Número 34

17 adquisitivo del salario, el dinero del nar - cotráfico empezó también a penetrar en diversos sectores de la sociedad. Por otro lado, los integrantes de los carteles demandan seguridad personal y vigilancia de los territorios para el control de las “plazas”, contratando para ello sica - rios con estructuras fuertes de organiza- ción y fidelidad. Así la vida de la gente se ha convido en muchas zonas en objetivo de control y las estructuras del crimen han dado lugar a una potente criminali- dad organizada. 3.4. ECONOMIA CRIMINAL Y CRI- MINALIZACION DE LA ECONOMIA Uno de los rasgos peculiares y devastado- res del caso México está representado por la existencia de esta “ dimensión criminal ” de la economía, que ha alcanzado ya nive - les tales que llegan a condicionar y tras - tornar cada ámbito de la vida económica, social y política del país. En México, en los hechos, coexisten entrecruzadas una “ economía criminal ” de proporciones gigantescas y una “ cri- minalidad económica ” difusa y profunda, que en conjunto, contribuyen a hacer más graves e incontrolables todos los efectos negativos de las políticas neoliberales adoptadas en el país. La “ economía criminal ” posee una in - cidencia extraordinaria. El sector amplio y ramificado de la economía criminal mexicana obtiene sus ganancias de un largo espectro de actividades ilícitas: el lucrativo tráfico de drogas realizado por los distintos cárteles del narcotráfico que operan en el país y generan enormes be- neficios ilegales; el contrabando de armas de fuego; la explotación de personas mi- grantes cometida mediante secuestros, extorsiones y chantajes; el reciclaje de los ingresos provenientes de la droga y de las otras actividades ilícitas, principalmente en los Estados Unidos. Los métodos de acción de los sujetos que operan en el sector de la economía criminal son: el uso sistemático de la violencia en los conflictos internos y con el propósito de resquebrajar las diversas formas de resistencia de la población, así como, el recurso, igualmente sistemático, a la corrupción de los representantes polí- ticos y de los funcionarios públicos. El balance trágico de la persistente ofensiva criminal, que tuvo una escalada impresionante a partir de los años ochen - ta, está representado por la larga cadena de víctimas civiles y por la eliminación física de los opositores, pero también por la pérdida de control de amplias zonas del territorio por parte de las instituciones públicas y por la existencia de una impu- nidad sustancial, incluso tratándose de los crímenes más horrendos. Como ya se ha dicho, el sector de la verdadera y propia “ economía criminal”, con sus inusitadas dimensiones y con la horrible crueldad de sus métodos, coexis- te y convive con una difusa “ criminalidad económica”, la criminalidad de los delin- cuentes de cuello blanco. La criminalidad de los delincuentes de cuello blanco encuentra en México muy pocos obstáculos por la casi total ausencia de normas regulatorias de los monopolios, de reglas eficaces sobre la operación de los bancos y sobre la trans- parencia financiera, de instrumentos de obstrucción oportuna del lavado de dine- ro sucio y de formas de manipulación del mercado financiero. Es verdad que en ninguna parte del mundo los instrumentos de control y combate de la criminalidad en los delitos de cuello blanco funcionan con la efica - cia que sería deseable, pero su presencia y la existencia, en muchos Estados, de autoridades independientes del poder ejecutivo que tienen la encomienda de hacerlos respetar, representan al menos una primera barrera y un disuasivo para los criminales económicos. En México, esta primera línea de con- tención de los delitos económicos y admi- nistrativos más frecuentes (la corrupción, los abusos de los funcionarios públicos, los crímenes fiscales, el lavado de dinero) parece inexistente o ineficaz, mientras el

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