a su base material indispensable o ciñéndola como una característica identitaria folkorizada, des- contextualizada, y por ende despolitizada. El trabajo entendido en su versión amplia de capacidad y actividad humana de transforma- ción y significación del mundo, permite el des- pliegue de un análisis socioambiental que preste atención al proceso metabólico, a la trayectoria histórica de la mediación a través del estudio de los instrumentos y dispositivos (francos o suti- les) por los que el capitalismo despoja e intenta construir hegemonía y legitimar la depredación; y así, evitaremos asumir los hechos como fenó- menos consumados. El trabajo como potencia transformadora y el proceso de valorización, encarnan dialécti- camente esa simbiosis histórica entre sociedad y naturaleza enmarcadas en un modo de pro- ducción específico e histórico que es al mismo tiempo un proceso civilizatorio. 2 El énfasis en el análisis de las mediaciones entre la relación me- tabólica naturaleza y sociedad nos mostrará que el trabajo además de ser imaginación y volunta- d, 3 es intención ya que no solo efectúa un cambio de forma de lo natural y en su propia naturaleza; sino que también realiza su objetivo, el trabajo es una voluntad orientada a un fin (Marx 2007, 216), es una actividad vital consciente que per- mite la reproducción social y este proceso está inexorablemente determinado por una base ma- terial, por lo que no se parte de la neutralidad, sino de la materialidad como determinación so- cio-histórica (León 2011). El análisis del impacto que tiene el capitalis- mo como modo de producción, como proceso de valorización y por tanto, como una determina- ción socio-histórica en la relación sociedad-na- turaleza, permite colocar el proceso de trabajo 2 Bolívar Echeverría desarrolla esta tesis braudeliana, demostrando que la teoría marxista sobre el modo de producción no refiere a una mirada parcial y economicista de los fenómenos sociales. 3 “Por el contrario, haremos apreciar como la imaginación y la voluntad que, en una impresión elemental, podrían considerarse antitéticas, en rea- lidad son estrechamente solidarias” (Bachelard 1996, 14).
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