Número 70

51 cumbre, con lo que se estableció la propuesta de nodo territorial, su caracterización y la relevancia de habitabilidad rarámuri en dichas rancherías y localidades; y 3) La aplicación de técnicas de análisis narrativo (Lieblich et al. 1998). Finalmente, se puede concluir que la estrategia metodológica fue satisfactoria considerando que la comunicación en el interior de las comunidades étnicas es en extremo concisa y con mayor ajuste ante la población externa. Se logró una conexión empática con las(os) colaboradoras de la región, a partir del rapport con las y los participantes desde una perspectiva de compromiso ético y académico. Sobre la participación activa, en las temporadas de campo se generó una reciprocidad compartida, al estilo étnico del kórima (reciprocidad generalizada): se atendieron necesidades concretas solicitadas, como la reparación del sello del gobernador indígena, el acompañamiento a algún proceso en la cabecera municipal, la plática de algún tema específico de interés local, el poner en valor la relevancia de resistir con pensamientos y acciones simbólicas de la cosmovisión y prácticas étnico-ecológicas-culturales, entre otras. Se imprimieron y regresaron las imágenes capturadas durante las caminatas serranas, el acompañamiento participativo en las faenas cotidianas o las estadías caseras con familias concretas. En las dinámicas grupales, familiares e individuales se generó conocimiento colectivo y crítico sobre la realidad rarámuri racializada y excluyente, corroborando que tales condiciones no son naturales y que se pueden cambiar, a partir de una intencionalidad transformadora de cuestionamiento. Resultados: narrativas locales y etnohistoriográficas Sobre las configuraciones del envejecimiento rarámuri podemos apuntar que son dos los términos utilizados en la región en cuestión: chérame y palochi. La interpretación que se otorga al vocablo chérame hace alusión a mujeres y varones viejas(os), cuyos referentes son amplios y flexibles en términos de apariencia física y vitalidad, así como en la acción de llevar a cabo su performatividad de género con ánimo, alegría y fuerza, y aunque la edad cronológica no ha sido un registro étnicamente significativo o funcional, se enunciaron edades que iban de los 50 hasta los 100 años, lo cual derivaba de la vivencia, la experiencia, el contexto y la situación del o la colaboradora en cuestión, así como de sus dispositivos de género, generación, capacidad, etnicidad, etc., en referencia y en confluencia con las(os) otras(os) del grupo étnico. Palochi alude a su vez al ser abuela(o) sin importar la edad de la persona, ya que como relatamos se puede iniciar con esta transición antes de los treinta años, dependiendo del inicio de la vida sexual y los partos acumulados; en donde también se considera la apariencia que regularmente refleja la calidad de la salud en función de las enfermedades padecidas; el número de embarazos y partos que a la vez condiciona la salud de la madre; la maternidad ejercida y los cuidados otorgados; o bien, por el tipo de trabajo que se haya desempeñado en etapas previas del curso de vida: por ejemplo, los varones que han laborado en la explotación minera o como jornaleros agrícolas presentan un deterioro musculo-esquelético y cardio-respiratorio mayor que los que no lo han hecho. Usú, abuela, es un vocablo que se registró en los diccionarios de traducción tarahumar–castellano (ILV, 1993; Brambila, 1999) pero no se encontró eco entre las(os) colaboradoras del trabajo epistémico-etnográfico. Las narraciones sobre el proceso de envejecimiento nos mostraron que a lo largo del curso de vida se adquieren los conocimientos simbólicos y prácticos del ser rarámuri, así como la habilidad de pensar y hacer en lo individual, familiar y colectivo. Y en constante comparación, ejemplo de ello es el testimonio de una niña de 7 años: ¿Viejo? ¿Cómo esa abuela? ¿Cómo esa niña [de alrededor de 14 años]? No un recién nacido … El cielo es viejo ahora, ¿no? [es media noche en la fiesta de Navidad] (Comunicación personal: Cecilia Cubésare, enero 2020). Asimismo, registramos que desde la infancia se lleva a cabo una práctica reflexiva de preparación para el desarrollo adulto, lo cual es difícil

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