Número 48
11 González Casanova (1972: 89-126) muestra cómo de 1935 a 1965 el porcentaje general de la población dedicada a las labores del campo en México disminuye de un 70%, todavía en la década de 1930, a un 30% para 1970. Esta tendencia se mantiene para la década de 1990, ya que según el XI Censo del INEGI registró 23 millones de habitantes en zonas rurales, lo que constituía el 28.4% del total de la población nacional. Para finales de esa década, el 26% de la población económicamente activa del país se dedicaba a actividades agropecuarias, generando un poco más de 7% del Producto Interno Bruto (PIB). 11 El Estado burgués mexicano justificó dicha transfiguración social bajo el argumento de que la migración del campo a las ciudades era una con- secuencia del proceso de industrialización que se había operado durante las décadas de aquello que se conoció como “el milagro mexicano” y el desarrollo estabilizador, continuados con la liberalización de las empre- sas paraestatales, fenómeno visto como necesario en la medida en que la población del medio rural -se argumentaba-, podría ser absorbida por los sectores industrial y de servicios, lo que se tomó como la vía para el mejoramiento sostenido en los niveles de vida. Dado los acontecimientos y la debacle de la política de sustitución de importaciones y su correlato el “Estado benefactor”, los teóricos de la mod- ernización del campo, entonces, implementaron la redefinición del papel del Estado burgués nacional en las actividades agropecuarias y extractivas, 11 “Segunda tesis: El progreso en América Latina se realizaría mediante la difusión de los productos del industrialismo a las zonas atrasadas, arcaicas y tradicionales” (Stavenhagen, 1981: 18). La semi-proletarización y proletarización de la población campesina en México, es muestra de la subsunción formal del trabajo al capital. Imagen de Víctor Villanueva, Milpa Alta, Ciudad de México, 2013.
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