Número 7

21 casa de la hacienda se veían los campos po - blados de trabajadores. Araujo no tuvo más que echar una ojeada a través de las venta - nas, para comprobar la gran verdad que ha - bía oído de los labios del austero luchador. Vio en los rostros de aquellos trabajadores la satisfacción, la alegría, el bienestar. No vio los rostros angustiados de los trabajadores a jornal, sino las caras satisfechas de hombres y mujeres que no conocen amo. 8 La crónica de Araujo inspiró a Flores Magón a es - cribir un artículo intitulado “La muerte del sistema burgués”, en el que da cuenta de su visión personal del movimiento suriano: para el líder del PLM, More - los era el ejemplo de la realización del lema de su par - tido, Tierra y Libertad , adoptado también por Zapata, lo que significaba una entrañable afinidad hacia los ideales del zapatismo. En esta crónica, con tintes idea - les, presenta una visión bastante apartada de lo que era en realidad el contexto morelense de aquella épo - ca; fusiona al anarquismo con el zapatismo, haciendo suyo este movimiento, adaptando sus logros y sus metas como ideales propios de su ideología, si bien Zapata nunca se adhirió a ella. Las cualidades del cau - dillo, personificado aquí como “incansable y honesto luchador”, fueron resaltadas de manera importante. El “mundo ideal”, descrito por Araujo, era uno en que los campesinos trabajaban la tierra y recibían el usufructo de ella. Describió rostros felices y pueblos ordenados, donde no era necesario el establecimien- to de gobiernos, autoridades ni fuerzas del orden pú - blico, con un estilo que quizá podría recordarnos la Utopía de Tomás Moro: En los pueblos no hay policías y, por lomismo, en ellos reina el orden. No habiendo ricos, no hay necesidad de policías. En los jardines de las poblaciones, donde antes solamente la burguesía se recreaba, Araujo encontró a los trabajadores paseando con sus familias. 8  Flores Magón, Ricardo, “La muerte del sistema burgués”, Regeneración, Núm. 206, 4ª época, 2 de octubre de 1915, p. 1. Ya no había léperos de levita que los recha - zaran con la punta del bastón, añadiendo es- tas palabras: ¡fuera de aquí, pelado! Por todas partes del territorio controlado por las fuerzas revolucionarias zapatistas, encontró Antonio que reinaba el bienestar. Los domingos, hombres, mujeres y niños vestidos de limpio se dan cita en los pueblos para gozar de la vida social. Nada de andra - jos: en su lugar, ropas humildes, es cierto; pero resplandecientes de limpieza. 9 Otra crónica digna de tomarse en cuenta es la referida por J. M. Rangel, “una de las figuras más glo - riosas de la historia contemporánea mexicana; un te - naz luchador por la causa de la Tierra y Libertad”, 10 quien en 1913visitó el campamento de Zapata. Aquí, en términos más realistas que los empleados por Araujo, describió el panorama morelense, contras - tando notablemente la situación de los sitios domi - nados por los zapatistas y sus enemigos. En su relato, narró sus avatares en su tránsito por territorio ene - migo, controlado por las fuerzas federales, haciendo una clara distinción entre ambas situaciones. Mien - tras que en los pueblos zapatistas, a decir de Rangel, reinaba la paz y la lucha por la defensa de la tierra era baluarte, la situación en los territorios del enemi- go era poco alentadora: Los únicos moradores que brindan en esos lugares sus ricas dádivas a los caminantes, son los arboles ahumados pero cargados de fruta pasada y que denuncian la ausencia, la muerte de los que ayer fueron sus dueños. 11 Por la misma época, José Guerra partió a los te - rritorios zapatistas, dejando en las páginas del pe - riódico su crónica respectiva. Este, reporte, más allá 9  Ídem. 10  Araujo, Antonio de Pío, “Por nuestros presos”, Regenera- ción, Núm. 161, 4ª época, 18 de octubre de 1913, p. 1. 11  Rangel, J. M., “La revolución en el sur de la república, parte I”, Regeneración , Núm. 152, 4ª época, 2 de agosto de 1913, p. 1

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