Número 67
48 14 emerge de la situación colonial y hace su entrada a la modernidad, los antropólogos tendrán el poder de hablar de los otros y por los otros por más de un siglo. También, la subrepresentación de las culturas y pueblos será una práctica de la disciplina hasta bien entrado el siglo XX; los indígenas del centro y sureste serán estudiados y los del norte permanece - rán más lejanos y desconocidos 16 . El legado de esta antropología al conocimiento del indio del pasado y contemporáneo es incuestio - nable, sin embargo se produce a través de categorías que connotan los prejuicios y el racismo de la época. Puede entonces sustentarse la hipótesis de que la antropología contribuye en este período, indirecta- mente, a mantener la condición de opresión de las poblaciones indígenas. El siglo XIX también es escenario de rebeliones y guerras de los pueblos indios, particularmente, en la segunda mitad del siglo, las que parafraseando a Najenson, tuvieron un carácter “contra nacional no antinacional” 17 . No exentos de contradicciones inter - nas 18 , los pueblos indígenas oponen una resistencia multifacética de base comunitaria, reproducen sus sistemas culturales y de valores, se organizan para defender sus tierras de propiedad comunitaria y sus territorios, buscan su inclusión en la nación y/o in - tentan restaurar un orden anterior mitificado en el sentido de Peter Worsely y Anthony F.C. Wallace. Antropología indigenista Indígena, indio, raza, naciones La revolución social de 1910 es el contexto histórico que define el lugar que el indígena ocupará en la 16 Sariego, 2000. 17 José Luís Najenson, Etnia, clase y nación”, Antropología americana, Instituto panamericano de geografía e Historia, México, 1984. 18 Véase Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva. “La lucha interna por el poder en las rebeliones yaquis del noroeste de México, 1824-1899, en Leticia Reina (coordinadora), La rein- dianización de América, Siglo XIX, México, 1997. sociedad mexicana hasta fines de siglo, cuando re - formas constitucionales neoliberales desconocen el artículo 27 constitucional que protegía formas colec - tivas de propiedad de la tierra. El fin de treinta años de dictadura en México, por una revolución social y agraria, significó un millón de muertos cuando la po - blación era de 16 millones, mayoritariamente cam - pesinos y campesinos indígenas. Las conquistas sociales de esta revolución que - dan impresas en la Constitución de 1917 y el inicio de una reforma agraria, y la figura de tierras ejidales y comunales y su imprescriptibilidad. Esta reforma permitirá la restitución de las tierras despojadas a las comunidades por los hacendados y abrirá una nueva etapa en la relación entre pueblos indígenas y Estado. La ciencia antropológica tendrá un papel más protagónico para hacer nación, forjar patria, en pa- labras de Manuel Gamio. La antropología indigenista recurre a la terminología de raíz colonial y siglo XIX, indígena, indio y raza. Los significados no cambian sustancialmente, pero el indígena se convierte en un sujeto de tutela institucionalizada, una nueva forma de protección, distinta a la República de Indios du - rante la colonia, puesto que la política del Estado es integrar y no separar, proyecto que la antropología hace suyo en el discurso y la práctica. Las imágenes étnicas en los años de la posre - volución son instrumentadas por el nacionalismo revolucionario y las políticas del Estado. Esta antro - pología todavía evolucionista produce la figura de un indígena adjetivado como atrasado, pasivo, aislado, marginado, fuera de la nación, obstáculo del progre - so, menor, que legitiman el tutelaje. El término de raza está vigente en el léxico de la disciplina, y parece seguir marcando una distinción biológica y cultural, asimilable a la cultura y a la comunidad nacionales por medio de la educación. El concepto de nación trasciende en las polí- ticas étnicas del gobierno del presidente Lázaro Cárdenas (en la década de los treinta), durante el cual se promueve, el reparto agrario y la organi -
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