32, Julio-Agosto de 2014

Tiempo liminar: una aproximación a la tardeada urbana

La tarde puede ser mirada como un ámbito constitutivo de nuestro modo cultural de imaginar, pensar, sentir, narrar, dibujar o vivenciar nuestra temporalidad cotidiana urbana y sus diversos espacios urbanos o rurales, públicos o privados.

Dicho en otros términos, la manera de temporalizar la vida cotidiana y sus espacios, expresa y traduce nuestra identidad cultural. Sin embargo, en la medida en que compartimos un espacio intercultural, nuestras prácticas y representaciones, encarnan uno entre varios posicionamientos.

En general, la mirada de los estudiosos de la cultura urbana se ha afirmado sobre sus posibles lecturas espaciales, en cambio, todavía  son  muy pocos los que se han referido a los códigos temporales que atraviesan a estas miradas y que subyacen a toda espacialización. Nos sumaremos a los segundos, explorando desde nuestro prisma cultural –en parte individual en parte social– un segmento de la temporalidad que cumple una función fronteriza en la vida cotidiana urbana, signando comportamientos, espacios y  representaciones, entre los anclajes de la tradición y las nuevas exigencias de este tiempo.  Movilizaremos diversos relatos en función de dar cuenta de las diversas aristas de los consumos y representaciones vespertinas de los urbanitas capitalinos: crónicas culturales, relatos literarios, notas periodistas y observaciones de campo, entre otras.

 

Polisemia de la tarde y sus tropos

La tarde marca un parteaguas en los espacios públicos de nuestras ciudades contemporáneas, acaso porque cumple una función liminar o de mediación: entre el día y la noche, entre las salidas intempestivas de las escuelas y trabajos y el tendencial retorno a los interiores hogareños, salvo los fines de semana y días feriados, salvo también los que pudieron sortear los masificados flujos y ritmos de los días regulares. ¡Qué duda cabe que la tarde es un fragmento distintivo del cronos de nuestra vida cotidiana! Empero, no hay forma ni medida del tiempo social que no suponga sus respectivas espacialidades. La liminaridad y plasticidad de la tarde ha sido magistralmente poetizada por Octavio Paz: «Entre irse y quedarse duda el día, /enamorado de su transparencia. /La tarde circular es ya bahía: /en su quieto vaivén se mece el mundo. /Todo es visible y todo es elusivo, /todo está cerca y todo es intocable».[1] Mucho más decidor acerca de su impacto social urbano es el poema de José Joaquín Blanco, que a la letra dice:

La tarde se te para enfrente como si fueras fotógrafo. /No hay manera de evitarla, y el camión no llega. /Sólo podrás encajar tus puños en los bolsillos, /Métete un cigarro a la boca. //Humos, gente cansada, los muchachos que gritan; /La calle, sus luces, los novios. /No vayas a captar su tedio, su ruido fijo; /Que no se instale en tu casa como foto familiar en la sala. /¿Qué hacen la tarde y tú mirándose ahí, /Con ojos agrios, a media calle, toda la larga tarde?[2]


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El agolpamiento de imágenes que propone Blanco está significado por su fugacidad, el cansancio, algún distractor, la contaminación, la sonoridad y las luces callejeras, los deseos y las memorias familiares o de pareja. Lo paradójico de esta composición poética es que el autor la denomine « 7 P.M. », dada su ambigüedad de sentido: final de la tarde o comienzo de la noche. Al final de cuentas, es una atrevida síntesis del comportamiento social a calle abierta durante el último fragmento temporal de la tarde en la Ciudad de México.

La tarde, entre uno y otro tropo que los urbanitas la dibujan y la nombran, marca el flujo citadino y las diferenciadas prácticas y consumos culturales de los actores sociales.  Las rutinas distendidas de los habitantes de la ciudad, apuestan a favor de la tardeada y sus atributos distintivos. Es posible que las disciplinas y los ritmos inherentes del espacio de trabajo y de los servicios de transporte público, restrinjan o amplíen el horario de la tardeada.


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Las tardes pautan según los ciclos estacionales los consumos públicos y privados urbanos; sus contrastes se hacen visibles al comparar las tardes polvorientas de otoño con las tardes lluviosas del verano de muchas ciudades del país, independientemente de que por razones geográficas, no lo logren cabal simultaneidad.

Las « buenas tardes » que auguran añejos y convencionales saludos, no pueden prescindir del  convencional horario moderno y cotidiano, tampoco de los relojes pulseras o colectivamente de los relojes en los espacios de trabajo del trabajo o de estudio. En las capas medias y altas, las tardes urbanas en su acepción temporal más laxa y cotidiana se desenvuelve entre las comidas y meriendas, mientras que para las muchas plebes urbanas, la comida condensa sus posibles y reales consumos y sentidos.

Los modos consensados de referir el tiempo cotidiano en la ciudad de México para normar o concertar compromisos y encuentros de diversa índole, revelan cuan conflictuada anda para nosotros la modernidad. Nada más laxo que apelar a esos quantum tan plásticos y ambiguos como: « ¡al rato!, ¡al ratito!, ¡luego! » Pareciera que la norma moderna de signar los tiempos cotidianos, la hubiésemos declarado irrelevante a pesar incluso de nuestros relojes de pulsera, a pesar del reloj de la Torre Latinoamericana, o del minuto a minuto de la radio más cumplida de la ciudad. Sin embargo, nuestra semántica del tiempo cotidiano, tiene una categoría que porta un sentido concluyente y negativo: tarde. « ¡Llegaste tarde!», « ¡se nos hizo tarde! ». Y aunque a veces, opere como un justificante, cuando decimos a manera de disculpa:«¡Más vale tarde que nunca!», sus sentidos convencionales más fuertes indican que se nos acabó el tiempo esperado, concertado, programado, para cumplir con la norma laboral, con la convención social del encuentro, la visita, el turno, el viaje, la despedida o la felicitación. Desde otro lado del horizonte de sentido que venimos analizando, alguien nos puede convocar para « echarnos una tardecita », la cual estaría connotada por un gozoso y compartido tiempo de ocio. El sentido de la tarde se disemina y atraviesa la fractura de la interacción social en todos los demás segmentos del tiempo cotidiano. Llegar tarde puede suceder en la mañana, la propia tarde o la noche. La mirada al cierre de la tarde pierde forma y profundidad hacia arriba y el frente, particularmente de cara al poniente.


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El sentido del tiempo no cumplido que porta este uso convencional de la tarde, es concluyente y agregaremos, el más moderno de referir el tiempo cotidiano. Este sentido de pérdida de un quantum del tiempo cotidiano, no agota los sentidos de la tarde. La tarde es una construcción cultural urbana de un tiempo intermedio cotidiana, portadora de muchos sentidos. La tarde urbana puede ser vista como una categoría temporal polisémica.

La tarde urbana aparece marcada más por sus usos y consumos, que por los formales referentes del cronos de relojería contemporánea o de los añejos códigos de campanario. Recuérdese que éstos últimos, pautaron entre el siglo XVI y la primera mitad del XIX, sus sentidos y sus límites temporales, aunque posteriormente dejaron de cumplir su función religiosa normativa gracias al proceso de secularización vivido bajo clave liberal.

Un espacio de alta visibilidad social y simbólica como el Zócalo capitalino, no podía escapar a los ritmos de la tarde urbana. Un testimonio registra con fina sensibilidad sus ostensibles claves cosmopolitas y su peculiar economía informal, también los acelerados o pausados ritmos de los transeúntes, manifestantes y peregrinos. Una marcha o una peregrinación, una canción o una protesta popular.


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Curiosa concentración gastronómica

Sorprende que la tarde dé cabida a tres turnos gastronómicos: la hora de la comida, la hora del café y la hora de la merienda, todas ellas  altamente ritualizadas en la vida cotidiana de las élites y las capas medias. Mientras la comida ocupa la centralidad de la tarde, la merienda marca su límite temporal, y en medio de ambas, un café no cae mal; tampoco al final. José Joaquín Blanco evoca poéticamente la gravitación que han tenido los cafés de chinos en los consumos vespertinos en la Ciudad de México: « El día queda listo a las 6 pm, y abre, /La clientela en las calles se da prisa, /No sin por el café de chinos pasar antes /A sopear bizcochos en tazas humeantes ».[3] Una línea de continuidad, pero también de fractura la podemos encontrar entre los consumos plebeyos realizados en los cafés de chinos y los más contemporáneos de las clases medias en los «Starbucks», «Cielito Café» o «Juan Valdés», en tanto en que su ala más intelectual prefiere el café de la tarde en «La Selva», «El Moro» o «El Jarocho». Si la tendencia al consumo del café se reviste de interacción social en estos locales públicos, la merienda prefiere los espacios más familiares y privados.


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En los sectores más plebeyos y subalternos de la ciudad, la merienda tiende a diluirse y confundirse, gracias a una crisis que precariza su modo de vida cotidiano. Las condiciones materiales y sociales de reproducción son visibles y preocupantes: el salario mínimo que eufemísticamente es llamado vital y no da para mucho, las jornadas de labor fuera de los parámetros de la mil veces violada legislación laboral que dejan poco tiempo para esas tentaciones que otros actores urbanos atienden durante su tiempo de ocio.

La siesta para los trabajadores de las clases subalternas, en mayor medida que para las capas medias ha perdido alguna fuerza: Conspira contra ella el excesivo tiempo dedicado a cubrir las distancias existentes entre los locales del quehacer público (trabajo y estudio) de la ciudad de México y el hogar. Muchas veces la siesta se aplicaba en los parques, pero como bien lo retrata el Blanco en su poema, el proceso de urbanización ha recortado estos espacios y afectado dicha práctica:

Los condominios, el crecimiento demográfico /Se tragan los parques públicos. /Sin murallas de árboles /El sol nos toma por asalto //Hoy hice larga cola /Para tenderme bajo un árbol /Y otros aguardan su turno. //- ¿Más inquilinos para árboles tan escasos? /Los pájaros huyen indignados, /Se paran en los cables eléctricos /Como en huelga a la intemperie. //Nada tengo contra los pájaros /(Si no pretenden que duerma /Mi siesta sobre el asfalto); /Les chiflo, les sonrío, los llamo /A ocupar las ramas más altas //No me responden, aristocráticos; /Nos miran como a plebe subvertida /Que convirtió en tianguis sus palacios. //(Ciertamente tiramos basura, /Pero no es para tanto).[4]

 

Nuevas ideologías pretenden acabar con dicha práctica cultural. Lo refrenda la admonición dirigida por una revista destinada al consumo de las amas de casa: « No duermas siesta, ya que el medio sueño de la tarde espanta el de la noche o, al menos lo dificulta ».[5] Otras narrativas antisiesta sostienen que es cosa de vagos o que es muy mala para la salud.

La tarde entendida en función del horario cotidiano de las comidas asume una coloración más cosmopolita en las cafeterías de  la Zona Rosa o de la Condesa, anudada por los tiempos discontinuos de la burocracia capitalina y del heterogéneo contingente de turistas de muchas lenguas, tradiciones y preferencias gastronómicas.

Una crónica de los setenta, ha reseñado esta tarde de la Zona Rosa. Revistemos poscomida sus muchos signos:

A eso de las 17 horas la brigada mundana regresa al sol […]; Este es el momento en que los sibaritas que ya aprendieron su ‘Guide Bleu’ mexicana, aderezan la hora de la digestión con pastelillos como los que hacen a orillas del Danubio y café a la vienesa.

Sobreviene breve intermedio crepuscular; a poco ya con Venus en el horizonte, surge una marejada de muchachas indescriptibles  y de muchachos incompredidos que se acomodan en cafés…[6]

 

Rebeldías y protestas vespertinas

Las manifestaciones vespertinas constituyen toda una tradición en la protesta social urbana de las clases subalternas a partir del periodo posrevolucionario. Sería muy extenso recuperar los hitos más significativos de esta historia por hacer. Evocaremos uno de ellos, la movilización estudiantil conmemorativa del 26 de Julio de 1968 con motivo del XV aniversario del asalto al cuartel Moncada y en solidaridad con Cuba, a ocho años de bloqueo y embargo por parte del imperialismo estadounidense. Esta marcha se inició muy entrada la tarde y avanzó del Salto del Agua al Hemiciclo a  Juárez. No fue una manifestación aislada, formaba parte del clima de agitación de las izquierdas estudiantiles y que llevó al paro de fines de julio del mismo año. Refrenda lo anterior la movilización convocada por la vanguardia estudiantil del IPN, iniciada en la Plaza de la Ciudadela hacia el Casco de Santo Tomás a las cuatro de la tarde en protesta por la represión de los granaderos a alumnos de la Escuela Vocacional 5. Lo refrenda también una marcha mucho más radical que congregó a 30,000 manifestantes a las 3:20 de la tarde en el Museo de Antropología y que se dirigió al zócalo capitalino con la finalidad de realizar un mitin antigubernamental. Díaz Ordaz, fue coreado como persona indeseable e indigna del cargo de presidente de la república. Este hecho, asociado a la profanación del asta bandera nacional, al izar la bandera rojinegra, puso al rojo vivo la polarización simbólica entre el movimiento estudiantil y el gobierno en el marco de la Guerra Fría, preludiando los luctuosos sucesos del 2 de octubre. Ese trágico día, la tarde devino en una noche cruenta, como es por todos conocido.[7]


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En fechas más recientes, las manifestaciones de la resistencia convocadas a través de las redes sociales, las organizaciones sindicales y políticas o los movimientos juveniles y contestatarios han reactualizado, en los espacios públicos  sus tardeadas irreverentes, antigubernamentales y anticapitalistas. Citaremos algunos ejemplos muy capitalinos. La Primera Marcha Anti Peña Nieto, convocada por la corriente panista que lideraba Josefina Vázquez Mota, logró atraer a algunos colectivos del #YoSoy132 y de Morena, se realizó el 19 de Mayo de 2012 a partir de las 12:30. Una hora más tarde el contingente de manifestantes ingresó a la columna del Ángel de la Independencia, donde 50 mil manifestantes corearon al unísono, con ironía y humor: «Mis sueños no caben en tus urnas»; «Estamos hasta el copete de tus promesas».[8]

El 27 de septiembre de 2013, los contingentes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y los trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), realizaron la movilización y mitin conjunta con la finalidad de protestar contra la Reforma Educativa y la privatización de la energía eléctrica. 7 mil manifestantes, congregados a las cuatro de la tarde en el Ángel de la Independencia se movilizaron hacia las oficinas de la Secretaría de Gobernación. Prevalecieron las consignas magisteriales: « Gobierno, ratero, no tiene llenadero »; « Reforma educativa, es puro disimulo, que la hagan rollito y duro, duro, duro »; « El maestro, luchando, también está enseñando ». Sin embargo, se hacía sentir la voz coral de los electricistas al grito: « ¡Aquí se ve la fuerza del SME! ».[9]


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Las consignas han sido caracterizadas como « voces de orden » o « gritos de guerra », las cuales deben ser coreadas multitudinariamente en función de un objetivo político o sindical en una coyuntura dada. La coyunturalidad y propiedad de la consigna, expresada en la enunciación de su sentido apropiado y comprensible funda « un poder o una fuerza performativa ».[10] Una consigna anuda la idea fuerza al sentimiento que es capaz de encender (vergüenza, indignación, ira) en las masas. « La consigna correcta permite nombrar el momento decisivo […] » y su fuerza  radica en que « condensa y personifica el análisis  concreto de la situación concreta » (ibídem). En la cultura de la protesta urbano popular mexicana las consignas pueden revestir tonos de humor. Lo anterior, puede asociarse de manera legítima al sentido profundo de la tradición carnavalesca de inversión del orden o del mundo.

 

El prisma adolescente

El horizonte de sentido de los adolescentes capitalinos se bifurca según sus adscripciones sociales y culturales, así como de género. Un lugar privilegiado de configuración de sus tardeadas lo constituyen las escuelas secundarias. Nuestra aproximación a este universo de representaciones y prácticas culturales nos permitirá mostrar sus rasgos más relevantes sin perder de perspectiva sus singularizados disensos, gustos y disgustos. La patrimonialización que realizan los estudiantes de secundaria de la tardeada no es ajena al filtro de las autoridades educativas, las cuales limitan sus expresiones y consumos culturales. Ellos pueden decidir con relativa autonomía y la complicidad de algunos adultos (profesores, padres de familia o autoridades escolares) la coreografía de su tardeada, los géneros musicales a tocar y bailar, las botanas y bebidas, sus pausas o las incitaciones a momentos de euforia colectiva. La horizontalidad de quienes participan en este tipo de tardeadas descansa en las redes propias de las generaciones y aulas a las que pertenecen, así como a las que corresponden a la amistad y al noviazgo.

De lo anterior se desprende que para algunos adolescentes, resulta incómodo o poco atractivo quedar limitados por la no tolerancia del consumo de alcohol, la escasa permisividad frente a sus escarceos amorosos y algunas provocadoras manifestaciones de su gestualidad irreverente, propias de su edad. Uno de ellos, « Vasil E S », en foro abierto, la caracteriza de la siguiente manera:

«Es una reunión de adolescentes (generalmente de secundaria, entre 12 y 15 años) donde pareciera una pequeña fiesta: bocadillos, música, baile; generalmente se excluye el alcohol pero las chamacos son muy precoces. Se utiliza también para recaudar fondos en alguna actividad social (ya sea laica o pastoral)»[11]

 

Desde una perspectiva más atrevida quien se identifica como « everybody chilaquil!!! » sostiene : «es como ir de antro pero no en la noche sino en la tarde-noche esos eventos los hacen mucho aquí en México los chavitos de secundaria». [12] Por su lado, Mysterius aclara que existen las tardeadas con trago y que esas son las que le agradan: «es una fiesta para adolescentes o menores de edad en la que en vez de servirse alcohol se sirve refresco / yo prefiero las de alcohol.» [13]


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En cambio, la perspectiva de las « chavas » reivindica los sentidos más lúdicos y tradicionales de la tardeada adolescente. Para « athalia_chiquita »: « Es un festejo que se hace en la tarde para muchachos de secundaria donde se da refresco, agua fresca, sandwiches, tortas. Es un festejo sano para jovencitos ». [14] Por su lado, « Melissa » deja abierta la posibilidad de que la apropiación adolescente de la tardeada haya sido, en otro tiempo, de otra manera, al mismo tiempo que enuncia los atributos positivos que ella ve y disfruta: «… no sé si antes era otra cosa, pero en las que yo he ido, ponen música y bailan, usualmente ligan, venden bebidas a veces pero tradicionalmente no..., y claro termina como a las 9, c [sic] pone bien bueno si te quieres divertir en cualquier parte, espero que si vas te la pases Súper! ».[15]

En general, las tardeadas y sus sentidos variarán según el prisma de la edad, del género, de la adscripción étnica o cultural, de la clase social a la que pertenezca. De este universo sociocultural diverso, se cribarán otras expresiones de las tardeadas dignas de ser tomadas en cuenta.

 

Rodeada por extranjeros  

Exploremos la merienda fallida de los niños en la ficción narrativa, eslabonada a ese sentido negativo del tiempo no cumplido reforzado por temidas sombras o fantasmagorías callejeras, acaso para recordarnos su dimensión polisémica: « Cuanto tardaste. Mamá, le dije que iba a merendar a casa de Jim. Sí pero nadie te dio permiso para volver a estas horas: son ocho y media. Estaba preocupadísima: pensé que te mataron o te secuestró el Hombre del Costal. Qué porquerías habrás comido ».[16]

Los atardeceres configuran un tiempo deseable para la interacción fluida intergéneros, frenando esa clave moderna que se afirmó a partir de la segunda mitad del siglo XIX, masculinizando los espacios públicos. Acaso por ello, un poeta mexicano no pudo dejar de metaforizar la tarde por sus efluvios femeninos, así dice: « Ruedan las olas frágiles/de los atardeceres/como limpias canciones de mujeres ».[17]

La canción « Mi ciudad » de Eduardo Salamonovitzy Guadalupe Trigo, recoge una visión romántica y sensual del cuerpo femenino de la ciudad en las tardes pluviosas de verano: « En las tardes con la lluvia /se baña su piel morena, /y al desatarse las trenzas/sus ojos tristes se cierran ».[18] En 1970, con mucho más éxito la simbolización del cuerpo femenino bajo la coreografía de una tarde igualmente pluviosa y en clave de bolero, se la debemos al cantautor Armando Manzanero:

Esta tarde vi llover /vi gente correr y no estabas tú. /La otra noche vi brillar /un lucero azul y no estabas tú. //La otra tarde /vi que un ave enamorada /daba besos a su amor, ilusionada,
y no estabas. /Esta tarde vi llover / vi gente correr y no estabas tú. /El otoño vi llegar, /al mar oí cantar y no estabas tú. //Yo no sé cuánto me quieres, /si me extrañas o me engañas,
sólo sé que vi llover, / vi gente correr y no estabas tú.

 

El ocio y las tardeadas

La tardeada en Acapulco se convirtió en motivo central de una conocida novela de José Agustín para abrir juego a diversas transgresiones de corte juvenil.  El título es provocador al borrar la noción misma del límite temporal: Se está haciendo tarde (final en laguna)  fue publicada el año de 1973. 

La tarde del sábado chilango tiene muchas entradas y salidas, de los interiores a los espacios públicos, hegemonizando sus tonos festivos y plebeyos.

Un interesado y pausado ingreso y recorrido por el tianguis de Tepito al filo del mediodía de un 25 de enero de 1986, se corta abruptamente al develarse la tarde vía el recuerdo de otro tiempo. El tiempo liminar permite entrar y salir del reencantamiento del espacio urbano, incluyendo el de sus mercados callejeros. Es posible que una marchante reconozca en ese instante crepuscular el tiempo liminar y un pasado gozoso e infantil. Es la hora de partir sin renunciar al símbolo-mercancía de otro tiempo, el mercado tepiteño tiene anudados la magia y el azar. Entre la ruma de tiliches y cachivaches, una muñeca de trapo con su carita sucia y su sonrisa, le recuerda a la marchante una añeja noche de reyes, la compra y recupera otro instante, parte. Resumamos en sus propios términos el relato: « Son ya las cinco de la tarde cuando despiertas de aquel enervamiento y corres a buscar la salida, con la muñeca que un día te trajeron los reyes y tu madre...Y tú no lo sabes, pero enredada en tu prisa te llevaste también una cauda de esa música pegajosa que algún día te hará regresar al mercado de las sorpresas en barata... ».[19]  Uno no puede dejar asociar esa música de identidad desconocida con esa canción que dice: « cuando la tarde languidece, renacen las sombras... ».


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Chava Flores en una canción tan popular como « Sábado, Distrito Federal », no podía prescindir de mencionar las marcas festivas de las tardeadas chilangas según sus actores sociales:

[…] la burocracia va a las dos a la cantina /todos los cuetes siempre empiezan a las dos; /los potentados salen con su charchina /pa’ Cuernavaca, pa’ Palo Alto, ¡qué sé yo!

Toda la tarde pal café se van los vagos, /otros al pókar, al billar o al dominó, /ahí el desfalco va iniciando sus estragos/ ¿y la familia? ¡Muy bien, gracias, no comió! (Kuri y Mendoza, Ob. Cit.: 130).

La lectura de Chava Flores de la tardeada chilanga, revela el sesgo que todavía exhibían los espacios públicos de su propia masculinización, aunque obvia algunas fisuras ya visibles. Las mujeres ganan el sábado callejero al filo del medio siglo, accediendo de muchos modos a sus mercados, al cine, a la plaza, a la condición de viajeras-paseantes de la última generación de tranvías y primera de camiones de pasajeros. Las tardeadas festivas sabatinas juveniles en los patios de casa o vecindad, hablan de las  iniciativas de género: « organizábamos tardeadas en diferentes casas, la de los patios más grandes. Nos reuníamos un grupito para bailar mambo, danzón, cha-cha-chá, guaracha y empezaba el rock; no necesitábamos más que untocadiscos, una olla de agua de limón y muchas ganas de divertirse. Sí había jóvenes viciosos pero eran los menos...».[20] 

 

Brevísimo corolario  

La tarde, como se podrá apreciar en la lectura de este texto heterodoxo y provocador que ha enlazado sus aristas más triviales y políticas, ha implicado la presentación parcial de ese  abanico histórico cultural de sentidos. Sus manifestaciones,  no siempre convergentes, se pueden apreciar tanto en los días ordinarios como extraordinarios de la vida citadina.

Los alcances de este breve texto se inscriben dentro de una indagación antropológica de mayor envergadura teórica, independientemente de la limitada casuística etnográfica, literaria e histórica que aquí hemos presentado. Próximamente volveremos sobre la lógica cultural del cronos y del espacio cotidiano. El universo de lo diurno nos espera; el nocturno ya sido motivo de algunos ensayos ya publicados.

Esta aproximación cultural a la tardeada urbana, si bien ha tenido como centro a la Ciudad de México a través de una limitada apertura hacia algunos de sus muchos consumos culturales y representaciones simbólicas, nos permite encontrar en otros escenarios urbanos, sus espejos planos, cóncavos, convexos y virtuales. Nuestros lectores de otras latitudes, allende las fronteras mexicanas podrán descubrir puntos de contacto con sus tradicionales maneras de vivir, narrar o representarse la tarde.

 

 


Notas:

[1] Paz, Octavio, «Entre irse y quedarse» en http://www.los-poetas.com/h/paz1.htm

[2] Blanco, José Joaquín. « 7 P.M. ». En: La siesta en el parque. México: UNAM, 1982, p. 55

[3] Blanco, José Joaquín. « Maitines ». En: Ob. Cit., p. 37.

[4] Blanco, José Joaquín. « La siesta en el parque ». En: Ob. Cit., p. 27.

[5] Hogar y vida, núm. 33, 1987, p. 70.

[6] Sotomayor, Arturo. « México, donde nací...» (Biografía de una Ciudad). México: Porrúa, 1974, p. 368.

[7] Véase: Varela Petito, Gonzalo. El movimiento estudiantil de 1968: el IAVA, una recapitulación personal. Montevideo: Trilce, 2002.

[8] « Miles de ciudadanos se manifiestan en la marcha Anti-Peña Nieto ». http://mexico.cnn.com/nacional/2012/05/19/miles-de-ciudadanos-se-manifiestan-en-la-marcha-anti-pena-nieto, consultada el 17-07-2014.

[9] « La CNTE marcha a Gobernación junto al SME y 10 organizaciones sociales ». http://mexico.cnn.com/nacional/2013/09/27/la-cnte-marcha-a-gobernacion-junto-al-sme-y-10-organizaciones-sociales, consultada el 17-07-2014.

[10] Lecercle, Jean-Jacques. « Lenin, el Justo, o el marxismo sin reciclar ». En: Budgen, Sebastian, Stathi Kouvelakis, y Slavoj Zizek (eds.). Lenin reactivado: hacia una política de la verdad. Madrid: Akal, 2010, p. 261.

[11]mx.answers.yahoo.com/question/index%3Fqid%3D20100310123948AAK3T3E+&cd=2&hl=es&ct=clnk&gl=mx, consultada el 17-07-2014.

[12]mx.answers.yahoo.com/question/index%3Fqid%3D20100310123948AAK3T3E+&cd=2&hl=es&ct=clnk&gl=mx, consultada el 17-07-2014.

[13]mx.answers.yahoo.com/question/index%3Fqid%3D20100310123948AAK3T3E+&cd=2&hl=es&ct=clnk&gl=mx, consultada el 17-07-2014.

[14]mx.answers.yahoo.com/question/index%3Fqid%3D20061031175122AAej58C+&cd=9&hl=es&ct=clnk&gl=mx, consultada el 17-07-2014.

[15]mx.answers.yahoo.com/question/index%3Fqid%3D20130130173752AA7qLl5+&cd=3&hl=es&ct=clnk&gl=mx , consultada el 17-07-2014.

[16] Pacheco, José Emilio. Las batallas del desierto.México: Ediciones Era, 1981, p. 32.

[17] Gorostiza, José. « La tarde ». En: Lecturas. Español. Sexto Grado. México: SEP, 1990, p. 27.

[18] Kuri Aldana, Mario y Vicente Mendoza Martínez. Cancionero Popular Mexicano, vol. 2. México: CONACULTA, 1992, p. 380

[19] Magdaleno, Rocío. « ¿Cuánto da por ella? ». En: El Gallo Ilustrado (México), Semanario de El Día, núm. 1231. México, 26 de Enero de 1986, p.16.

[20] Solórzano, María Elena. « María, la deTacuba ». En: Sábado... Distrito Federal. Relatos de cultura popular urbana.  México: DGCP, 1989, p.77.