Número 13
46 tu actitud frente a las inclemencias del tiempo y la constante alegría que despedías en todo momen - to y en todo lugar, no obstante que todo el barco estaba protegido con una espesa y pegajosa grasa que nos obligaba a mantener nuestro cuerpo cons - tantemente cubierto de ropa. Sin lugar a dudas, en esa ocasión decidí que en el futuro me gustaría tener un Jefe como tú y quedé convencida cuando, al llegar de regreso a puerto, estaba parada, espe - rándote, tu esposa, Silvia y tus hijitos Norberto e Ian que en aquella época eran muy pequeños. Pude observar cómo los abrazabas y con ello el círculo se cerraba…¡también eras un buen padre!. Los 10 años que participé en las excavaciones arqueológicas que dirigías en la zona arqueológi - ca de Xochicalco, en el Estado de Morelos, nunca cambiaron aquella primera impresión. Al contrario, el tiempo compartido a tu lado me permitió ir des - cubriendo nuevos atributos en tu corazón. ¿Cómo olvidar las conversaciones que diariamente, en las horas más tempranas del día, sostenías con muchos de nosotros frente a una taza de café? ¿Cómo pasar por alto la preocupación que demostraste tener por nuestro bienestar personal, anteponiéndolo a cual - quier circunstancia? No, nunca nos trataste como colaboradores, nos supiste abrigar como un padre. La inquietud que te caracterizaba era enloquecedora pero con ella supiste inyectar energía a nuestro tra - bajo cotidiano. Si Norberto, más que un Jefe, siempre fuiste un gran amigo .Gracias por todo lo que me brindaste. Es una gran pena no tenerte más. Descansa en Paz. La energía y la sensibilidad de nuestro jefe, compañero y amigo Norberto González Crespo Paul Hersch Martínez A unque estemos desolados, en permanente atención y movimiento, Norberto González Crespo continua incesante su intenso andar eléc - trico entre nosotros. Como jefe y compañero de trabajo, solidario e impaciente, sin doblez, Norberto dio siempre seguimiento a lo que emprendía, incluyendo el apoyo concreto a muchos trabajadores de todo nivel. Muy lejos estuvo siempre de la inercia bu - rocrática, del cálculo mezquino, de la prepoten - cia y de la peculiar práctica de la autojubilación. En el Balsas, en la Península de Yucatán, en Xochicalco, se volcó como arqueólogo sin es - catimar en reflexiones y propuestas, muy lejos también, por cierto, de quienes, al amparo de un Consejo hoy evidenciado en su insignificancia y medianía, se descalificaron categóricamente a sí mismos al pretender descalificar su desempeño. El paso del tiempo, que usualmente clarifi - ca y revela el alcance y la calidad del trabajo de muchos, en su caso no fue necesario para evi - denciar la magnitud del suyo. Fue además, en el ámbito cotidiano de las relaciones personales, donde muchos compartimos el privilegio de su trato llano, sensible, agudo y siempre directo. No había rodeos. Sinceramente, me cuesta mucho trabajo imaginarlo descansando en paz.
RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=