Número 64
55 Un deficiente desenlace de una administra- ción de este tipo no hace sino fortalecer, en las fuerzas políticas conservadoras, la idea de que, por más que se lo quiera creer, no existe alter- nativa alguna al extractivismo, al despojo, la pri- vatización, la segregación y la militarización. En ese caso, un gobierno de izquierda falla por dos frentes: por no cumplir las expectativas y por no tener claro cómo gobernar desde la izquierda. El primero de los fallos es casi inevitable, dado el cúmulo de expectativas que engendra; y el segundo puede tener su origen tanto en la igno- rancia como en el oportunismo. Esto coloca a la oposición en una situación de enorme ventaja, no solo porque en lo económico el poder sigue sien- do mayoritariamente suyo, sino porque al des- aparecer las expectativas que se tenían ante un gobierno progresista, se reducen también consi- derablemente las expectativas de lo que tendría que ser una oposición realmente democrática. Así, la oposición puede cómodamente colocarse en el lugar de la descalificación, difamación o el oportunismo, sirviendo de obstáculo constante y haciendo uso de la desinformación. A fin de que la confusión generalizada termine por dar lugar a la desmemoria y por tanto, a la propuesta de que todo vuelva a ser como antes. Hay, pues, un problema propio de la vida po- lítica de cualquier nación: un cierto paralelismo anímico entre la fe religiosa y la convicción po- lítica. Este acecho de mesianismo en la políti- ca, exalta los aspectos que más agradan de su discurso y perdona, o simplemente ignora, los errores o abusos que de él se engendran. En el caso de gobiernos de izquierda, que pueden con facilidad perder el rumbo por la poca claridad de los pasos a seguir (a diferencia de los gobiernos de derecha, que tienen muy claros sus intereses y la manera de alcanzarlos), este mesianismo re- presenta un peligro igual o mayor a cualquier oposición. Con él muere la autocrítica en el dis- curso antes incluso de que tenga oportunidad de nacer y fundar el discurso mismo. Surge en- tonces la pregunta, ¿qué proporción del discur- so oficial surge de la autocrítica y la reflexión en torno a la reinterpretación de los problemas que importa atender, y qué proporción surge del afán mesiánico de protagonizar el discurso colectivo (ya sea con buenas intenciones o por mero oportunismo)? Estas distinciones no im- portan a quienes se oponen a ceder privilegios, pero tendrían que importar a quienes poseen la auténtica oportunidad de volcar la política de la impunidad de los privilegios hacia la democrati- zación de los derechos. En el caso de México, el entusiasmo que arro- pó la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia, y que consigo trajo una enorme Cuitzeo seco. Foto: Ernesto Martínez, La Jornada.
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