Número 52

72 de la época de oro era hablar de maneras de convivencia, creencias y una vida cotidiana compartida por una abrumadora mayoría. -- ¿Cómo trata el cine el tema de la po- breza, en sintonía con los esfuerzos guber- namentales o con algún tipo de disonancia? -- Sería exagerado plantear que las pelícu- las mexicanas que abordaban la pobreza for- maban parte de una estrategia de propaganda gubernamental, pero sí habría que pensarlas como producciones que mantenían una cla- ra sintonía con la semántica gubernamental y en donde predominaba la autocensura de los realizadores. Probablemente las críticas hacia las políticas gubernamentales hechas desde el cine fueron más notorias en los inicios de la época de oro, con el melodrama ranche- ro. Este género retrató una vida idílica en las haciendas de corte porfiriano, en donde las tensiones de clase no existían y la vida se trataba de cantar, beber y enamorarse. En estas películas, que significaron los primeros grandes éxitos de taquilla, estaba totalmente ausente el reparto agrario, y es en este tipo de minucias en donde se pueden leer la clase de mensajes que se buscaban difundir, así como el tipo de productores que determinaban Nosotros los pobres. 1947 cómo llenar las carteleras. Podemos afirmar que en el cine se garantizó la transmisión de ideas tendientes a lo hegemónico gracias a un sistema de control informativo que estaba mediado por diversos grupos censores, que van desde las autoridades gubernamentales, pasando por los empresarios cinematográfi- cos, la autocensura de los realizadores y el visto bueno de grupos, allegados a la Iglesia católica, vigilantes de las buenas costumbres y la moral. …una vida idílica en las haciendas de corte porfiriano, en donde las tensiones de clase no existían y la vida se trataba de cantar, beber y enamorarse -- ¿Cómo cristaliza eso en forma de pelícu- la y en particular con el mundo de la pobreza? -- Todo esto da como resultado el predo- minio de historias ejemplares y llenas de es- tereotipos como la prostituta beatificada en la muerte, la madre abnegada, el macho ado- lorido, y el pobre bueno, entre tantos otros. Cuando se retrata a los pobres urbanos, sus representaciones cinematográficas de la vida en las vecindades parecieran otorgarle una especie de privilegio a quien las habita. En ellas el pobre bueno está siendo redimido por medio de su sufrimiento. Lo que existe es, en realidad, un discurso de corte religio- so que insiste en que los padecimientos son

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