Número 54

49 implica reducir su concentración atmosférica por una cantidad similar en dos décadas; en el caso del CO2, el dividir disminuir las emisiones a la mitad sólo significa que su concentración atmosférica continuará creciendo con la mitad de la velocidad con la que previamente crecía (IPCC, 2013). Si esperamos un poco más y entonces demo- lemos la economía basada en la quema de com- bustibles fósiles de un solo golpe enorme, dicha economía, aún cuando ya no fuese vigente, alcan- zaría a proyectar una gran sombra sobre el futu- ro: con las emisiones reducidas a cero, el nivel del mar podría seguir subiendo durante varios siglos, con sus aguas expandiéndose lentamen- te a medida que el calor llega a profundidades sucesivamente mayores conforme transcurre el tiempo. Una vez que se alcanza un cierto umbral, siglos después de que cesaron las emisiones –de- bido a la larga memoria del sistema climático– un océano calentándose y expandiéndose podría desencadenar el derretimiento de las capas de hielo, el deshielo del pergelisol 3 , desestabilizar los hidratos de metano o disparar otros mecanis- mos de retroalimentación positiva (IPCC, 2013). De manera que en su esencia, el calentamiento global es una mezcla confusa de escalas tempora- les. Las variables fundamentales del proceso –la naturaleza de los combustibles fósiles, las eco- nomías basadas en ellos, las sociedades adictas a ellos, las consecuencias de su combustión– ope- ran dentro de lapsos aparentemente no relaciona- dos, todos refractados en el evasivo presente de un mundo bajo calentamiento; en un sentido ele- vado del término, cada coyuntura combina aho- ra reliquias y flechas, bucles y aplazamientos que se estiran desde el más profundo pasado hasta el más distante futuro a través de un ahora que no es contemporáneo consigo mismo. Nuestro tiempo es, si algo, una época de diacronía. Dado que el calentamiento global está (i ) se- riamente cargado del pasado –experimentando a cada momento una temperatura mayor enviada desde el pasado– y (ii ) sustancialmente diferido –los efectos acumulativos de las emisiones actua- 3 El pergelisol es suelo a una temperatura igual o inferior a los 0 °C, punto de congelamiento del agua, durante dos o más años. les arribando en el futuro– surge una estructura ética deformada. La persona que daña a otros al quemar combustibles fósiles no puede, ni siquie- ra potencialmente, tropezarse con sus víctimas, pues éstas aun no existen. Viviendo en el aquí y ahora, cosecha todos los beneficios de la com- bustión y muy pocas de las heridas, las cuaáles serán sufridas por personas que aún no existen y por lo tanto, no pueden expresar su oposición. Así, cada generación se enfrenta con un in- centivo perverso para dejarle el problema a la siguiente, la cual también se beneficia con la quema de su propio combustible fósil mientras esquiva sus daños y así subsecuentemente, en un ciclo vicioso para infligirque generainflige daño. Mientras más persista la situación de seguir igual, más difícil se vuelve el salir de ella. Cada nueva ronda de conductos, de buquestanque, de plataformas de perforación en aguas profundas, so- brecarga las siguientes décadas con una masa más pesada aún de infraestructura en la que el carbono ha sido atrapado: se profundizan asían los surcos de la dependencia en la ruta elegida hace siglos. Cada generación que preside lasa sobre emi- siones crecientes de CO 2 , añade más que la an- terior a sula acumulación de CO2 en la atmós- fera. Por cada año que el calentamiento global continúe y las temperaturas vuelen aún más alto, las condiciones para la vida en la Tierra se verán determinadas más intensamente por las emisio- nes de antaño, de manera que se intensifica el control del pasado sobre el ahora –o, dicho de otra forma– surge inexorable el poder causal del pasado hasta el punto en el que ya es demasia- do tarde. El significado de ese destino terrible es la caída final opresiva de la historia sobre el presente. Usualmente, la historia no funciona de esta manera, pero en los tiempos del calen- tamiento global, las leyes de hierro de la econo- mía y la geofísica impulsan el pasado desde atrás, por decirlo de alguna forma. La tradición de las generaciones muertas pesa como una pesadilla sobre las mentes –y los cuerpos– de los vivos. Esto seguramente será más que una progre- sión gradual; los desastres repentinos del cambio climático abrupto –los cruces fatales de umbra-

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