Número 67
34 La explicación del terremoto tomó varios cauces además del inmediato, que más que razonamiento era una atribulada y masiva invocación. Por un lado, ante la certeza del terremoto como efecto de la punición divina provocada por la inmoral conducta de la población, resultaba imperiosa la necesidad de procesiones, rezos y actos devocionales y de arrepentimiento; por el otro, sin embargo, el terremoto debía ser abordado como un fenó- meno natural y por tanto, la destrucción de la ciudad reclamaba soluciones racionales y científicas. En esa segunda vertiente, las discusiones provocadas por el terremoto y el subsiguiente tsunami estimularon a su vez un amplio debate científico sobre sus causas: desde explicarlo como el efecto explosivo del agua y del aire atrapados y sobrecalentados debajo de la corteza del planeta, hasta el papel que podría jugar en ello la electricidad recién descubierta. Y así, si los terremotos podían ser entendidos, tal vez pudiesen ser previstos y su efecto aminorado; sin embargo, como sostiene Newitt, la causalidad física y natural representaba, dadas las predicciones entonces recientes acerca del cometa Halley en cuanto a su aparición periódica regular, una intru- sión mayor de la ciencia en un territorio que había sido tradicionalmente habitado por la religión y la magia. Este avance de la producción científica se asumía por algunos como inevitable, aunque 250 años después, si bien los terremotos pueden ser “medidos y entendidos”, no pueden aun ser pre- vistos con antelación suficiente, ni su impacto evitado del todo (2013: 142). De hecho, se afirma que a partir del terremoto en Lisboa inicia la moder - na sismología. 3 Entre otros autores portugueses que entonces intentaron encuadrar el origen del sismo en mecanismos de orden físico y natural, destacaron Antonio Ribeiro Sanches y Teodoro de Almeida (Cardoso, 2007: 175-176; Araujo, 2007). Sanches, médico interesado por abrir un campo vasto de intervención para la que denominaba “medicina política”, ante el carácter cosmopolita de Lisboa como capital de un imperio, había sugerido al gobierno portugués diversas medidas de higiene pública y seguridad ambiental, incluso meses antes del sismo, refrendando, por cierto, el principio de la responsabilidad básica del Estado en el cuidado y mantenimiento de la salud de toda la población (Araujo, 2007: 311-312). 4 Para entonces, Sanches había ya ter- minado su “Tratado da Conservação da Saúde dos Povos”, 5 impreso al año siguiente en París, donde advierte en su inicio la dimensión ambiental hoy plenamente vigente (1756: 2): …pretendo mostrar la necesidad que cada Estado tiene de leyes y reglamen- tos para proteger de muchas dolencias y conservar la Salud de sus súbditos; si ello faltase, toda la Ciencia de la Medicina será de poca utilidad: porque será imposible para los Médicos y Cirujanos, aun siendo doctos y expe- rimentados, curar una epidemia o cualquier otra dolencia, en una ciudad 3 Ello a partir de la pionera aplicación de una encuesta apadrinada por el mismo Pombal y distribuida en todo el reino a los dos meses del terremoto, indagando mediante 13 preguntas sus diversas manifestaciones e impactos (Cardoso, 2007: 175-176). 4 Ello puede ubicarse en el marco de la reflexión en salud pública de entonces, como se pue - de colegir en Sigerist (1981) y Rosen (1985). 5 La obra se encuentra disponible en: http://www.estudosjudaicos.ubi.pt/rsanches_obras/tratado_ saude_povos.pdf 92
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