Número 48
9 sobre los mismos, otorga especificidad a las formas aplicadas para la so- brevivencia de las congregaciones en disputa en la sociedad burguesa. 5 En México, la voluntad de la clase burguesa transnacional se manifi- esta por medio del Estado burgués –esto es, la posición que asumen los operadores del mismo a través de la política pública que expresa una economía política extendida- y expresa el interés de dicha clase que por medio de programas, proyectos, tratados, convenios jurisdiccionales o ac- uerdos económicos, demanda la seguridad necesaria para la circulación y acumulación de capital con la apropiación para la explotación extensiva e intensificada de la fuerza de trabajo y los bienes naturales. 6 En ello, las distintas imágenes que niegan la diferencia –expresado como lo real del multiculturalismo- también son formas de asegurar la acumulación de capital ideologizada desde el supuesto mitológico del desarrollo económico, el progreso técnico e industrial, el empleo asalari- ado, el cosmopolitismo, el arribo a la modernidad, en fin, el incremento en la calidad de vida. 7 Situación que en sí misma opera en detrimen- to del patrimonio cultural de las comunidades, entendido ése como el conjunto de bienes culturales tangibles (paleontológicos, arqueológicos, históricos y artísticos, edificados y paisajísticos, muebles e inmuebles) e intangibles (lingüísticos, filosóficos, rituales y festivos), en los cuales descansa su identificación. Esto es propio del proceso de reestructuración económica que opera a nivel planetario y que ha implicado para México su integración, por ejemplo, a grandes bloques geoeconómicos como lo es la región conti- nental de América del Norte consolidada por medio del Tratado de Li- bre Comercio (TLCAN), como estrategia para la transnacionalización del capital según la división internacional del trabajo y de los mercados cor- respondiente a la fase actual del modo capitalista de producción. Estrate- gias regionales que a la fecha han propiciado ventajas competitivas para EE.UU. y Canadá según la integración económica y el reordenamiento territorial observado. En este orden de ideas, es que el TLCAN se inscribe en las formu- laciones derivadas del Consenso de Washington. 8 En dicho consenso se planteó la necesidad de “actualizar” el marco legal y aparatos administra- 5 En la visión geocultural del liberalismo centrista el concepto cultural, Occidente, que fue desarrollado precisamente en el periodo de 1815 a 1848, en parte por Auguste Compte, en parte por diversos teóricos rusos –ansiosos por arribar a dicha forma cultural de civilización-, se atribuyó como estandarte de la libertad individual contra un Oriente sin libertad, económi- camente retrasado y despótico. Éste, menciona Wallerstein (2014), habría de convertirse en el patrón durante el resto de los siglos XIX y XX; total que las comunidades epistémicas non gratas serían asechadas y sujetadas a valoración desde los pilares epistémicos de ese Occidente libe- ral centrista: razón, orden y progreso. 6 Algunos de esos instrumentos son el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte, Área de Libre Comercio de las Américas, Plan Puebla-Panamá, Proyecto de Integración y Desarrollo de Mesoamérica, Iniciati- va Regional Andina, MERCOSUR, Plan Colombia, Iniciativa Mérida, entre otros. 7 Por ejemplo, los conflictos suscitados entre gobiernos, empresas y comunidades por las maneras de percibir y vivir el agua son conceptualizados como “las guerras del agua” (Shiva, 2003: 9). 8 El antecedente inmediato del Consenso de Washington fue: “Los Acuerdos Bretton Woods celebrados en una conferencia en julio de 1944, partieron de tres grandes premisas: desarro- llo, estabilidad financiera internacional y liberalización del comercio. A la conferencia asistieron 44 países; sin embargo, dos estrategias predominaban en ese momento, la británica y la esta- dounidense, siendo esta última la de mayor influencia entre los países asistentes” (Martínez y Soto, 2012: 36).
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