Número 40
20 res, acopiadores y detallistas fundamentada en la diversidad fisiográfica de México, que permite y se expresa en redes de acopiado- res regionales que aportan determinadas especies en una oferta diferencial, depen- diente de su región de procedencia. El cuarto escenario es un ámbito bási - camente biomédico, donde médicos, far- macéuticos e investigadores constituyen actores sociales, potenciales o no, de la flora medicinal, en sus ámbitos laborales, a menudo institucionales. Finalmente, el quinto escenario, tal vez es el más acotado de todos, se ubica tam - bién en el ámbito biomédico, y correspon - de a la regulación sanitaria de las plantas medicinales y de sus derivados. Hay por supuesto otros escenarios de interés que aquí no toco directamente, aunque se en- cuentren íntimamente relacionados con los que he referido, siendo uno de ellos el de las empresas que generan y comerciali- zan productos elaborados con plantas me- dicinales a diversa escala. En todos esos escenarios, se percibe e interpreta la realidad de la flora medicinal a través de representaciones. En ese sen - tido, no es la flora en sí misma y como fin último o único el centro de nuestro inte - rés, sino lo que ella motiva a través de los seres humanos en el seno de la sociedad y en sus diversos estamentos, porque la consideramos como una especie de venta - na privilegiada que permite asomarnos a una pluralidad de dinámicas sociales y cul - turales significativas. La flora sirve, desde esa perspectiva, como un vehículo y a su vez como una instancia que desencadena o propicia en los seres humanos una serie de procesos, de relaciones, de apropiaciones o transacciones que al fin y al cabo remiten a la manera de construir significados y de hacer inteligible el mundo. La flora, como la naturaleza y el me - dio físico en sí, es motivo multifacético de apropiaciones diversas; sus atribuciones de uso, sus propiedades, sus características adjudicadas reflejan a quienes las descri - ben en sus diversos escenarios biocultu - rales, altamente contrastantes y eventual - mente antagónicos. Las plantas, desde los mismos términos que se utilizan para designarlas, proyectan a quien las nombra. Así, por ejemplo, tenemos el trayecto histórico de una planta medicinal que nace en el norte del país en el escenario de la medicina de los pueblos originarios, cono- cida como chaparro amargoso o bisbirinda , y que en ocasión de la intervención nortea - mericana de 1847, en el marco del despojo territorial que implicó, médicos del ejército invasor se llevaron a su país la planta, al haberse percatado del uso que contra las disenterías tenía entre los indígenas. De hecho, el general Zacarías Taylor introdu - jo su uso y lo propagó en Estados Unidos (López, 1928: 132). Pero sería hasta 1914 que un médico tejano publicó sus hallaz - gos sobre la “amargosa” en el Journal of the American Medical Association y es enton- ces que varios médicos mexicanos, luego Tal vez era esa, a los pies del soldado mexicano, una mata de chaparro amargoso (Biblioteca del Niño Mexi- cano, número 28, Maucci Hnos., México, 1899-1901).
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