Número 50
16 tierra, incluso las costillas aún siendo tan frágiles, se encontraron comple- tas. Por ello considero que su ubicación no fue casual ni fueron “entierros” de época prehispánica. Partiendo de este planteamiento, las cuentas de piedra verde y la concha de los collares, así como los cascabeles, parecieran indicar que las cos- tumbres prehispánicas de ataviar a sus muertos perduraron en este lugar muchos años después de la conquista. Pero el lugar donde fueron ente- rrados queda fuera de esas costumbres, porque no existen evidencias de enterramientos debajo de columnas, pilares o muros de las construcciones prehispánicas a manera de ofrendas o sacrificios. Mientras los exploraba, trataba de encontrar una explicación del por qué fueron enterrados en esos lugares y empezaron a llegar recuerdos. En Zum- pango del Río, cuando llovía demasiado y las crecientes aguas del río Mezca- la, pasaban por encima del puente, la gente se atemorizaba por la posibilidad de que la corriente se lo llevara o cayera en ella. Pero a la vez, había una cier- ta tranquilidad, porque se decía que “estaba bien sostenido” y “no le pasaría nada”. La tradición oral aseguraba que en cada una de las columnas o pilares que apoyaban al puente había los restos de una persona que fue colocada de pie para que sostuviera al pilar y gracias a ellos el puente no caería. Esta versión de “emparedados” para dar resistencia a puentes y quizá a otras construcciones, parece común dentro de las “creencias populares” en las distintas regiones del país, pero su origen se ha perdido en la memoria del tiempo. NOTA. Durante varios años me acosó el sentimiento de culpa por no ha- ber publicado en su momento algunos trabajos realizados en esta parte de Guerrero. Pero, sobre todo, por haber perdido libretas de campo con información, dibujos y hasta observaciones del trabajo en los templos, como la modificación del número de óculos en el tambor de la cúpula del templo de Xochihuehuetlán, entre algunas; Haber perdido los planos de los templos con la ubicación de excavaciones y entierros, olvidados en casa del ingeniero responsable de la restauración cuando impartí una plá- tica del trabajo arqueológico y nunca los recuperé a pesar de solicitarlos varias veces, incluso a través del arquitecto Gutiérrez; a ello se suma el haber perdido buena parte del registro fotográfico, por haberlo prestado a diferentes personas y dependencias para sustentar la restauración, ma- terial que tampoco me fue devuelto ni entonces ni después. A pesar de ello, considero pertinente la publicación de este testimo- nio. Los datos que utilizo, incompletos en algunos casos, son anotacio- nes en dibujos que en su momento fueron provisionales.
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