Número 64
17 En la situación de la Rusia Soviética, los sa- cerdotes católicos fomentaron en la población religiosa rebeldía en contra del poder por consi- derarlo ateo y fabricaron campañas en las que se culpaba al sistema de la hambruna, de la crisis y de la peste consecuente, y proponían que la tragedia era castigo divino [Monteon, op. cit .]. 4. El hambre en las sociedades comunitarias. En cuanto a las sociedades comunitarias, de los modernos pueblos tradicionales de México, es a través de la alimentación que se expresan las normas y los valores: solidaridad, reciprocidad, cooperación, respeto y la procuración del bien común. Se dice, “compartir comida hoy para que mañana no falte”, “aquel que no comparte, no recibe lluvia”. “Hay que compartir la comi- da hoy para asegurarla mañana”, comentan los campesinos mayas de la Península de Yucatán. Estos valores, los reconocemos todavía for- mando parte de las llamadas estructuras de pen- samiento mesoamericano que se originaron desde la época prehispánica. Estas estructuras, a pesar de la colonización europea, poco han cambiado, podríamos decir, se han transformado en su for- ma, pero se han conservado en su sustancia. Pero, cuando hay hambre, todas las categorías mencionadas antes se afectan y hay cambios im- portantes, a nivel individual y en las sociedades. En general, en la actualidad, el hambre se da en comunidades campesinas, en las cuales hay una clara dependencia del medio ambiente, lluvia o sequía. Muchos sembradores son de temporal y esperan la lluvia como único recurso para lograr una cosecha. Es diferente la situación cuando en las mismas comunidades hay campesinos que se organizan para tener riego artificial. En la situación comunitaria tradicional, hay una dependencia total de la lluvia y del maíz, es decir cuando hay verdadera hambre es porque no hay maíz y los valores de la vida comunitaria desaparecen: no es posible la solidaridad, ni la reciprocidad, la cooperación ni el bien común. En los casos de hambre, por escasez de maíz, generalmente por la sequía o las heladas, hay pérdida de todos los principios y las normas de convivencia comunitaria. Aparece el fantasma del individualismo, las prácticas extremas de supervivencia, se pierde el respeto y no hay in- terés en el bien común. El tiempo del hambre es una vida que no es vida. [Juárez, 2013] Por otro lado, también simbólicamente se con- sidera el hambre como un castigo, consecuencia de alguna trasgresión de las reglas sociales, o a la ruptura de compromisos, o del orden moral, éstos como relación horizontal o por no ofren- dar a los dioses, como falta en el orden vertical, ambas relaciones son centrales para mantener el equilibrio del mundo [Juárez, op.cit .]. En cuanto a la dependencia del maíz, hay que re- cordar que en las mitologías prehispánicas relacio- nadas con la creación de las diferentes humanidades y del quinto sol, el que actualmente nos alumbra, tie- ne que ver con la comida y con la falta de ella: Hubo antes otros soles, el primero habitado por gigantes, creados por Tezcatlipoca, ellos comían solo piñones; los del segundo sol, eran monos y solo comían bellotas y encinos; los del tercero, comían cincocopi o casi maíz; los del cuarto co- mían accintli, otra especie de maíz; pero los del quinto sol, sí comían maíz…eran hombres verda- deros [Moreno de los Arcos 1974: 35]. Estas mitologías, con sus variantes, han per- meado el pensamiento y la cosmovisión, con- servada especialmente en las sociedades comu- nales, a través de procesos de transmisión oral de valores y relaciones míticas y religiosas. En ellas es patente la idea que quienes vivieron an- tes del quinto sol no eran humanos porque no comían maíz. La idea se traslada a un niño re- cién nacido, no es humano hasta que come maíz. Por tanto, el hambre está íntimamente rela- cionada con la no existencia de maíz: “cuando no hay maíz, hay mero hambre, comemos como animales…Aunque sea dos tortillas al día con sal, pero comemos, no hay hambre” [Juárez, 2013:220] opinan los Chortís de Guatemala. Materialmente, la ausencia del maíz a causa de sequía prolongada, es hambre y produce el aban- dono de la tierra y cuando no hay nadie con quien intercambiarlo, “solo queda migrar, dicen…”
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