Número 50
62 con desechos del petróleo y la agroindustria con las grandes plantaciones de monocultivos que destruyen la biodiversidad y producen monotonía; desaparece la diversidad y al final la tierra muere. De allí que los mega - proyectos, incluyendo las represas hidroeléctricas, explotaciones mineras y petrolíferas; las políticas de la Organizacion Mundial del Comercio, el Plan Puebla Panamá, los Tratados de Libre Comercio y la proliferación de par- ques industriales o de maquilas; las plantaciones de monocultivos como el banano, caña de azúcar, palma africana, las plantaciones para biocombusti- bles y la industria camaronera destructora de los manglares figuren, junto con sus estrategias de enriquecimiento multinacional, entre las principales causas de la desaparición de todo tipo de plantas medicinales, de la rique- za genética y del patrimonio cultural. En Honduras estos hechos se manifiestan con los desalojos violentos y despojos de la tierra en contra de indígenas, garifunas y campesinos, condenando con ello a los pueblos a la más terrible miseria. En innumera- bles ocasiones hemos dado nuestro testimonio médico acerca de la bruta- lidad policial y militar contra las manifestaciones de protesta del Consejo de Organizaciones Populares Indígenas (COPIN), y de las organizaciones chortíes, garífunas y campesinas. De manera heroica estos pueblos han resistido luchando contra el despojo de sus tierras, el divorcio de la vida comunitaria con las plantas, los animales y los seres humanos. Hemos sido testigos de cómo en comunidades campesinas han sido de- molidas sus casas con tractores y “bulldozers”; sus maizales y frijolares arrasados por los cuerpos policiales y militares y quemadas sus viviendas, tal como ha ocurrido en los campos banaeros (Tacamiche), La Paz, Las Li- mas y en Nuevo Despertar, en La Sabana en las proximidades del Lago de Yojoa. También hemos sido testigos y actuantes en la resistencia a la explo- tación minera en el Valle de Siria, en San Andrés; La Labor de Ocotepeque, Comayagua, Aramecina, Güinope, El Paraíso y otras. En igual forma, he- mos sido parte de las denuncias del asesinato de campesinos y ecologistas defensores del bosque. Se ha relatado esta historia de violencia contra nuestros pueblos porque también es una agresión a las plantas medicinales y el primer desafío es la defensa de la biodiversidad como parte de la salud integral. Sin tierra no hay vida, no hay dignidad, no hay cultura. El segundo desafío es la salvación de las semillas. La preservación de las semillas de maíz, papa y fríjol o frijol ha servido para alimentar a gran parte de la humanidad. En igual forma, se hace nece- sario conservar las semillas de las plantas medicinales; existe un sinnúmero de plantas que tienen ambas funciones: ser nutrientes y ser sanadoras. Por otra parte, la ciencia moderna desconoce aun las propiedades de la mayoría de las semillas, hojas, y tallos de las hierbas llamadas “salvajes o silvestres”, quizás porque han resistido a través de los siglos las agresiones químicas. Es necesario desarrollar la costumbre de compartir semillas entre las comunidades locales y también entre las comunidades hermanas de Meso América, América Latina, África y Asia; sería una forma de compartir la soberanía alimentaria entre las comunidades y de aprender a cómo preser-
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