Número 34
26 que espera aún al desaparecido, del dolor que no puede dejar de serlo, y a la vez de la rabia de los familiares que no pueden con la sinrazón y la crueldad de los per- petradores y con la ausencia de respuesta del Estado. De forma sistemática hemos escuchado de las víctimas historias de desprecio que tienen un hilo común en la respuesta de numerosos funcionarios y agentes del estado, que muchas veces mi - nimizan el problema, aconsejan a los fa- miliares no seguir adelante o dejar las co- sas como están, cuando no se escudan en las gestiones giratorias que dan vueltas a las cosas sin ningún avance. O en algunos casos lanzan mensajes que son parte de la amenaza. Mientras, crece la indignación y la desconfianza. Un Estado en el que la desconfianza es un abismo entre la pobla - ción y el mismo Estado, pierde su legitimi- dad y socava su compromiso fundacional de responder a las necesidades de la gente y ser garante de sus derechos. i. Comunicación, violencia y miedo El Tribunal es testigo de cómo el miedo se ha convertido en parte de una estra- tegia de control de la población, ya sea para controlar la protesta social o por la acción de la criminalidad organizada o el tráfico de personas o por la explota - ción de recursos naturales. Lo vivido en otros países de América Latina, el “algo habrán hecho”, el “no te metás” o el si - lencio, se han ido extendiendo en muy diferentes lugares del país como parte de los mecanismos que condicionan el com - portamiento. Este Tribunal ha escuchado muchos testimonios pero también ha es- tado presente la dimensión del silencio, relatos de cómo el miedo amordaza a co- munidades enteras en diferentes regiones del país, desde la sierra Tarahumara a las montañas de México, desde Estados como
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