Número 4

3 y en la celebración de la competencia despiadada; se apoya en la construcción de un mercado transfi - gurado, donde todas las formas de vida y de bienes culturales únicamente se aprecian mercantilmente; en la afirmación mediática de la naturalización de un orden cada vez más violento, desigual y excluyente; en el despojo del principio de la esperanza y de la conciencia de un futuro. La ética colectiva, columna vertebral de las cultu - ras, se enfrenta a los esfuerzos guerreros, a los Estados duros que encabezan el capital: China, Estados Unidos de Norteamérica y la Comunidad Europea; africanos, latinoamericanos, asiáticos, y aún los insurrectos de la propia Europa y Estados Unidos, sufren el asedio del capital que los tiene cooptados desde el interior, pro - moviendo su descomposición y su influjo depredador. Completar la subordinación de México a Estados Unidos es urgente para el capital. No obstante, el obstáculo principal para ello son las tradiciones co - munitarias y las culturas regionales de fuerte raigam - bre, por sus valores morales. La hora ha sonado para que los grupos de poder aliados al capitalismo echen a vuelo las campanas, para guerrear a fondo contra estos valores. El primer paso que han dado es señalar a los que defienden esos valores como enemigos, te - rroristas, criminales; el segundo paso es lanzar con - tra ellos toda la fuerza de sus tropas y organismos del terrorismo global, mientras sus corporaciones petro - leras, mineras, madereras y turísticas se apropian de sus recursos, culturas y territorios. El mejor ejemplo es Irak, que dejan las tropas de ocupación destruido, con un millón de muertos, más de cuatro millones de desplazados y… 16 mil “contratistas”. La embestida contra los procesos civilizatorios ori - ginarios no es nueva en nuestro país: más bien acom - paña a México y a la América Latina desde su misma gestación hasta el día de hoy. La modernización su - bordinada marca el derrotero de las políticas públicas y se hace sentir particularmente, no sólo en el cerco progresivo a todas aquellas instituciones originalmen - te destinadas a la educación pública y a la salvaguar - da del patrimonio cultural del país, sino en escenarios inmediatos y concretos, plasmada en el asesinato re - ciente de estudiantes normalistas de Guerrero. Los jóvenes asesinados en Guerrero aspiraban a realizar la noble labor de la educación de las nuevas generaciones, proviniendo de pueblos originarios y formándose a su vez en el seno de las escuelas nor - males rurales que remiten a una tradición educativa comprometida con los sectores campesinos siempre marginados, pero a su vez, hoy sometida a un proce - so progresivo de olvido, marcado por el abandono presupuestal y dirigido a su extinción llana. Los estudiantes abatidos por las balas pagadas con los impuestos constituyen un enésimo llamado doloroso de atención que no debemos soslayar. Y

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