Número 67
40 Jefes de policía y funcionarios, nerviosos, piden a la población que no salga de su casa, que el gobierno se encargará de “resolverlo todo” y así es en efecto, pero del mismo modo como ha “resuelto todo” hasta antes del terremoto: del peor modo posible. Y si en aquella Lisboa desastrada fueron ejecutados in situ los saqueadores, ¿qué sucede cuando las ejecuciones ex- trajudiciales son una constante habitual en el México de hoy, y quienes son desaparecidos, incluidas sus familias, no existen en virtud a la ausencia pro- gramada a que se encuentran sujetos? En términos de salud pública no se puede prescindir de contextos y sinergias. La “sobrevivencia” misma de los damnificados a permanencia es asunto secundario y no es una necesidad real, si se trata de individuos y grupos sociales desprovistos de presencia , so- metidos a procesos de ausencia programada que es preciso caracterizar. ¿Es éste un juego retórico o una realidad inmediata y tangible? Se administra el desastre, pues como ha señalado Estévez (2015), hay una administración del sufrimiento y añadimos, tan eficaz que ha sido ya integrada al panora - ma de lo habitual: el daño se naturaliza. Y así como el marqués de Pombal ya tenía una idea de su propósito general de reformas años antes del terremoto de Lisboa, y se valió de ese movimiento telúrico para afianzar las transformaciones que consideraba necesarias para la modernización de su país, así la situación de México ya era de por sí into- lerable antes de los recientes terremotos; en el México de 1985, aun cargado de desigualdad e injusticia como estaba entonces, no imaginábamos aún el grado actual de impunidad, corrupción, servilismo, frivolidad y oportunismo que hoy caracterizan a la clase política y económica en el poder. Y si se ha dicho que el terremoto de Lisboa desmoronó toda una geografía mental y afectiva (Lousada y Henriques, 2007: 188), los terremotos en México han sa - cudido un terreno degradado en esas y otras vertientes que tienen, todas ellas, una dimensión epidemiológica que se expresa sí en daños evidentes, pero en particular en una morbimortalidad usualmente soterrada. Además de las afectaciones específicas a la salud, los terremotos han impactado lo ya antes impactado: un patrimonio y una economía popular, un poder adquisitivo y una calidad de servicios que ya estaban, en mayor o menor grado, en condición de escombros. Y el riesgo, como ya ha señalado con tino Sabina Berman (2017) 7 es que a la reacción inmediata, categórica, de dignidad y solidaridad de la población, le siga el retorno a una vida co- tidiana cuyas necesidades inmediatas e ingentes, generadas y sostenidas por la damnificación estructural, militan no siempre a favor de los procesos organizativos. Ante ese riesgo de regresar a la damnificación estructural habitual, Berman (2007) advierte la emergencia de una sociedad civil mejor preparada que aspira a “ser sometida a la justicia y no al poder arbitrario de los políticos”, es decir, una sociedad que: …quiere por fin ser un México decente […] Lo que sí emerge de este sismo es una sociedad segura de su fuerza. Nuestro es ese orgullo y nuestra es también la furia para apartar a los que desde ahora trabajan ya para que lo olvidemos Y si varios autores de la Lisboa posterior al terremoto, describieron a raíz del desastre la emergencia de nuevos hábitos de sociabilidad, dada la 7 Véase la versión en video “El otro sismo que viene” en https://www.youtube.com/watch?- v=NBj-qHZkbuk (consultado el 1 de noviembre de 2017). 98
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