Número 48

25 De esta manera se difunden en el viejo mundo dichos monumentos del centro de México y a partir de ello empiezan los viajeros a conocer las “antigüedades mexicanas” y es precisamente esta pirámide, la de Xo- chicalco - que estaba a la vista -, la que llama tanto la atención. Estos visitantes escribieron gran cantidad de materiales con descripciones del monumento conmemorativo de Xochicalco, incluyendo dibujos, litogra- fías e incluso fotografías e interpretaciones en que sugerían que habría tenido hasta cinco pisos (Fig. 1). La pirámide tuvo una primera etapa constructiva, antes de ser el mo- numento del que hablaremos a continuación, consistente en un pequeño cuarto porticado de 10 x 11 metros; posteriormente se le hace una pe- queña ampliación hacia el frente y después es tapado para construir la pirámide que marcó el sitio más importante de Xochicalco, al ser el eje del diseño de la ciudad. La pirámide fue intervenida por el arqueólogo Leopoldo Batres en 1909-1910; él restauró la estructura como la conocemos hoy en día e hizo un magnífico trabajo, considerando las piedras faltantes que se llevaron los hacendados para edificar sus haciendas y para instalar la maquinaria requerida en la fabricación de azúcar (Alzate, 1777), sin embargo, se pue- den apreciar algunos errores en el trabajo de Batres, al colocar algunas piedras labradas en lugares equivocados, errores comprensibles dada la escasez de piedras de esas dimensiones. En este trabajo abordaremos los maravillosos labrados sobre sillares ensamblados de basaltos y andesita con que fue hecho el edificio, unidos sin utilizar ningún tipo de argamasa. La construcción consta de un ba- samento con muros en talud, coronado por un paramento con cornisa y sobre él habría estado el templo, del que sólo queda una hilada de piedras en talud. La Pirámide de las Serpientes Emplumadas como monumento conme- morativo, se encuentra en la zona arqueológica de Xochicalco, Morelos a tan sólo 32 kilómetros de su ciudad capital, Cuernavaca. Principiemos con la lectura de este monumento, empleando el sistema de registro mesoamericano del Altiplano Central, que es una semi-escri- tura de tipo jeroglífico, cuyos grafemas son representaciones de objetos fácilmente reconocibles, pero con normas conceptuales que están dicta- das por la propia cultura. Estas normas son estilizaciones en el sentido de simplificar algunos aspectos de los objetos representados y por otra par- te, la exageración de otros para hacerlos inconfundibles (Manrique, 1983). En época prehispánica se llevaban registros de lo que acontecía en la vida de las poblaciones y se les plasmaba tanto en piedra, como en pintura mural y en los llamados códices, que eran libros plegados hechos tanto en piel como en papel. Ya en época de la Colonia eran confeccionados en lienzos de lino o algodón. Estos documentos fueron estudiados y descritos tanto por Motolinia como por Alva Ixtlilxochitl, quienes fueron los pri- meros interesados en el estudio de estos documentos y nos relatan la gran cantidad que había y la gran cantidad de temas que abordaban: de linde - ros, de leyes, mapas, genealógicos, de rituales y ceremonias entre otros. Eran elaborados por especialistas llamados tlacuilos (escribas) y la lectura

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