Número 48
17 La apropiación, las formas de producción, la organización, el cono- cimiento respecto del entorno, la comunicación y la convivencia, son jus- tificadas por medio de un sistema de creencias compartido desde el que se otorga valor a esas relaciones sociales y sus productos. 22 Es en la dialécti- ca entre la intensión que se tiene en la ejecución de ciertas prácticas y la valoración (acción de significar) de las mismas que se gradúa la voluntad, lo que da sentido al ser en comunidad, por lo que del sentido de comuni- dad emana la autorreferenciación o autoidentificación en antagonismo o diferenciación con otras congregaciones que histórica o geográficamente disputan la apropiación de los bienes. Ergo, en el contexto de la modernidad capitalista contemporánea, la dis- puta por los bienes y los saberes locales se ha extendido e intensificado al ampliar las formas en las que la explotación de la fuerza de trabajo y los bienes comunes coloca su énfasis en la disputa por aquello susceptible de ser valorizado y aprovechado según el desarrollo de las fuerzas productivas. 23 comunidades políticas imaginadas, esto es, son imaginadas porque aun los integrantes de la nación más pequeña no conocerán jamás a la mayoría de sus integrantes, no los verán ni oirán siquiera hablar de ellos, pero en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión” (Anderson, 1993: 21). 22 El tema que retomaría el mismo Marx (1880-1882), la comunidad agraria tradi - cional en su contexto ruso, eslavo, irlandés, indio, chino y americano, nos sitúa ante el reco- nocimiento que él hiciera de la obschina como la que pueda “[…] ser el punto de partida de la regeneración social [..,] siempre que se tomen medidas para eliminar las influencias deletéreas que desde hace tiempo ya la están desestructurando” (Marx citado por Fernández Buey, 2009: 224). La comunidad rural que defendió Marx en 1842, de la que hiciera referencia en el libro primero de El capital, y a la que volviera en su debate con los populistas rusos para hablarnos de su potencial revolucionario, es un tanto esa comunidad rural a la que hicieran referencia Hildebrando Castro Pozo y José Carlos Mariátegui en el Perú de principios del siglo XX para el contexto nuestro americano. 23 Los dos tipos de fuerzas productivas sirven de base para el desarrollo histórico de la humanidad en tanto a través de ellas se da la producción de medios de subsistencia y reproducción creativa o biológica (Veraza, 2012: 304-309). El cuerpo de autoridades comunitarias le explica al perito antropólogo cómo opera la apropiación histórica en común y el sentido de comunidad. Imagen de Víctor Villanueva, Jaltepec de Candayoc, Oaxaca, 2013.
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