Número 50
69 Las inversiones económicas para producir un producto farmacéutico son elevadas y casi incompatibles para un mercado local. Cuando no puede o no conviene sintetizarse químicamente el producto con el principio activo, se requiere enormes cantidades de plantas y el desarrollo de monocultivos. En el enfoque de la sabiduría ancestral la planta es algo sagrado; hay que pedirle permiso a la Madre Tierra para cortar parte de ella o su totali- dad: la preparación es sencilla y de aprendizaje rápido y puede ser realizada sin una gran infraestructura. Existe una experiencia acumulada y milenaria acerca del uso de las plantas medicinales, las cuales efectivamente contri- buyen en la curación de las enfermedades. Nuestra posición no es negar o rechazar la sabiduría cultural y popu- lar; por el contrario, sin idealizarla, hay que rescatarla para que nuestros pueblos se apropien de ella. Hay que crear las escuelas o universidades donde sean rescatados íntegramente estos conocimientos y sean parte del patrimonio cultural. Estos centros de educación destinados a la preven- cion y promoción de la salud bajo una visión ecológica y social, deben ser protegidos y estar bajo el control de las propias comunidades, tomando en cuenta los aspectos éticos de la vida para evitar que se apoderen aquellos grandes intereses que comercian con las medicinas. No se puede negar el avance científico y tecnológico y es importante que los pueblos también aprendan este conocimiento y se articule la visión científica y técnica de la medicina con la sabiduría cultural. Lo fundamental es que las comunidades desarrollen conocimiento para resolver sus propios problemas de salud y que también puedan saber cuándo acudir a la me- dicina ortodoxa, porque ambos conocimientos, cuando están basados en la vida y en la ética, son necesarios . El noveno desafío es cómo resistir o superar las relaciones de poder do- minante sobre nuestros pueblos. En este sentido, la educación es fundamental y debe comenzar con los arriates o jardines de plantas medicinales y nutricionales sembrados en los patios de cada casa o en áreas colectivas comunitarias. Este acercamiento nos educa para proteger el ambiente y a vincularnos a nuestra cultura. La resistencia es contra el despojo de las tierras, por la protección de la biodiversidad, las semillas, los bancos genéticos, el bosque y las fuentes de agua; y por respirar un aire sano. Pero también se trata de resistir ante las prebendas y sobornos de las multinacionales. El saber es una forma de poder porque en este caso está ligado a la cultu- ra y a la forma de resistir no sólo a la enfermedad, sino también en cómo las plantas medicinales y nutricionales nos dan fortaleza para vivir y ser libres y aprender que debemos vivir en una comunidad nacional e internacional unida contra la injusticia ambiental y el irrespeto a los derechos humanos. El décimo desafio es entender que existe una estrecha relación entre las plantas medicinales y los alimentos. Por lo general toda planta alimenticia es medicinal. El consumo de estas hierbas también nos ayuda a mantener los ecosistemas de los intestinos y de las vías respiratorias. En este caso, el alimento también son los aromas
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