Número 67
24 mismo término, pero lo hacen con estas polisemias muy contradictorias en que nos encontramos inmersos; el paradigma que pienso debemos de seguir analizando, es la interculturalidad desde el paradigma de la des- igualdad: nuestras sociedades están estructuradas desigualmente por su origen capitalista, por su origen patriarcal y colonial. Hay un sesgo de clase, de género, de casta colonial, el que genera estas desigualdades, en- tonces tengamos en cuenta que se trata de relaciones verticales, las que estamos llamando ahora interculturalidad, pero el término lo cubre más que lo denota, tiene que ver con lo que alguien mencionaba, con la cultu- ralización o el culturalismo que está ahora en nuestros discursos. Un segundo paradigma que aparece y me parece importante, es cuan- do los actores colectivos no hegemónicos se identifican a sí mismos, re- construyendo su propia cultura, espiritualidad, acumulando la diferencia que es una característica más horizontal: el paradigma de la diferencia significa que yo como actor diferente no quiero pensar en diferencia fren- te al Estado- nación y la sociedad hegemónica, y por eso necesito una estrategia de reconocimiento, de visibilización y lucha, reconstruyendo lo intracultural en el sentido de saberes, de sistematizarlos; quiero incor- porarlos a un currículum, quiero que mi lengua también se escriba y no sólo se hable, quiero estrategias de la diferencia, que son distintas de la desigualdad y del empoderamiento dentro de sus esquemas de desigual- dad, pero no confundamos unos con otros. A menudo colegas, lo hemos discutido, en la Universidad Intercultural se hacen diagnósticos de deter- minados problemas, como si fueran producto de la diferencia, y lo son de la desigualdad, “-¡Ah, éste chico no sabe escribir porque es náhuatl!, hay interferencias lingüísticas del náhuatl y por eso no sabe escribir”. No, no: hay esos problemas entre hablantes de náhuatl y no náhuatl si has pasado por una telesecundaria, tele bachillerato, todo este sistema de mala cali- dad de educación pública; entonces ahí la desigualdad se está disfrazando de diferencia, porque se acaba por identificar algo que nada tiene que ver con cuestiones étnicas o culturales. Otro paradigma que más cercano lo veo a la pedagogía es un paradig- ma de la diversidad: la diversidad es otro de esos términos que han tenido todo un boom discursivo, pero cuando hablamos de diversidad queremos definir y entender en términos de heterogeneidad, somos heterogéneos todos los seres humanos, las ideologías nacionalistas, lo etnoculturas, lo encubierto durante cierto tiempo, pero todos los seres humanos somos diversos de alguna manera y si queremos convivir en este tipo de con- flictos, necesitamos ciertos haceres-saberes para convivir en esas hete- rogeneidades, y eso tiene que ver más con esas teorizaciones que con la práctica, con discursos o con identidades más a nivel discursivo. Enton- ces, el paradigma de la identidad tiene que ver con estar interactuan- do continuamente con personas, grupos provenientes de otro horizontes culturales o religiosos, lingüísticos, generacionales, etcétera; entonces ese es otro paradigma y requiere de otras respuestas, no es únicamente una cuestión de desigualdad, no es una cuestión de diferencia en cuanto nosotros y los otros, sino tiene que ver con procesos de interacción, en- tre personas heterogéneas como las que ocurren en los centros de salud, 82
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