33, Septiembre-Octubre de 2014

Aproximaciones muy iníciales sobre las posibilidades de otras historias

Proemio.

Este ensayo contiene una formulación muy inicial para pensar la posibilidad de otras historias, no sólo en términos de disciplina de “conocimiento” del pasado, sino y lo más importante del accionar cotidiano que posibilite la construcción de historias reales alternas al capitalismo, pero para lo cual se hace indispensable antes que cualquier otra acción, una crítica radical al pensamiento de la construcción de lo histórico que ha construido y abanderado el sistema capitalista, o mejor sería decir la burguesía y que hoy es la visión que se impone en el análisis de lo histórico y de lo cual deviene una forma de enfrentar tanto el pasado, como el presente e inclusive el futuro.

Estas iniciales reflexiones se presentaron dentro Festival La Digna Rabia, convocado por el EZLN el 28 de diciembre de 2008, en la ciudad de México, sin que hasta la fecha yo mismo les haya dado continuidad a su planteamiento y discusión. Sin embargo ahora y gracias a los editores de enelvolcáninsurgente, las pongo a circular con el único objeto de discutirlas y confrontarlas con otras posiciones y opiniones de otros especialistas e interesados.

Por respeto a quienes corrieron el riesgo de invitarme a externar mis opiniones y observaciones sobre las posibilidades de otra historia, dejo íntegro el texto que se presenté en dicha reunión y quedo en espera de réplicas o diálogos con quienes estén interesados en reflexionar sobre este problema y realidad.

 

Ponencia.

Primero y antes que nada quiero agradecer al EZLN la invitación que nos hicieron para participar en este importante festival, a 25 años de la fundación del EZLN y a 15 años de su aparición pública, ya que desde entonces -y entre otras tantas acciones que ha llevado a cabo para su fortalecimiento y transformación- ha mantenido y prohijado diversos encuentros entre los Pueblos Indios, ciudadanos y distintas organizaciones sociales para intercambiar puntos de vista sobre las luchas sociales que se enfrentan al accionar del modo de producción capitalista.

Cuando se nos invitó a participar en el Festival de la Digna Rabia para discurrir sobre “La otra historia” como una posibilidad fuera y alternativa a las ruedas del capitalismo, sabíamos que la cuestión no era mínima, ni simple. Por el contrario, estamos convencidos de que se trata de un tópico múltiple y complejo, tal y como lo apunta el despliegue y entramado de la propia convocatoria de este festival.

La complejidad y diversidad del tópico se inicia con el reconocimiento de los distintos niveles en que opera y se despliega el entretejido de la historia existente –las realidades históricas, pasadas y presentes— con la propia conceptualización o interpretación cosificada y teorizada de la historia de la humanidad hasta llegar a nuestros días.

Pero en la actualidad una y otra se hayan sumergidas en las más profundas contradicciones de sus propias existencias y proyecciones; tal y cual se puede constatar en las realidades existentes en los hombres y mujeres de los campos y metrópolis esplendorosas del sistema capitalista y en el resto de la población mundial que habitan las ciudades, pueblos, aldeas y campo, a los que les son impedidos vivir en aquel glamour, dadas las guerras, el narcotráfico o en pocas palabras el llamado subdesarrollo crónico al que los han condenado las metrópolis, pese a la cantaleta de la globalización y el llamado fin de la historia.

Todo lo cual nos hace presenciar lo contradictorio y paradójico de la globalización neo-neocolonialismo que no alcanza los niveles previstos por el propio desarrollo industrial y, el denominado fin de la historia, renuncia ideológica a los goznes de la misma, esto es la conceptualización de la evolución, el desarrollo y el progreso, que eran los postulados impulsores de realidades y discursos de las historias a imponer a los que vivían en las márgenes del sistema que los impulsaba.

La realidad neo-colonizadora e imperialista ha llegado a un punto neutro, por decirlo de alguna manera, pues no puede avanzar en nuevas conquistas que abran inéditos horizontes como lo hizo el topamiento colombino, o la máquina de vapor, y menos aún puede imaginar una realidad distinta a ésta que se impone como pasmosa e inamovible y por lo cual se ha declarado el propio fin de la historia, todo lo cual nos obliga a querer o no a pensar en la construcción de otras historias, que para no acabar siendo la historia de siempre, tienen que partir de otros puntos de apoyo y otros vértices de reflexión y praxis que nos permitan visualizar justamente esos nuevos horizontes o historias inéditas y no le reactualización de la presente.

Para ir desbrozando la complejidad y diversidad de lo que implica la historia y las posibilidades de otras historias es necesario iniciar una serie de reflexiones que tendrán que sucederse a este primer planteamiento que hacemos.

Así, primero se necesita convenir lo que estamos entendiendo por historia porque, a querer o no, en todos nosotros sigue presente el viejo postulado decimonónico de dividir o escindir la historia en Historia con mayúscula e historia con minúscula para distinguir, por un lado, los estudios de los hechos humanos como “ciencia”, “como adquisición de conocimientos del pasado”, “como labor ingente para esclarecer el devenir humano”, que termina siendo trabajo de investigación, reflexión, escritura, lectura y aprendizaje para continuar en la marcha de la historia.

Mientras que, por otro lado, están las propias realidades humanas que se viven y suceden día a día, mes con mes, año con año, siglos con siglos entre las aldeas, comunidades, pueblos, naciones de estos y aquellos territorios.

La inscripción con mayúscula se dio porque los decimonónicos –aquí utilizaremos esta calificación para los pensadores que finalmente terminaron de armar la ideología burguesa (Hegel, Comte, Weber…)-- indicaban que la Historia como “ciencia”, como “búsqueda de conocimientos verídicos”, de aportación de “verdades descubiertas y exhibidas” de expiación del pasado y del presente y, por lo tanto, inamovibles e inalterables una vez exhibida a través de sus estudios, permitían justamente aquella distinción por la preeminencia de la Ciencia sobre las realidades.

Mientras que la historia con minúscula se dio para mencionar a las realidades que se desprenden del accionar humano en su relación con la naturaleza y con el resto de la humanidad, de donde le viene su movimiento, su fugacidad, su incertidumbre, su variabilidad y, por lo tanto, su inscripción con minúscula y por tanto su tratamiento por otras tantas Ciencias.

Quizás a muchos les parezca ocioso traer a cuentas esta división establecida por los decimonónicos, tanto porque data del propio siglo XIX, como porque se puede suponer que con tanta antigüedad ya no es vigente en nuestros días.

Pero, a pesar de esa apreciación, debo aclarar que esa anciana división goza de cabal salud y acción ideológica entre nosotros porque, hasta donde sabemos -y no se vayan a creer que es mucho- se ha soslayado o desviado la discusión de este punto en particular; por parte del marxismo académico, el historicismo, el estructuralismo y otros ismos historiológicos lo han dejándolo intocado y preferido ahondar en los llamados estudios de hechos históricos, de modos de producción o aún de los denominados movimientos de larga duración o del estudio de las mentalidades, y en estos últimos años de se dice de la cultura, pero en todos ellos subyace no sólo aquella división sino sus resultados más nocivos que predican el orden de inferior a superior o lo que es lo mismo la evolución, desarrollo, progreso, y con lo cual dejan intocada aquella conceptualización.

Con esa forma de tratar la historia no se ha contribuido a ampliar las visiones del accionar de la humanidad en el tiempo y en el espacio y más bien se han tenido a congelar las realidades pasadas en los modelos teóricos ya consagrados a los que se les agregan datos y hechos productos de las investigaciones, pero que dejan intocadas las visiones ya aceptadas, como si se tratara sólo de ir completando un rompecabezas que de suyo ya se sabe cómo era y con lo cual justamente se corona esa visión decimonónica, aún y cuando encuentre su principal paradoja en el fin de la historia que renuncia a sus principales goznes (pieza que une dos o más cuerpos que giran) de la evolución, el progreso y el desarrollo de la humanidad, para conformarse solamente con la continuidad, ensanchamiento y perfección de la tecnología.

 Por lo tanto, no se ha contribuido a forjar una visión de lo histórico distinta a la alcanzada por los decimonónicos.

Dicho desarrollo, evolución, progreso humano se plantea dentro de una escala siempre ascendente que llega hasta la producción capitalista y sus relaciones sociales de producción que -por paradójico que parezca, tal y como lo señaló Carlos Marx- ya no son sometidos a las transformaciones que impondrían aquellos mismos goznes, sino que son osificados por la propia producción capitalista y sus relaciones sociales de producción, al plantear que el cambio se impondrá a los satisfactores de la vida humana por ser siempre inacabados, insatisfechos y siempre crecientes, estimulando así únicamente la transformación de los objetos de la producción, medios de producción, y, por tanto, las mercancías. Pero no la de los sujetos reales y concretos que las producen y las relaciones sociales correspondientes que se plantean como necesarias e inevitables entre quienes solamente tienen su fuerza de trabajo para adquirir esos satisfactores y quienes son dueños de los medios de producción.

Los dueños de los medios de producción siempre buscarán el crecimiento y trasformación de los objetos y medios de producción por medio del desarrollo industrial, científico y tecnológico en forma infinita para ir progresivamente subsumiendo a toda la humanidad a esa forma de producción y relaciones sociales de producción que los incorporará al desarrollo de la historia universal y, con ello, a todos los bienes y servicios que produce ese sistema que les develará las formas de gobierno conveniente a esa producción, tal y como es la democracia burguesa y mediante la cual irán progresivamente alcanzando la libertad burguesa.

Libertad de producir de todo lo que se pueda o no consumir. Libertad de circulación de mercancías, libertad para ser o no propietario, libertad para vender la fuerza de trabajo al mejor postor, libertad de conquistar y un gran etcétera de libertades que sólo son para algunos y negación para las mayorías, aunque éstas, se dice, pueden luchar sin tregua para ingresar al club de los que sí pueden.

Detrás de esa división y divorcio entre “ciencia de la historia” y las realidades histórico-sociales presentes, la ideología burguesa ha intentado ocultar los rasgos ideológicos con que ha llenado las categorías de evolución,  progreso y desarrollo, al señalar que no son parte de un entramado ideológico que ellos promulguen y estimulen, sino los productos “histórico-naturales” del propio reconocimiento y estudio de la historia que, finalmente, si se proyectan en la propia vida presente, no es porque sean parte de su ideología, sino porque son parte del largo proceso histórico de la humanidad que es verificable, a través del estudio científico y aséptico del pasado humano.

Con esta operación, se intentan exorcizar esos goznes ideológicos que les permiten construir y conservar un pensamiento o referente histórico de movimiento ascendente de la historia humana, tan necesario y caro para el movimiento y accionar de la propia producción capitalista: producción-destrucción sin límites.

Este es el referente ideológico que construye la llamada ciencia de la historia burguesa y bajo la cual se investigan, examinan y construyen las llamadas fuentes de conocimiento de lo histórico y aún la propia presentación de los hechos históricos que indudablemente en su descubrimiento, estudio, examen y difusión quedan enfrentados a esos goznes del progreso, desarrollo y evolución. De tal suerte que hechos y aun los denominados procesos históricos, quedan de una u otra manera, adscritos al esquema general que traza esa misma ideología, sin que se reconozca como tal, sino como productos de un conocimiento adquirido válido que nada tiene que ver con el presente y los intereses de los capitalistas. Así, terminan imponiéndose a la construcción-visión de lo histórico (ideología) que poseemos la gran mayoría de los seres humanos.

Largo, cansado y hasta innecesario sería detenernos en mostrar la presencia de ese esquema ideológico en los estudios de la historia. Cualquiera de nosotros que lea un libro de historia encontrará que ese esquema es el que nutre la interpretación genérica, el ensamblaje de los hechos, el discurrir de los acontecimientos planteados por los historiadores. Ningún ser humano que se haya educado -no necesariamente en el sistema escolarizado porque hay muchas maneras de educar- dentro del capitalismo puede sentirse ajeno a esa manera de pensar la historia; es decir, de ubicarse en el tiempo y en el espacio, posesión de referentes sin los cuales no se podría vivir porque -a querer o no y conforme nos han enseñado a pensar y razonar- cubre y está dentro de la lógica de inicios, secuencias y fines, no solamente de la humanidad sino del individuo que forma parte de ella. 

De esta forma, esa disociación entre la supuesta ciencia de la historia y las realidades histórico sociales presentes -en esa visión el presente es atemporal- le sirven de coartada a la ideología burguesa para predicar que su construcción ideológica de lo histórico es aséptica a los intereses de su propia clase porque pertenecen a las realidades históricas devenida y extraídas por los conocimientos científico de la historia. Y como tal, según esa misma prédica, son verdades reveladas no por un ente extraño que se localiza fuera de la historia, sino por la propia historia que termina mostrando el destino manifiesto para toda la humanidad que señorea el capitalismo y sus llamados anhelos más caros, como son la libertad y la democracia burguesa.

Todo esto se exhibe en las realidades pasadas de esa llamada evolución, marcha constante del progreso y el desarrollo imparable que pude seguirse a través del tiempo y del estudio cuidadoso y científico del devenir de la humanidad en distintos espacios y tiempos, construyendo así esa denominada “hazaña” de la humanidad que, a través del trabajo y sus productos deben subordinarse en el proceso capitalista que no tiene fin porque es el máximo logro de la humanidad, el cumplimiento final de un destino manifiesto que -aún destruyendo su cuna y hogar, el planeta tierra,- se realizará a lo largo y ancho del universo. 

Prédica redondita y convincente que, insisto, es indispensable para nutrir la renovada y constante producción capitalista no sólo de mercancías, sino de los sujetos que la hacen posible en su redimensionamiento constante y que pareciera mitigar la paradoja del triunfo inalterable de la producción capitalista.

Consideramos que la producción capitalista no podrá ser superada o trascendida definitivamente para comenzar a construir otras historias, si se deja incólume la ideología de lo histórico que promueve la burguesía por todos los medios. Ésta es quien le da forma y sentido al pasado, nutre de razonar el presente y proyecta el porvenir inmediato o aún el más distante, tal y como podemos observar con lo ocurrido, por una parte, en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas que intentaron, a través de sus academias de ciencia, llevar a cabo la propuesta de Marx, de solamente invertir el pensamiento burgués del estudio y comprensión de la historia para construir la visión de la clase obrera, dejando fuera de toda discusión los goznes de la ideología burguesa.

Por lo tanto, podemos decir que aún y con algunos apreciables resultados, esa supuesta inversión de la mirada de los historiadores soviéticos no fue suficiente para construir otro referente de lo histórico que terminara proyectando otra nueva humanidad y otra alternativa de historia. Con este ejemplo queda claro que no sólo se trata de invertir la ideología burguesa o buscar las debilidades de sus explicaciones históricas. Hay que ir más allá y dislocar absolutamente toda la producción capitalista, incluyendo su ideología de lo histórico. De lo contario se mantiene el actual discurso no sólo de lo histórico, sino también del presente y aun del futuro, motor ideológico imprescindible del accionar capitalista que nunca verá su fin, si los seres humanos ideológicamente no somos capaces de imaginar otros modos de producir de nuestra vida material e intelectual distinta a la que predica y lleva a cabo el capitalismo.

Dicho lo anterior, no está por demás señalar que los ejercicios académicos de conocimiento de lo histórico que han prohijado el capitalismo y los llamados socialismos han-permitido tener visiones un poco menos chatas del accionar de las humanidades al haber ahondado en las investigaciones de los tiempos transcurridos, desde que apareció la especie sobre la faz de la tierra, sobre lo que queda del pasado de estos o aquellos pueblos, de tales o cuales movimientos históricos sociales, de estas o aquellas conductas, ideas o hasta ideologías.

Pero esto no ha servido para construir otros referentes de lo histórico. Al quedar incardinados esos llamados hechos fácticos descubiertos por la ciencia de la historia, al esquema general que predica la ideología burguesa, lo único que han seguido construyendo es el prestigio del estudio de la historia y su separación de las realidades actuales. Ante esta situación, se puede decir que la visión de lo histórico del capitalismo no solamente está intacta, sino aun reforzada.

Por lo aquí expuesto, se entenderá por qué considero que la otra historia tiene que desechar la totalidad de la historia presente incluyendo, claro está, la ideología burguesa de lo histórico. Esto significa que la otra historia tiene que partir, primero y antes que nada, del cuestionamiento de los principales paradigmas no explícitos en las historias existentes, los cuales son los que guían no sólo las investigaciones históricas y sus exposiciones, sino la ideología burguesa en su conjunto y complejidad, usando a la historia para encumbrar justamente su “visión histórica” de la humanidad como una marcha ascendente e incesante del ser humano, sin descanso ni reposo, sin reparar en los costos, ni en las consecuencias porque, a fin de cuentas, la humanidad trascenderá y superará cualquier obstáculo, cualquier momento histórico ya transitado en esa carrera incesante del progreso donde unos llevan la batuta y el resto debe seguirlos, ya que ese es el destino de la humanidad.

Esta visión condena lo que se denominan estadios históricos preexistentes al burgués, mismos que sirven para construir ese racismo que le es tan necesario a los colonialismos capitalistas para imponerse y subordinar a quienes consideran como “cachos de humanidades” incapaces de ingresar por sí mismos al desarrollo inevitable de la marcha de la historia universal enarbolada y muy bien representada por quienes dicen ser los herederos y creadores de la civilización burguesa.

Toda esa ideología dominante crea un lenguaje genérico y deslumbrante de una sola humanidad, una sola Historia, una necesaria marcha de evolución y una sola forma de entender el progreso, el desarrollo, la libertad, la democracia… Con esto se ocultar a los seres humanos concretos, específicos, que son hijos o padres, que tienen padres o abuelos, que han heredado y construido tradiciones, modos de ser, estar y aún de imaginarse en su propio futuro bajo sus herencias y potencialidades, sus elecciones de formas y maneras de vida, de querer y acercarse a sus pasados y de vislumbrar sus posibles futuros. Todos ellos -por esa forma de elegir sus historias- son condenados a su aniquilación, a su desaparición. La totalidad subsume a los individuos concretos, a las comunidades diferenciadas, a los pueblos autónomos para aniquilarlos en aras de la totalidad.

Qué otra cosa son las guerras contra las comunidades zapatistas, contra todos los pueblos indios del resto de lo que es hoy el territorio mexicano o inclusive, del resto del llamado continente americano o de África, Asia, Medio Oriente, Oceanía que han logrado, de una u otra manera, mantener algunas de sus esencias milenarias para seguir siendo ellos y no quedar de plano y absolutamente subsumidos en el mundo de la producción, ofertas y demandas capitalistas.

Exterminio a lo diferente y radicalmente distintos es la prédica del sistema capitalista que se impone por la vía de las armas, de las guerras en sus distintas gradaciones y en donde debe quedar incluida la visión de lo histórico que venimos denunciado y que tan eficazmente sirve para enarbolan las banderas y forjar ejércitos que dan sus vidas por “ayudar” a salir del atraso, de la marginalidad de la historia, del subdesarrollo, a esos pueblos que se han quedado -por incapacidad de seguir el ritmo del capitalismo- “osificados”, “petrificados” en el tiempo y en el espacio, en alguno de los estratos de esa evolución de la humanidad sin haberse integrado al mercado que pondría en sus manos todos esos satisfactores que les harían felices, que los colocarían en la modernidad, que los integrarían al verdadero mundo de los seres humanos que, obvio, está representada por la vida que se lleva a cabo dentro de algunos círculos privilegiados en las grandes metrópolis.

Este es el pensamiento histórico que domina el modo de producción y que historiadores y también luchadores sociales enarbolamos porque, a quererlo o no, tiene alguna lógica, fija inicios, secuencias e inclusive sueños que se alimentan con estudios concretos de casos, de circunstancias, de momentos, de formas de pensar y actuar, etcétera.

Al ser guiados por esa lógica del progreso, del crecimiento y del desarrollo, refuerzan esa ideología y la redimensionan a tal grado que novelistas y cineastas la ha recreado con formidables recursos literarios y escenográficos. Recordemos la Guerra de las Galaxias, Matrix,  RoboCop y tantas otras películas donde se sacraliza y eterniza el mercado aún en su planteamiento intergaláctico y las formas de su regulación, a través de las confederaciones de mercaderes intersiderales que -encabezados y representados por emperatrices, primeros ministros, senados, virreyes, comerciantes, etc.,- dejan ver que es una producción capitalista porque es totalmente maquinizada, masiva y en línea, siempre en constante expansión sideral, que nunca encuentra límites mas que los que impone la “organización democrática” para resguardar los intereses de todos los involucrados.

Así, la producción capitalista se eterniza intergalácticamente por los siglos de los siglos para siempre jamás. Teleología hollywoodense de la producción y mercado capitalista, con sus consecuentes guerras que se convierten en siderales y en donde aún con su cosmisidad, presiente George Lucas, no todos pueden ser incluidos. Habrá Ewoks (bárbaros, salvajes) que seguirán viviendo en comunidades, en selvas, en sociedades clánicas y “atrasadas” pero que, finalmente, encontrarán los beneficios y maleficios de las máquinas y sus potencialidades. Llegarán a comprender -aún por guerras no buscadas por ellos- la necesidad y la oportunidad de manejar las armas de la República que busca el “desarrollo armónico” del mercado y que al final podrán bailar y divertirse con sus nuevos aliados que dan las circunstancias de las guerras y de la lucha por la libertad.

Si Star Wars teologiza el mundo de la producción, el mercado y las formas de gobierno capitalista sin develar del todo el mundo de los productores de esa inmensidad de mercancías, RoboCop y otras tantas sagas más como Rollerball, exhiben el mundo que han imaginado los publicistas del capitalismo para los que producirán esos mundos mercantiles y sus dueños los grandes capitales. Estos últimos -encumbrados en espacios y zonas asépticas como ellos mismos- detentan todos los lujos imaginables e inimaginables que ofrece el super-desarrollo de las fuerzas productivas y todo el poder que de éste se deriva, ubicándolos en la cumbre de la humanidad.

Mientras esto sucede, el resto de los sobrevivientes del holocausto que antecede a ese momento sideral, siguen teniendo las necesidades -sin explicar cómo- en aquella producción capitalista que se inicia con sus armas y, luego, todo lo que le sigue de máquinas hasta llegar a la comida chatarra y enlatada.

O ¿qué decir de esas otras historias del futuro de la humanidad que se construyen guiadas por el ininterrumpido destino del progreso y desarrollo? Ahí a las grandes masas de la humanidad se les condena a quedar excluidos de una vida digna y para sobrevivir al exterminio dictado por las máquinas o de los que detentan los poderes económicos y políticos, se les anuncia que su destino quedará en los submundos del globo terráqueo o que se convertirán en alimento de las propias máquinas.

De esta forma, las relaciones sociales de producción correspondientes al capitalismo y su mercado y hasta la forma de gobierno capitalista trascenderá los tiempos y los espacios, como la principal muestra de su eficacia y necesidad atemporal y sideral. Su trayectoria y triunfo quedan así eternizados aun antes de que el mismo Francis Fukuyama, con El fin de la historia, hiciera algún ruido entre algunos círculos de intelectuales (Star Wars se estrenó en 1977 y el libro de Fukuyama se publicó en 1992).

Así, guionistas y cineastas demuestran que van unos pasos adelante de los historiadores en creatividad, aunque se nutren de ellos y sus visiones de eternizar no El fin de la historia, sino el de la atemporalidad infinita de dicho sistema, adelantándose así a los académicos de Harvard, Yale, Priston, La Sorbona, etc. o visto de otra manera, esos académicos le proporcionaron los materias primas y la visión general de la historia a George Lucas y otros tantos creativos para exhibirle a las masas lo alucinado del capitalismo, al tiempo que le enseñaban la pesadilla que nos tocará vivir dentro de ese supuesto destino inamovible del capitalismo.

Por lo aquí tratado, se puede percibir cómo la ideología burguesa no sólo planta el pasado o, mejor dicho, construye su ideología de lo histórico, sino también del futuro y con ello, todos quedamos convencidos y vencidos ante el espectáculo de la totalidad de la historia. 

Bajo estos términos no hay posibilidad de otra historia porque hasta los Ewoks que se habían mantenido alejados de la mirada de las confederaciones comerciales o de los imperios del mal, algún día quedarán subsumidos en las confederaciones mercantiles intergalácticas y con ellos ensamblados en la producción capitalista.

Perdón por tanta referencia cinematográfica, lo único que busco es mostrar que la ideología capitalista tiene como fin imponer su sistema ideológicos y uno de sus principales puntos de apoyo es la introyección de la creación de su “mundo histórico”, evolutivo, de desarrollo, de progreso, ascendente según su punto de vista y que se periodiza y sistematiza metodológica y hermenéuticamente, para sacralizarlo y aparentar que está fuera de los intereses de la burguesía. Que es ciencia, conocimiento, saber y, por lo tanto, es neutro, inofensivo, aséptico y de uso vario sin comprometer sus esencias que han sido marcadas ya como pautas inamovibles aun por las mentes más creativas porque se vería como verdaderamente insensato, loco, falto de razón, de sensibilidad, de humanismo, el intentar siquiera la crítica a ese modelo ideológico de la evolución, el progreso, el desarrollo y la búsqueda de la democracia y la anhelada libertad.

Si lo anterior es ideología -aunque parezcamos locos ante quienes están convencidos de las bondades de la misma- debemos ahondar en las reflexiones de esa ideología y las consecuencias que se desprenden de ella misma, porque si la mantenemos como nuestra, sólo estaremos acariciando los sueños de otros y aceptando el inevitable destino de la muerte que se ha dictado para las grandes mayorías, que a querer o no seguimos queriendo vivir una vida digna, cabalmente como individuos que formamos y conformamos las comunidades que nos dan y proyectan nuestros sentidos y querencias, tal y como -de una u otra manera- lo hacen los Tzotziles, Tojolabales, Choles, Mames, Tzeltalez, Wirarikas, Mixes, Otomíes, Pames, Quechuas, Otopames, Mayas, Nahuas, Zapotecos, Yaquis, etcétera., pero también de todos esos otros pueblos que milenariamente han enterrado sus historias en las tierras de los llamados continentes de América, África, Asia, Oceanía y Antártida.

También de todos aquellos individuos y organizaciones que hemos llegado a comprender que el capitalismo -con todo y sus sueños embelesadores, con todo y sus propuestas seductores, con toda su creatividad desbordante, alucinante y aún gozosa- implica exclusión, sometimiento y alienación de las grandes mayorías de los seres humanos concretos, a los que se les negará de plano el ingreso a lo que se promete, sueña y propone. No se vaya a pensar que por una maldad mezquina, sino simplemente por sus propias contradicciones y por sus propias paradojas, tal y como sucede hoy en día, dejan perfectamente claro, que la universalización de su modo de producción no es más que una prédica que oculta su aldeanismo rapaz, su provincialismo mezquino y avaro, su enanismo congénito.

Justamente por eso -y gracias al EZLN- nos juntamos y reunimos pare ver, planear y poder hacer realidad el salto cualitativo de la historia predicada y practicada que ha llegado a sus límites de expansión, saqueo y condena de muerte para las grandes mayorías. Los aquí reunidos, juntos con otros millones de personas, queremos vivir dignamente y, por ello, debemos de buscar -no en los escombros y ruinas del capitalismo- cómo construir esa otra historia que no está escrita, que no está declarada y que aún ni siquiera está prefigurada por las cargas ideológicas con las que el capitalismo ha sembrado inclusive nuestros sueños.

Para esa otra historia habrá que pensar y ensayar muchas discusiones que vayan alentando otras tantas alternativas y maneras de construir y alimentar nuestras vidas para que efectivamente se ubique y situé en otros referentes, en otros puntos de apoyo de construcción de las vidas humanas, toda vez que debemos asimilar las lecciones dejadas por el capitalismo en cuanto a la condena a muerte de casi las tres cuartas partes de la humanidad existente, para sobrevivir como sistema.

Para esa otra historia quizá también debamos pensar en la necesidad de un posicionamiento ante lo histórico o, mejor dicho, del estudio de lo histórico que según pienso -y de acuerdo a lo aquí expuesto- quizá podamos balbucear, por ahora, que no será igual o no se parecerá al que hoy se lleva a cabo porque, a fin de cuentas, no tendrá que ver con la demostración de nada, ni con la observación del cumplimiento de un destino o algo parecido.

Pero también considero que no tendrá razón de ser, el estudiarlo para ver cómo fue y fracasó esa historia del capitalismo, cuando el tiempo podrá ser mucho mejor empleado en la construcción de historias dignas para todos los que quieran verdaderamente reinventar a las humanidades que poblamos este misérrimo globo terráqueo tan querido para muchos por ser el suelo y cielo que alberga las vidas que deben vivirse en ella.