Número 67

23 25 es necesario ser profeta, huevón. Basta con ver los ensayos de armas químicas en Afga - nistán. Basta con escuchar la radio. ..Basta, a veces, con verse al espejo. El último día habrá llegado si el miedo a vivir logra vencerte. El que quiere entender que entienda. ..Que entienda que estar vivo es la oportunidad para asumir un proyecto de fe - licidad hasta el último minuto. Sha-la-la-la... Y si, a pesar de todo, llega el día de los días, pues que nos agarre cagando. 4 No nos quede duda alguna de que el horizonte de vida para los jóvenes de extracción popular, y no sólo para ellos, pierde luminosidad por el quiebre de las certidumbres de la modernidad burguesa y por el abatimiento de la calidad de vida a escala local y pla - netaria. Los escenarios de la identidad y de las relacio - nes sociales, se tiñen de gris a negro. El auge de las na - rrativas crepusculares que acompañaron a la Primera Guerra Mundial y a la segunda, son un pálido aunque significativo antecedente del proceso cultural al que asistimos en los umbrales del tercer milenio. Rastrear el universo festivo (reventón, disco, tocada, etc.) y la práctica furtiva del graffiti pueden aproximarnos a una respuesta tentativa y provisoria. Carnaval toda la vida (1998) , una exitosa rola de los Fabulosos Cadillacs dice algo al respecto: “Por qué será que me gusta la noche/ porque todo el que que - da /es un padre para mí que se anima a decir todo/ y que te enseña a vivir/ lo que millones no se animan a decir”. 5 Las presencias y narrativas nocturnas son así revaloradas y sobredimensionadas, acaso por su presunta distancia frente a las retóricas diurnas de la demagogia y la simulación propias de los grupos de poder de cara al real modo de existir. En México, un chavo banda, nos recuerda que para ellos, la noche además de ser un tiempo de reventón, es también un tiempo de intercambios, 4 Escozor , N° 4 o N° 5, setiembre de 2001, p. 6. 5 http://www.rock.com.ar/letras/f/fabulosos53.shtml de sociabilidades juveniles y de confrontaciones: «En la noche nos juntamos (intercambiando ideas) ¿qué te pasó en el día? o así, ya sale cualquier bronca, alivianar a uno o chingar al otro, en cual - quier bronca» [crea, 1985:207]. Los filtros labora - les que se proyectan semanalmente, pero también los educativos, configuran el tiempo nocturno como el de mayores posibilidades de reunir a los integrantes de las tribus juveniles, potenciándose aún más los fines de semana. En las ciudades latinoamericanas la población joven ha incrementado de manera sensible su peso demográfico relativo en el curso de las dos últimas décadas. Este tendencia asume otro sentido si consi - deramos que en el mismo lapso, se ha contraído el mercado ocupacional, lo que ha redundado en una mayor presión social de este sector generacional emergido de las clases subalternas. Por lo anterior, pero también por otras razones, tenemos la convicción de que lo oscuro asume para los jóvenes un eje de mayo conflictividad frente al orden social existente en las ciudades latinoamerica - nas. Nos referimos a la presión juvenil por ensanchar sus consumos culturales nocturnos a pesar de los proyectos de control social y las más recientes inicia - tivas por criminalizarlas bajo las fantasmagorías del consumo de drogas, la pornografía y el pandilleris - mo. A partir de la crisis política ecuatoriana de 1999, se justificó una sostenida campaña represiva contra los jóvenes de extracción popular practicantes del hip hop en los espacios públicos de Guayaquil. La criminalización de estos sectores juveniles y de sus prácticas culturales no es más que un ejemplo de una tendencia más general: La municipalidad de Guayaquil ha emprendido una agenda que afirma el espacio público urbano como una suerte de escenografía para la belleza y el orden a través de la restauración de los parques centrales. Este proceso se enmarca, como en tantas otras ciu- dades del mundo, en una creciente tendencia para privatizar el espacio público y redefinir su consumo

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