Número 50
63 varlas. Hay que organizar los bancos de semillas para conservar el tesoro genético que tenemos pero que ignoramos. Proceder por lo tanto a hacer un inventario de las semillas y plantas y educar a las poblaciones para que no participen en la extinción de las especies de animales (pájaros, murcie- lagos, monos, insectos) y la diversidad del bosque que mantiene la vida de las semillas. Sin embargo, los bancos de semillas debe ser componente de la seguridad por parte de las comunidades organizadas, porque los biopiratas multinacionales están, como depredadores, continuamente al acecho. Contrastando con este espíritu, se encuentra la lógica del capital que se está apoderando de patentes no sólo de plantas medicinales sino de anima- les e incluso de carcaterizaciones genéticas de los seres humanos. Resulta, por lo tanto, injusto que tengamos que importar semillas híbridas de plan- tas medicinales o bien de aquellas que crecen en climas y ambientes dife- rentes. Esto crea dependencia externa y empobrece a nuestros agricultores. En el marco de la biotecnología y de la violación a la soberanía ali- mentaria se han desarrollado los transgénicos u organismos modificados genéticamente, que además de causar viejas y nuevas alergias y otras en- fermedades, están alterando el futuro de las especies animales y de plantas de uso alimentario y sobre todo están ocasionando hambre y miseria entre los campesinos y grupos étnicos, ya que el costo de esta tecnología no está al alcance de los trabajadores de la tierra. Como consecuencia directa de tratados comerciales sin equidad econó- mica y social, se han presentado novedosos fenómenos de cuasi extinción cultural; tal es el caso de la tortilla de maíz, que siendo la base ancestral y milenaria de alimentación de nuestro continente mestizo, ahora no se en- cuentra a disposición de la gente más vulnerable por el acecho del hambre, por la simple razón de que no pueden comprar el caro maíz transgénico norteamericano; ello con el agravante de que el fenómeno ya se ha exten- dió a los otros países mesoamericanos, hacia el sur del continente. El tercer desafío es el agua. El área mesoamericana es abundante en agua, dulce y salada; somos una zona de huracanes y tormentas tropicales, y sin embargo el agua ha dejado de ser libre en su intercambio con los seres vivientes. Los que menos tienen acceso al agua son los pobres, los desplazados. Las empresas no se apode- ran de cualquier suelo, sino de las mejores tierras, o sea las que tienen agua disponible en abundancia para sus cultivos. Los países ricos dominantes
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