Número 67

26 Termino estas breves reflexiones con algunas tendencias que veo. Si com - paramos el norte global con el sur global, es muy llamativo que en todo el planeta se habla de interculturalidad, hasta hay un “budismo intercultural”, un “taoísmo intercultural”, entonces llama mucho la atención dónde se pone el énfasis, y sólo puedo hablar de los contextos que conozco: el europeo y el mexicano. En el contexto europeo, persiste una visión que podríamos llamar de individualismo metodológico, donde el individuo es el objeto de la educa- ción intercultural y a este individuo hay que dotarlo de ciertas capacidades; se ha tomado del feminismo el concepto de interseccionalidad para com- plejizar estas interrelaciones: no es sólo cultural, no es sólo etnicidad, no es sólo lengua, es también nacionalidad, religión, generación, capacidad, in- capacidad que tienes, etcétera, y todo eso nos vuelve sujetos, internamente diversos, con lo cual el concepto de interculturalidad, coincido con Cristina, tiene fecha de caducidad, si todos somos interculturales ya no tiene sentido, y menos “intraculturales”, no es una constelación social, es una caracterís- tica humana, entonces se habla cada vez menos de interculturalidad y cada vez más de diversidad, y en este sentido es interseccional, pero ¿hasta qué punto?. La coincidencia entre diversidad cultural y lingüística con una di- ferencia de género, profundiza posibilidades de inclusión y exclusión frente a la no coincidencia de esas dicotomías identitarias; eso es lo que veo en el continente norte global, ventajas sí, una noción rica, compleja de la diversi- dad; nuevamente se habla sólo a título de individuos, hay autores que criti- can el “grupismo” del debate latinoamericano, donde, y con esto termino, en el contexto latinoamericano y mexicano cada vez más, se habla en términos de actores colectivos que son actores de interculturalidad, y esa intercul- turalidad se relaciona con las persistencias coloniales. Eso es algo que en América todavía no se discute, pero recordemos lo que muchos autores han mencionado: no sólo los colonizados son producto de la colonialidad; tam- bién y mucho más los colonizadores, sólo que les cae el veinte un poco más tarde. Entonces eso ocurrirá también, pero en el contexto latinoamericano y mexicano me parece importante profundizar si tal vez en un horizonte de decolonialidad, coincido con Paul cuando menciona esto, lo que más necesi- tamos desde mi punto de vista es un análisis antropológico, historiográfico, de las colonialidades persistentes; no conocemos completamente formas de percibir lo propio y lo ajeno en sociedades como la mexicana, porque no estudiamos a todos los actores, no estudiamos a todos los objetos, entonces por eso la llamada, con esta mirada crítica sobre la colonialidad buscamos aquellos que sistemáticamente han logrado invisibilizarse, y la capacidad invisibilizadora es una capacidad hegemónica, entonces tenemos que estu- diar del lado con los sujetos con los que nos identificamos, pero no estudiar “sobre”: ese paternalismo tiene que acabar, sino estudiar a las secretarías de salud y de educación pública, estudiar esos gabinetes donde se inventan esas leyes que se mencionan, estudiar etnográficamente estos procesos de colonialidad internalizada, creo que ahí hay una gran tarea de lo que podría- mos llamar una antropología de la interculturalidad que esté comprometida con los actores sociales, pero que no les quite el micrófono, sino que busque estudiar esas esferas donde ni los pueblos originarios llegan, ni nosotros los académicos hemos intentado llegar. Muchas gracias. 84

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