Diecisiete poemas

 

Entonces

Cuando aún se hablaba
del pan de cada día
y éramos pocos en el mundo.
Cuando corríamos hacia la luz
y enteros ardíamos de tiempo
con dos inmensos ojos
azules, verdes, negros,
capaces de mirar a los colores
de un árbol nacido de la tierra
y de ver hacia adentro y hacia afuera.
Cuando nuestras manos tenían cinco dedos
y aún estábamos cerca del mal y del bien
y desde nosotros hasta dios
había un largo camino.
Cuando todos los días
nos mirábamos a los ojos,
entonces
recorría la tierra un grito,
una palabra,
una piedra que se lanzaba uno al otro
a la cara
y se llamaba “amor”.

 

Encubrimiento

Cuando apaguen la luz
que no se olviden
que si estar vivo
es grave compromiso,
lo más interesante del trayecto
es tapar el abismo a todo trance.

Taparlo con palabras encubiertas.
Con un dios que del vértigo nos libre.
Con soñarnos caminos apurados.
Con hacer nudos, deshacer tejidos
y tapar el abismo a todo trance.

Cuando apaguen la luz
que no se olviden
de tapar el abismo a todo trance.

 

Conjuro para matar al invasor

Aquí estás, invasor,
amarilla serpiente.

Viniste a convertirme en transeúnte
viajero hacia el mundo de la muerte
y a encarcelar al hijo de la tierra.

La casa estaba llena de futuro.
Los hijos y los posibles nietos
sentados a la mesa.

¡Que se levante la serpiente oscura
de mis tierras del sur
y en pájaro de polvo te resuelva,
serpiente venenosa
y amarilla!!

 

No abras el telón, que estoy desnudo

Con un solo ojo tuyo me basta
porque en los dos me ahogaría.
Sería demasiado
para una persona como yo,
tan mal navegante,
tan apenas aún
no navegante.

Y por favor
no mires hacia adentro,
al fondo,
hasta mi dios
que tengo aquí
escondido.

 

Malsoñar

Soñando estoy que me despierto
con una mano alrededor del llanto
y con un nudo detenido el viento.

Mas, aún estoy siendo todavía
pero no sé si sigo siendo cuándo.
Porque si fuera muerte o cualquier día
aquí estaría sin estar estando.

 

Nuestros señores vendieron a sus pueblos

Primero fueron vidrios en forma de collares
que recibió el cacique.
Y luego agregaron las cadenas.

Y que jamás a nadie se le olvide:
Esclavos somos en la casa nuestra
para tirar del carro de la historia ajena.

¡Maldita nuestra tierra
en puta convertida!
¡Malditos sean mil veces los tesoros
arrebatados a la madre nuestra!

América Latina emputecida.

Yo soy el alfarero de la vida.

 

Así será, comadre

Para sentir, y aquí estoy yo jugando.
Que si cantar, así será comadre.
Porque siguiendo el pan, me queda lejos.
Ancha es la mano de consejos
y ni siquiera un ojo que te ladre.

Todo suena a tonel y está vacío
para jugar el vino de la tarde.
Que si suelto el invierno por el monte,
a lo mejor comadre me marchito
sin una voz total que me guitarre.

 

Conjuro para eliminar la ignorancia

Desde la orilla del pájaro del tiempo,
todos los días
cuento en mi corazón
a los que restan de la gran matanza
y las tumbas clavadas en mis ojos.

Yo soy el sacerdote que se ha quedado ciego.
El que perdió el candor de la esperanza.

Esta sea la mágica plegaria:
Quetzalcoátl, si somos tus esclavos
y siempre es primavera en algún lugar del mundo,
devuélvete a tu libro de pinturas.
Ya no queremos oír tus descripciones.
Veinte siglos de amor no han hecho nada.

¡Que se levante el odio organizado
y encienda la pradera del futuro!

Esta sea la mágica plegaria
Y ésta la razón de mi conjuro.

 

El ojocojo

No me mires con el cojo,
con el torcido,
con el que tiene dientes
como cuchillos,
con el que no conoce
cuando ando abajo
y cuando estoy bien puesto
se me hace amigo.

Mírame con el bueno
que es más humano.
Cuando le doy el pie
me da la mano.

 

Tonada amarga, amarga

Pedazo de roca,
quieremé,
porque si no me quieres,
me iré.

Me iré por los caminos
canción a cuestas;
me iré por los caminos,
las manos muertas.

Marcharé por las venas
con otro canto,
caminando en la sangre,
cantando.

 

Tristecer

Qué voy a hacer sin tan quererte y solo.
Con tanto hueco en cada mano y nada.

Lloremos solo entonces yo conmigo.
Hablemos solo entonces yo conmigo.

Es triste estar así.
Mejor
abro la voz
y digo una palabra.

 

Primer canto

Amargura salada,
amargura de mar.
Si faltaran tus ojos
no podría mirar.

Tengo sangres amargas.
Tengo carne de sal.
Si mostraras tu alma
me pusiera a llorar.

A llorar amarguras
con mis ojos fuentes.
Ojos de corazón,
y corazón con dientes.

Amargura salada,
amargura de mar.
Si amargura se fuera
no podría cantar,
               no podría cantar...

 

Canto último
(Para un compañero)

Ibas buscando una estrella
y llegaste, compañero.
Cuadro de cien mil colores
que tejías en ensueño.

Ibas buscando una estrella
y llegaste, compañero.
Ya ves que es fácil llegar
cuando se sigue un sendero
la mirada muy en alto
y echado atrás el sombrero.

Ibas buscando una estrella
y llegaste, compañero.
Pero quedan todavía
tantas, tantas en el cielo...

 

Pared abierta

Cortaron las ramas del jardín,
y todo el que pasa mira para adentro.
Tuve que tapar mi corazón
y mis malas intenciones
porque los curiosos acechan
y a la primera oportunidad
nos pisotean con su mirada lúbrica
y se apoderan de nuestros latidos
para destrozarlos como juguetes
contra el eco de las montañas vacías.

Oh, paranoia de la pared derribada.
Oh, vergonzoso sentido de la desnudez.
Oh, telón abierto a destiempo.
Trapos al sol.
Y ropa sucia.

 

Puerto

Yo era el timonel de una barca sin rumbo
y venía estrellándome de soledad en soledad,
                                 de tristeza en tristeza,

hasta que me di cuenta
que tenias la forma de mis manos...

 

Destierro

Oficio del barredor de sueños:
matar los ojos, romper los candeleros
y clavar las estacas en las alas
de todas las palomas del cerebro.

Toda vez que la caja de Pandora
abre los monstruos para bien del miedo,
busco el estribo de mi Rocinante
y mato a Sancho con mi baciyelmo.

Y proyecto macondos de años lentos
a la luz de la vela del destierro:
matar el odio y desfacer entuertos.

 

Valparaíso

Viento de Valparaíso,
cerros cayéndose al mar.
Un marino canta
colgado en la noche
y el viento se queja,
se queja, se queja,
sube hasta los cerros,
golpea en las latas,
penetra en las chozas
y al ver la miseria
que cuelga en la noche
paralogizado
se apura en bajar.
Cerros cayéndose al mar.

Yo he visto ese viento
subir muchas veces
hasta Miraflores
y bajar llorando.
Un marino
borracho de estrellas
cantando.
Pobre, pobre viento
de Valparaíso:
subir y bajar,
subir y bajar
siempre atormentado,
siempre sollozando.

Se cuelga de un barco,
sube por el humo,
corre por las calles,
golpea a la gente
como si dijera
“mira para arriba”
mas
no sabe hablar.
La gente no entiende
lo que el viento quiere,
baja la cabeza,
sigue sin mirar.

Cerros cayéndose al mar.
Un marino canta
colgado en la noche.

Este pobre viento
no ha aprendido a hablar.