Número 50

64 cada vez disponen menos de agua dulce y siendo previsores y colonizado- res, para tener un mejor control del vital líquido, han privatizado el agua en las naciones dominadas. La falta de agua altera la biodiversidad, menoscaba la produccion agrí- cola de las comunidades y vulnera el crecimiento y la reproducción de las plantas medicinales y alimentarias. Existen megaproyectos que encarcelan el agua en las llamadas represas, desplazando a pueblos enteros, despoján- dolos de su tierra y de su cultura. Desde luego, existe resistencia contra la construcción de represas tales como la de El Tigre, entre Honduras y El Salvador; y la de El Patuca II, en la zona nororiental de Honduras. Cuando se mantiene la biodiversidad y el bosque y se preservan el suelo, las cuencas de los ríos y las micro cuencas, el agua respeta a la vida, porque ella es la vida misma. Los árboles amarran la tierra y aunque llueva torrencialmente o existan huracanes, los daños son menores; pero cuando se deforesta el bosque y se destruyen los manglares, se pierde la biodiversi- dad y por lo tanto se extinguen especies animales y vegetales. Cuando el agua está encarcelada ya no está viva, está enferma y es lugar donde crecen los mosquitos que transmiten la malaria y el dengue. Otro caso correponde al agua contaminada por plaguicidas; por residuos tóxicos y metales pesados de la industria minera. En esta agua no hay vida y en términos científicos estrictos ha dejado de ser agua, porque está muerta. El agua de un manantial con todas sus especies vivientes si no está contami- nada podemos beberla y no nos hace daño. En el caso de las plantas medicinales necesitamos agua sana porque si hidratamos las hierbas con agua encarcelada tenemos más bien plantas prisioneras por bacterias y hongos y por lo tanto enfermas, que también al consumirlas hacen daño a la salud. Por eso, en las “represas” las aguas es- tán encarceladas y, tal como su nombre lo indica, han vuelto a ser “presas”. El agua libre y sana es fundamental en el crecimiento y preservación de las plantas medicinales. El cuarto desafío es la conservación y protección de los suelos. El suelo está en contacto directo con el agua superficial y el aire atmosfé - rico. Los humanos, al igual que las plantas, dependemos de esta íntima relación. Inmediatamente debajo del suelo, entre éste y el agua subterránea se encuentra un área que no está satu- rada de agua y que recibe el nombre de zona “vadosa”. El suelo es una mezcla compleja de fragmentos de rocas, residuos orgánicos que provienen de plan- tas y animales, agua y miles de millones de or-

RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=