Número 54

25 quedan y que, normalmente, permanecen en un segundo plano ante la intensidad y precisión que ofrece la ‘visualidad intacta’” (Ortiz, 1999:15). Comúnmente se cree que existe una sustitu- ción o compensación de los sentidos cuando una de las funciones de la percepción se altera, como si la falta de un sentido se sustituyera con el fun- cionamiento elevado y el desarrollo de los otros. Es preciso comprender que los sentidos que que- dan no asumen directamente las funciones fisio- lógicas de la vista y tampoco ocurre un “desarro- llo” en el resto de los sentidos. Al respecto opinan Florentina Blanco y María Eugenia Rubio: El hecho de que no sea posible utilizar informa- ción visual no implica una alteración estructural de los otros sistemas sensoriales. Estamos ha- blando de la célebre hipótesis de la “sobrecom- pensación”. La mayor parte de los trabajos que han intentado comparar umbrales perceptivos (no visuales) en ciegos y videntes no han en- contrado diferencias sustanciales. […] Lo que se sugiere es que se trata de sistemas [perceptivos como el somatosensorial, vestibular y auditivo] que no se reorganizan sustancialmente como consecuencia de la ausencia de visión. (Blanco y Rubio, 1993: 53). En nuestra sociedad solemos adjudicar a cada sentido un marco de referencia distinto asociado a su respectiva naturaleza, marcamos una di- ferencia tajante en la forma en que el mundo se percibe por los ojos y a través del oído, por lo que a partir de estas nociones solemos contraponer a los sentidos y desvincularlos. Para fines de abs- tracción resulta factible pensar a los sentidos por separado pero en la experiencia cotidiana no ten- dría que suceder así, ya que la percepción es un acto en el que todos los sentidos son partícipes de forma simultánea en el conocimiento del entorno. Para Le Breton el mundo resulta coherente y habitable si los sentidos concurren en conjunto, es así que explica: Las percepciones no son una adición de informa- ciones identificables con órganos de los senti- dos encerradas rígidamente en sus fronteras. No existen aparatos olfativo, visual, auditivo, táctil o gustativo que prodiguen por separado sus datos, sino una convergencia entre los sentidos, un en- castramiento que solicita su acción común (Le Breton, 2009:45). Siguiendo a Juhani Pallasmaa, la experiencia multisensorial “implica varios ámbitos de la ex- periencia sensorial que interactúan y se fusionan uno con el otro, las cualidades del espacio, de la materia y de la escala se miden [involucran] a partes iguales por el ojo, el oído, la nariz, la piel, la lengua, el esqueleto y el músculo. El sentido de la realidad de cada uno se fortale- ce y se articula por medio de esta interacción constante” (Pallasmaa, 2014: 52). Benjamín Mayer propone pensar la relación sensorial con el mundo desde una multisenso- rialidad que pareciera estar desapercibida para aquellos que nos enfocamos exclusivamente en lo visual. Sobre todo insistir no en la información aislada que nos ofrecen los sentidos sino los puntos en común, las interrelaciones que pue- den ocurrir entre ellos en circunstancias específi- cas y hasta ordinarias que muestran las cualidades visuales y no visuales del mundo (Mayer, 2009). Ordinariamente concedemos en la experien- cia sensorial la diferencia esencial que separa a las experiencias visuales de las acústicas, sin em- bargo la lluvia y el viento parecen trazar a veces un puente entre ambas. Por ejemplo, el relato de John Hull, quien quedó ciego a los cuarenta y ocho años de edad, nos muestra este puente que ocurre entre lo acústico y lo visual pues el sonido de la lluvia le devela a Hull aquello que se en- cuentra invisible antes de que pueda palparlo, él puede saber de los contornos de lo que le rodea por el sonido de las gotas de lluvia que percibe de ningún punto en particular sino de todas partes a la vez, al revelar en cada detalle las superficies sobre las que van cayendo. La lluvia le descubre el entorno como un cuerpo sonoro. Escribe Hull: La lluvia tiene la capacidad de resaltar el contorno de las cosas; cubre con un manto de colores cosas que antes resultaban invisibles; en lugar de erigir un mundo intermitente, y en consecuencia fragmen- tario, la lluvia persistente da continuidad a la expe-

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