Número 41

su ejemplo, el compromiso de un sacer - docio con el pueblo y para el pueblo y no con el poder y los explotadores. Asimismo, como sociólogo, instó expresamente a sus alumnos a asumir el sentido de la ética y la realidad social, por encima del arribismo pragmático de la academia al servicio de los yanquis y la oligarquía. Asimismo, el Papa ofició misa en San Cristóbal de las Casas un día antes del 16 de febrero, fecha en que se cumplieron 20 años de los acuerdos de San Andrés, incumplidos y traicionados por el Estado mexicano en la máxima representación de sus tres poderes de gobierno: ejecutivo, legislativo y judicial. El crimen de Acteal expresa la verdadera cara paramilitar de ese Estado criminal. La figura de Samuel Ruiz, como obispo de la paz y del diálogo, estuvo presente en esa visita papal, como pudo observarse en la ceremonia en la que el pontífice decretó que las lenguas indí - genas serían permitidas en la liturgia de la misa. No escapó para los observadores y menos para los pueblos indígenas, el importante mensaje de Francisco, basado en su Encíclica Laudato Si,  en la que hace un importante llamado a cuidar la casa común y en la que reconoce a los pueblos indígenas, de quienes, afirmó “tenemos mucho que aprender.” En aras del equilibrio, no pasa desaper - cibido que ciertamente, en su visita, Fran - cisco se negó a recibir a los padres de los estudiantes de Ayotzinapa y a las víctimas de la pederastia, y no se manifestó direc - tamente respecto a esos y otros ultrajes significativos y lacerantes. Están ahí, espe - rando una justicia pendiente y atestiguan - do contradicciones también pendientes de resolución. Cuidarse de incomodar a los poderosos no es el camino para esa reso- lución, pues callando, se otorga. Se llaman silencios funcionales. Foto: AP 3

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