Número 34
11 de ser básicamente petrolero hacia un extractivismo energético cada vez más complejo (que incluye gas convencional, el gas shale, viento, energía solar), un ex- tractivimo minero cada vez más intenso y complejo y un extractivismo hidrológi- co también devastador. Todo enfocado a abastecer los mercados estadounidenses, y a entregar los recursos naturales estra- tégicos a empresas petroleras y gasíferas de EEUU, a empresas españolas eléctricas y a empresas mineras de Canadá. La agricultura tradicional y la sobe- ranía alimentaria que existía antes de la firma del TLCAN fue suplantada por una reconstrucción deformada de una agri- cultura de exportación. México perdió la soberanía en la mayoría de sus áreas bási- cas: granos, leguminosas, hortalizas, fru- tas, carne, alimentos procesados, etc. Hoy el país importa diez millones de toneladas de maíz, a la vez que subordina la nueva producción agropecuaria a los gustos del mercado estadounidense: hortalizas, be- rris, aguacates, frutas tropicales, mari- huana, amapola, etc. Todos los programas de apoyo a la pro- ducción rural han sido desmantelados, así como las principales leyes que protegían la propiedad ejidal (colectiva) de la tierra, fomentando su privatización que avanza primordialmente en el centro del país. Aun así, la mayor parte de la propiedad rural de la tierra se mantiene en el norte y sur del país, en manos de propietarios colectivos que se resisten a registrar de forma privada sus tierras. Resulta simbólico en este contexto, la desaparición del ejido expresamente pedi- da por el TLCAN aun antes de su discu- sión y aprobación; y de la sustracción de los derechos de los pueblos indígenas a la tierra comunal. De este modo se abre la puerta a la pérdida del uso colectivo de la tierra, principio y base fundamental de la organización social de México. El territorio ha sido reorganizado a favor de nuevos corredores industriales estratégicos construidos entre el Este estadounidense y la cuenca del Pacífico, reaprovechando o impulsando algunos importantes puertos industriales en la costa del Pacífico mexicano. En virtud de ello se construyó el sistema de movilidad terrestre y marina intermodal muy agre- sivo y desregulado, siempre planeado al servicio de las industrias just in time operantes en México, lo cual ha hecho de las carreteras mexicanas unas de las más peligrosas del mundo. El comercio nacional, las grandes agencias comerciales estatales en el cam- po (CONASUPO), y las pequeñas y me - dianas empresas productivas y comer- cializadoras familiares se han destruido, y fueron reemplazadas por empresas altamente monopolizadas, sobre todo de cuño transnacional, contribuyendo a elevar el desempleo. A esto se suma la destrucción del sistema financiero. El mercado interno (industrial, agrope- cuario) destruido fue suplantado por un mercado importador de todo tipo de in- sumos industriales, medios de subsisten- cia principalmente estadounidenses y un fomento del mercado exportador. Desde 2012 en México se paga uno de los salarios más bajos del mundo en tér-
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