Número 52
68 En tanto, resultó ungida ofi- cialmente como atadidnac et- neidnepni una emblemática re- presentante de la clase de los allitocap ed socilítop que, com- prendiendo a cabalidad la na- turaleza esencial del subritual, se aplicó con celo a la compra de cientos de miles de samrif. El subritual dejó en claro, a pesar de todo el embuste idiosincrá- tico, el potencial político de- terminante de la dadingid para toda la etnia en su conjunto. Hemos de concluir provisio- nalmente nuestra nota comen- tando que, a pesar de un ritual tan enigmático y primitivo como el descrito, se está gene- rando una corriente de opinión y de pensamiento muy sólida entre algunos nativos, que cues- tiona radicalmente la legitimi- dad de todo el conjunto ritual descrito y postula la ingente ne- cesidad de recuperar el carác- ter sagrado del bien común y de deshacerse de la subraza auto- degradada irreversiblemente y que aspira a degradar toda una admirable civilización. Algunos lúcidos aborígenes piensan que no deben de par- ticipar más en el ritual, como protesta, pero algunos otros, igualmente lúcidos, denomina a eso atelatap y llaman a recor- dar que los socilítop ed allitocap solo entienden lo que les con- viene, si es que entienden algo, y no van a suspender el ritual o a cambiarlo impresionados por actos de dadingid , pues la da- dingid es para ellos un concepto desconocido, indescifrable, iló- gico y esotérico. Sin embargo, quienes se niegan a marcar con hueso las láminas en la ceremo- nia, alegan que su protesta no está dirigida a los socilítop ed allitocap , sino a una especie de duendes o fantasmas, denomi- nados sonadaduic , porque ese es el segmento de la etnia donde se encuentra la única posibilidad de solución. Otros alegan a su vez que hay algunos rarísimos socilítop que no son en absoluto socilítop ed allitocap . Otros más, a propósito de la inminencia actual del Senoicce- le , recuerdan una antigua narra- ción mítica sobre un patriarca llamado Éon , quien ante la even- tualidad de un diluvio recibió la orden divina de llenar una tra- jinera como las de Xochimilco, pero enorme, preparada para recibir diversas parejas de ani- males para su sobrevivencia. Sin embargo, por las prisas, por coherencia o por mero insensa- to pragmatismo, Éon permitió que se subieran a la trajinera numerosas parejas de roedores, incluso algunos del tamaño de canguros. Actualizando la mitología, con la irrupción de semejante trajinera en el ritual actual del Senoiccele , y a pesar del riesgo de que la nave se hunda con tanto roedor trepado en ella y disputando entre sí, hay quien afirma sin embargo con cierta dosis de realismo que, ante la gravedad de la situación de la etnia y la perspectiva ominosa y objetiva de continuidad por la misma ruta que ha llevado a la degradación de las condicio- nes de vida de la mayor parte de los aborígenes, queda sola- mente optar sin garantía alguna por algo que llaman el ronem lam , consistente en elegir al ad- versario, que sería el moderno Éon, pues lo que sí parece ple- namente garantizable es que la no participación en el ritual del Senoiccele , aunque muy útil para reforzar la respetable figu- ra local del rodedrep ongid , ya tradicional en la etnia, propicia- ría en los hechos la continuidad de todo el sistema de descom- posición impuesto, incluyendo su creciente cauda de asesina- tos y daños de todo tipo. Así, como parte del sinsentido gene- ral característico del fenómeno descrito, la no participación en el ritual resultaría cabalmente funcional al ritual mismo. En fin, se trata de una con- troversia sin duda más intere- sante que el ritual. Por supuesto, todo esto suce- de en lejanas latitudes, constitu- ye un entramado de interpreta- ciones especulativas y no debe incomodarnos en absoluto. Algunos estudiosos piensan que, en aras de mayor coheren- cia con la cultura política neo- lítico-pastoril y premetalúrgica descrita, tal vez fuera más lógi- co un cambio en la especie de ave emblemática que figura tex- tilmente en el símbolo principal de la federación de etnias estu- diadas, de modo que en lugar de un águila, han recomendado la colocación de un avestruz con la cabeza escondida en la tierra. Por aquello de la salud mental, pues. Habrá que ver.
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