Número 67

28 30 Salvando los tiempos y los anacronismos frente a la más reciente reaparición del cólera en nuestros países, las autoridades del ramo de salud reactualiza - ron viejas imágenes y prácticas de control sanitario, aunque a muchos urbanitas pobres, residentes en es - pacios marginales donde no existen los más elemen - tales servicios públicos de agua y drenaje, les resultara perversa la campaña mediática de lávese las manos tantas veces como sea necesario, al comer y al ir al baño. Nuestros gobiernos y sus élites acaso ignoran la distribución desigual de un bien escaso en las gran- des ciudades latinoamericanas, y que el agua más cara es la que se vende por vía informal en los barrios de mayor marginalidad . Lavarse y comer se ubican en la frontera límite y contradictoria de la subsistencia precaria. Aun el acceso a las aguas de las poblaciones marginales ribereñas de los ríos saben de la inevitable fetidez de sus aguas y sus inevitables y múltiples usos. Los colores y rostros del estigma La mancha en su acepción más amplia pertenece a la semántica escatológica por su carga simbólica de im - pureza, suciedad, contaminación y estigma. La man - cha acentúa su carga negativa al significar lo femenino sea desde lo religioso o de lo profano. La gravitación simbólica del pecado original, el comportamiento se- xual que transgrede el orden patriarcal y la periódica mancha menstrual así lo refrendan. 8 Sin embargo, la mancha desliza su abigarrado simbolismo más allá del género, afirmándose como una categoría cultural po - lisémica y multiforme. Las muchas marcas corporales de lo mórbido, particularmente las de la lepra y la sí - filis, representan simbólicamente los más logrados y eficaces estigmas culturales del otro. 8 En las culturas no occidentales los tabúes sobre la menstruación pueden estar o no asociados a cargas negativas dependiendo de las ideas locales y las es - tructuras de poder que marcan las relaciones de gé - nero. La mayoría de los tabúes coincide en atribuirle a la sangre menstrual “poderes únicos” respetados y/o temidos [Gottlieb, 2000: 346] En lo general, la mancha cobra su sentido más amplio en su polaridad y complementaridad frente a lo limpio, así como en sus poco visibles mediaciones. Recordemos que hay una categoría laboral de acto - res de lo bajo y lo sucio, cuya función es la limpie - za del entorno privado y público. En el plano de las creencias, la mancha va más allá del pecado porque puede adoptar formas secularizadas de significación y representación simbólica. Bajo la presión neoliberal que exalta el indivi - dualismo y depreda los espacios de socialización y sus redes, la mancha como categoría cultural acre- cienta las distancias entre lo privado y lo público, la riqueza y la pobreza, la seguridad y la inseguridad. Los contados casos que invierten esta lógica cultu - ral, no hacen más que refrendar su peso creciente en nuestras ciudades. La mancha como tema apocalíptico aparece en la rola juvenil Profecía , lanzada por el grupo mexica - no Exxecutor a fines de los ochenta: . . .hombres defecados / enroñan sus cuer - pos / que con aliento / esperan castigo / las iglesias manchadas / de sangre y mentira / llevan por dentro / renegados infames / prostitutas malditas / ofreciendo carroña / en las aceras de miserables / es la profecía desafiante / todo está perdido / seres espe - rando la vida / armas calientes / y antimoti - nes / matan y mutilan / sin piedad alguna / buitres,/ratas / tragan la carne / hasta dejar los huesos. . . [ cit . por Urteaga, 1998:243]. La mancha filia y altera lugares, actores y prác - ticas culturales. Recordemos que hay símbolos que revisten espontáneamente formas de significación analógica: “así el sucio es análogo de la mancha o ta - cha. . .” [Ricoeur, 1960:24]. La “mancha urbana”, la socorrida metáfora utilizada por los cientistas socia - les, urbanistas, arquitectos y cartógrafos, por un lado tiene implicaciones políticas y sociales fuertes, y por el otro, simbólicamente se ubica en las fronteras de

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