Número 34
25 caso de “Campo Algodonero” y de haber - se cumplido adecuadamente la sentencia emitida hace casi cinco años por la Corte IDH, seguramente se habrían prevenido muchas de las desapariciones, muertes y violaciones sexuales de las que se habla - ron en las audiencias. g. Las víctimas y sobrevivientes El TPP ha escuchado numerosos testimo- nios del horror, a través de las voces de muchas mujeres víctimas y sobrevivien- tes, periodistas amenazados, indígenas cuyos territorios son codiciados y cuyas formas de vida están en peligro, comuni- dades afectadas por devastación ambien- tal entre otros muchos. Los datos del ho- rror también están sujetos al baile de las estadísticas que convierte las biografías de millones de mexicanos y mexicanas afectadas por la violencia en números que muestran lo que esconden. El Tribunal ha tenido acceso a las estadísticas oficiales proporcionadas por distintos gobiernos que hablan de 50.000 personas muertas, o que señalan un día 20.000 personas desa - parecidas, otro 16.000 y otro 8.000, usando los números como una forma de legitimar políticas y no para tener conocimiento de las dimensiones y los impactos de un pro- blema. Esta lucha por la representación de la realidad supone una ausencia de un reconocimiento efectivo, lo que hace que, ocho años después de la política bautizada “guerra contra el narcotráfico”, no existan registros fiables, no haya información so - bre los datos que refieren más de un mi - llón de desplazados internos, ni un trato adecuado a las víctimas, sus relatos o la realidad que muestran sus denuncias. Y estas estadísticas no refieren nunca el im - pacto en las nuevas generaciones, mien- tras decenas de miles de niños y niñas han visto cómo sus padres, madres o her- manos eran asesinados o desaparecidos. México necesita un estudio del nivel real de impacto de la violencia y de las políti- cas que deben llevarse a cabo para la pre - vención y atención a las víctimas desde una perspectiva integral. h. Aceleración del impacto y conse- cuencias a largo plazo En la última década México ha vivido una aceleración del impacto de la violencia, concentrada especialmente en la pobla- ción joven, y que hipoteca el futuro de la sociedad. Mientras los gobiernos se ter- minan cada seis años, los impactos de la violencia son acumulativos en el tiempo. Las decenas de miles de desaparecidos no son hechos del pasado, son violacio- nes que siguen cometiéndose en el pre - sente, y cuyos impactos se prolongan en la responsabilidad de los perpetradores o la necesaria investigación y justicia por parte del Estado que no se cancela con el tiempo, y también constituyen un impac- to permanente del maltrato psicológico y tortura que la desaparición supone para los familiares. En México esos impactos son aún muy frescos y se han convertido ya en parte del paisaje crónico de las víc- timas que han venido a hablar del plato
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