Número 48

41 Gracias a esta cita nos damos cuenta que estos conocimientos, pese a coexistir con el sistema imperante, mantienen su propio pensamiento, cotidianidad, sus propias normas, su cosmovisión, guardados aún por las sociedades llamadas originarias del Ande y que difieren del pensamiento occidental de corte judeocristiano. Este caso se refiere al conocimiento médico, entre el saber autóctono y lo académico occidental, entre la medicina alópata y la “tradicional”, entre lo que cuesta dinero y lo que se acopia de la naturaleza; entre dos conocimientos: uno que impulsa a comprar medicamentos (capitalismo), el otro que se sostiene de un cúmulo de saberes basados en la experiencia de milenios (reciprocidad, transferencia generacional de conocimientos para cuidar la salud), conocimientos maravillosos si se imbricaran o al menos se complementaran en bien de la humanidad misma. Como señala, el antropólogo García: “los pueblos son portadores de sistemas de comprensión y entendimiento con el entorno que generan conceptos y categorías de explicación propias” (García Miranda, 2015: 42) Es de esta manera que los pueblos experimentan, conocen y transmi- ten un conocimiento adquirido de manera gradual, generado en su entor- no tanto natural como social; así, el poblador andino desde siempre ha guardado una relación recíproca con la naturaleza, pues ésta le da recur- sos que son usados de manera racional, y a cambio el hombre la protege y conserva; el abuso en la explotación de la naturaleza ya corresponde a otras formas de pensamiento basado en intereses capitalistas. Desde esta perspectiva, estos saberes milenarios navegan sin embargo en un mar de intereses mezquinos, basados en la acumulación de riquezas, donde todo se ve como mercancía, lucrando incluso con la necesidad de sa- lud. En otras palabras estudiosos versados en este tema sostienen que hay: “…quienes llevan a empeñar lo que se puede porque hace falta dinero para pagar gastos urgentes, muchos de ellos en atención médica y medicinas. Se cobra mucho dinero de intereses y eso se llama “usura”. Al final las familias se la pasan pagando lo que no debieran deber.” (Hersch y cols., 2016: 6-7). Como vemos, estamos inmersos en un sistema donde todo funciona al son del dinero. Es importante anotar que en la actualidad, existen “curanderos”, médi- cos tradicionalistas, layas, graniceros o como quieran llamarse, que prac- tican esa medicina como un medio especializado que genera honorarios o dinero por su consulta, desde un perspectiva totalmente occidental y propia del sistema capitalista, como el médico que cobra a su pacientes por consulta; sin embargo, muchas personas, como es el caso de quien me trató, no lo hacen con ese fin meramente económico. En estos pueblos originarios, existen y se practican sistemas de reci- procidad y solidaridad, donde el conocimiento se utiliza en bien del ser humano, sin esperar satisfactores económicos (dinero) a cambio, y donde el acceso a ese conocimiento es más generalizado, queda en la memoria

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