Número 61
45 flicto, mientras, de acuerdo a sus propias capa- cidades, se territorializan o fijan espacialmente en correspondencia a su proyecto o intención política 10 (León 2012, 185). En este sentido, Barabas (2004) aborda la cuestión del espacio como un elemento vivo que interactúa con la cultura e historia de un grupo étnico y propone la noción de etnoterri- torio, 11 Barabás señala la importancia de la terri- 10 Aunque León enfatiza el carácter de mediación dinámica, de expresión y resultado de la praxis social como componente de la adecua- ción de la espacialidad, reitera la importancia de la determinación de los factores objetivos que funcionan con cierta independencia de la voluntad. 11 Refiriéndose “al territorio habitado y culturalmente construido por un grupo etnolingüístico a lo largo de la historia profunda […] El etno- torialidad como organizador de la vida social, así como la excepcionalidad del dato geográfico para el conocimiento y relación con y en el es- pacio por parte de los pueblos nativos que tie- nen una cosmovisión donde cuerpo y naturaleza están conectados. En este sentido, una cuestión generalizada y que ejemplifica la importancia del dato geográfico es observar cómo en las lenguas indígenas hay un sinnúmero de casos donde los topónimos aluden a características del medio territorio reúne las categorías de tiempo y espacio (historia en el lugar), y es soporte central de la identidad y la cultura porque integra concepciones, creencias y prácticas que vinculan a los actores sociales con los antepasa- dos y con el territorio que éstos les legaron” (Barabas 2004, 113). Sin em- bargo, es importante precisar que la relación tierra-identidad no es propia de los pueblos indígenas, sino de todos los grupos sociales. Ordeña del caracol púrpura en Huatulco, Oaxaca, 2006. Foto de la autora.
RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=