Número 52

75 iteradamente con Pito Pérez, que llegó a las pantallas muy deslactosado, sin esa fuerza anticlerical y un tanto anarquista que le im- primió originalmente José Rubén Romero. Con excepción quizás de Buñuel, que sí tuvo un acercamiento a lo que quería representar, esa pobreza trasladada a la pantalla era un reflejo más del tono esperanzador que tenía el gobierno que de una realidad más feroz, como la que se leería en Los hijos de Sánchez , en los 1960. Salvo Buñuel y quizás Alejan- dro Galindo, que también tenía una vena un tanto social, los demás son pobres de set ci- nematográfico y las vecindades son los Es- tudios Churubusco. Difícilmente vemos pro- ducciones como Campeón sin corona , en las que La Lagunilla es también un personaje, o lo que serían Los olvidados , allá en La Romita y Nonoalco. Salvo Buñuel… y Alejandro Galindo -- Otro tema dentro la construcción de los pobres en el cine de la época de oro es la de las pobres. -- En los últimos años se ha insistido mu- cho en lo que llaman “la feminización de la pobreza”, y es que, en efecto, las carencias generan una mayor vulnerabilidad cuando se es mujer. Basta recordar que apenas en 1953 las mujeres fueron reconocidas como ciuda- danas para darnos una idea de lo lento que han transitado las garantías hacia ellas como grupo social. Y en el plano de las represen- taciones también existe un reflejo de esa composición social, desde el hecho de que difícilmente una mujer era el personaje prin- cipal de una trama. A ellas les tocaba desem- peñarse como madres, esposas u objetos de deseo. La mujer pobre padecerá más en las películas si es que no posee la compañía de un hombre a su lado; en caso de elegir jugar el papel de la esposa piadosa, ese sufrimien- to será reconfortado. Es decir, subyace la idea de que la mujer vale por su capacidad de mantener a un hombre a su lado y si es capaz Campeón sin corona. 1945 Los olvidados. 1950

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