Zona arqueológica Las Pilas, Jonacatepec, Morelos

En la Revista de Arqueología Mexicana No. 153, dedicada al Estado de Morelos, se da un panorama general de las zonas arqueológicas que destacan en esta Entidad. Me parece, sin embargo, que algunas quedaron al margen de esta información o fue muy escueta, como es el caso de Las Pilas, zona arqueológica que se distingue por haber sido un centro ceremonial del período Clásico Teotihuacano. Si bien los trabajos se realizaron entre los años de 1973 y 1980, también es cierto que es la única de ese período que ha sido explorada y las características de los hallazgos, evidencian su importancia; algunos de los cuales, son hasta ahora, ejemplos únicos. Por lo que, considero conveniente ampliar la información de esta zona arqueológica.

Las Pilas se localiza en el poblado de Jonacatepec, y una porción de su extensión actual la comparte con un balneario del mismo nombre (foto 1). Se ha especulado que este lugar, desde hace varios siglos estuvo rodeado de manantiales, uno de los cuales en los años 70´s abastecía el agua al poblado y otros forman parte del acervo arqueológico. Esa abundancia del agua explicaría que este lugar haya sido ocupado por diversos grupos prehispánicos, uno de los cuales alcanzó su máximo desarrollo entre los años 200 a. C y 650 d. C., impulsado por la expansión de Teotihuacan, cuando éste fue en el centro hegemónico más importante de la antigua Mesoamérica.


Foto 1.- La zona arqueológica, durante las excavaciones.

Cuando Teotihuacan pierde su poder, Las Pilas también pierde su importancia como centro ceremonial y empieza a ser destruido por otros grupos que utilizaron el espacio como área habitacional; posteriormente, esta destrucción continúa con la llegada de los españoles a Jonacatepec y finalmente se va haciendo paulatina con el uso agrícola que dieron a estos terrenos.

El centro ceremonial estuvo integrado por varias estructuras piramidales que formaron plazas, de las cuales se exploraron 2. La primera, delimitada por las numeradas como 1 al sur, 2 al este, 3 al norte y la del oeste fue destruida al construir la piscina actual (Foto 2).


Foto 2.- Plaza A, vista de oeste a este.


Foto 3.- Plaza B, vista de norte a sur.

 La segunda plaza la forman las estructuras piramidales 2 al oeste y la 4 al este.

De su arquitectura y elementos que caracterizaron a los basamentos piramidales sólo quedan el primer cuerpo en talud, las escalinatas y varios muros en la parte superior y en la estructura 3 parte del tablero (Foto 4).


Foto 5.- Estructura 4 vista de oeste a este.

Mientras que en la plaza B, al sur de la escalinata de la estructura 4 se encuentran los restos de un altar frente a las escalinatas y al sur de éstas, otro pequeño altar con una estela lisa empotrada en la parte central. Esta construcción también conserva el talud y parte del tablero (Fotos 5 y 6).


Foto 6.- Altar.

Frente a esta pobreza arquitectónica, que impidió conocer las características de los templos destinados a sus deidades, los hallazgos encontrados a través de la excavación dieron una importante información de la que destacan: los sistemas de captación de agua, costumbres funerarias, un atisbo de su mundo cosmogónico y lo que consideramos fue su deidad principal (Tlaloc).

Los sistemas de captación de agua. Tuvieron como objetivo recolectar el agua de varios manantiales, decantarla y almacenarla, posiblemente con la finalidad de impulsar la agricultura intensiva a través de la irrigación. Los dos sistemas fueron construidos en la plaza A, tienen la misma técnica constructiva pero la distribución del más antiguo parece haber sido diferente y ambos se encuentran expuestos (Foto 7).


Foto 7.- Los canales vistos de oeste a este.

Del primer sistema o el más antiguo, queda el canal principal, la caja de sedimentación al centro de la plaza, un tramo de canal que sale de ésta con dirección al oeste y restos de posibles ramales. Este canal sale por debajo de la estructura 2 y en su inicio se encontró arena y un entierro con dos vasijas de ofrenda típicas de Chalcatzingo.

El segundo sistema es el más completo y el mejor conservado. Está compuesto por dos canales de 24 a 27 metros de largo, varios ramales, pequeñas cajas de sedimentación, una caja de mayor tamaño y otra para almacenar el agua. El espacio interior, mide 40 a 50 centímetros de ancho y 60 a 70 centímetros de profundidad, sus paredes están recubiertas con cantos rodados (piedra bola mediana de río) y fueron tapados con losas de piedra caliza. (Fig.- 1).


Figura 1.- Los dos sistemas de captación de agua.

Uno de los canales, designado como ducto III, sale por debajo de la escalinata de la estructura 3 y tiene dos pequeñas cajas de filtración de uno y otro lado (foto 8); el otro, llamado ducto II, sale por debajo de la escalinata de la estructura 2. Tiene ramales al norte y al sur, con una ligera inclinación para que el agua llegara al canal principal y éste, la condujera hasta la caja de sedimentación de mayor tamaño ubicada en el centro de la plaza, a la que también llega el canal que sale de la estructura 3 y casi junto a la caja del sistema anterior. De esta caja, sale otro canal un poco más profundo que la conducía a la construcción destinada a su almacenaje, ubicada al suroeste, la cual fue destruida por la construcción de la piscina (Fotos 8 y 9. Fig. 2).


Foto 8.- Caja de filtración lado oeste del canal 3.


Foto 9.- Tramo del canal de desagüe.


Figura 2.- Circulación del agua en el segundo sistema.

Costumbres funerarias. Las diferencias entre los enterramientos humanos en las sociedades prehispánicas, reflejan las funciones que las personas desempeñaron en la vida social y religiosa; en Las Pilas, esta diferencia está señalada por el espacio, las tumbas y las ofrendas. La Plaza A fue destinada para la construcción de tumbas, incluso cuando el último sistema de captación de agua aún funcionaba y cuando entró en desuso el canal principal, fue utilizado para continuar los enterramientos.

Las tumbas, construidas con piedra de río y cubiertas con losas de piedra caliza, estuvieron destinadas a las personas del más alto nivel religioso o social. Los canales en cambio sirvieron para entierros de otros niveles y se ha especulado que también fueron ocupados por personas cuya muerte estuvo relacionada directamente con el agua, (ahogados o muertos por un rayo o centella) o con enfermedades asociadas con ésta, por ejemplo, osteoartritis. En todos los casos, los cuerpos fueron colocados en decúbito dorsal (boca-arriba) o sedentes (sentados), con las piernas en una extraña posición a la que se le dio el nombre de “posición yoga” o “posición flor de loto” (Foto 10) aunque este último es con el que se conocen.


Foto 10. Entierro 16 en posición “flor de Loto”.

Las ofrendas estuvieron integradas por un elevado número de vasijas, entre 27 y 210 (Fotos 11 y 11a) y cuentas de piedra verde, así como diversos objetos  entre los que destacan punzones de hueso, navajas de obsidiana, pequeños sahumadores, entre otros, que parecieran haber sido instrumentos de actividades muy específicas.


Foto 11.- Entierro 23. Con 76 vasijas de ofrenda.


Fotos 11a.-Ejemplos de las vasijas y de un sahumador.

Pero en Las Pilas, las ofrendas no fueron exclusivas de los enterramientos humanos, sino también se incluyó a la estructura o basamento piramidal numerada como 3, ubicada al norte. Su ofrenda consistió en 5 aves distribuidas en sus lados norte y oeste. Lo interesante de esta ofrenda es que los restos óseos fueron identificados como “esqueleto de guajolote” (Meleagris gallopavo). especie de la que se dice “Históricamente los guajolotes no existían silvestres en el estado de Morelos, por lo que se supone que los restos encontrados en Las Pilas, son de un animal que por comercio vino de una región más norteña” (Foto 12).


Foto 12.- Esqueleto de un guajolote. Estructura 3.

Un atisbo de su cosmogonía y deidad principal.  Entre los objetos más significativos encontrados como ofrenda en determinados entierros, destacan unas extrañas figuras cónicas, una vasija efigie y un pectoral, asociado con otros objetos. Los primeros tienen la forma de pequeños conos que miden entre 4 y 10 centímetros de altura, ahuecados, con apéndices laterales (picos), una aplicación circular en el cuerpo a manera de ombligo y cabezas con representación humana, de animales y fantásticas, a las que se les dio el nombre de “conitos” (Fotos 13 y 14).


Foto 13.- Parte de la ofrenda “in situ”.


Foto 14.- Algunos detalles de los “conitos” (tepictoton).

Estas figuras, aun cuando corresponden al periodo Clásico, podrían representar las formas más antiguas a las que Fray Bernardino de Sahagún hace referencia como “tepictoton”, que “eran los montes eminentes donde se arman los nublados para llover” para el periodo Postclásico. Figuras, que eran a su vez como las imágenes de los seres encargados de producir los fenómenos naturales, a manera de tlaloques o ayudantes de Tláloc, el dios de la lluvia; y seres que además podían curar o provocar enfermedades frías y húmedas. Estas extrañas figuras son hasta ahora ejemplos únicos y se exhiben en el museo Cuauhnahuac o Palacio de Cortes.

La vasija efigie, representa a Tlaloc, deidad que es una de las más importantes en la estructura religiosa de la antigua Mesoamérica. En los murales de Tepantitla en Teotihuacan, está representado “el paraíso de Tlaloc” conocido como el Tlalocan. Esta vasija, además de los atributos que caracterizan a esa deidad, como los ojos, los colmillos y la bigotera, que en este caso no la tiene, en la parte superior de la cabeza tiene la representación de una planta de maíz o la germinación de la misma (Foto 15).


Foto 15.- Vasija con la efigie de Tlaloc.

El pectoral también es una representación de Tlaloc. Éste, un collar y tres pares de orejeras con cuentas colgantes hechos en piedra azul-verde, formaban parte de la ofrenda de las tres personas depositadas en diferente tiempo, en una tumba construida cerca de la caja de sedimentación central. (Fotos 16 y 17).


Foto 16.- Tumba 5 “pectoral”.


Foto 17.- Tumba 5 “orejeras”.

En cuanto a los guajolotes, es posible que estas aves en el periodo Clásico hayan sido un alimento privilegiado y por ello fueron ofrecidos a los dioses o deidades que ocuparon los templos en la parte superior de la estructura 3. Sin embargo, para el periodo Postclásico, además de alimento, el Uexólotl ó Chalchiuhtotolin, fue integrado al bagaje cultural de la filosofía cosmogónica de la cual Seler (2004) hace una excelente recopilación de su presencia en varios Códices (Borgia, Borbónico, Mendoza, Magliabecchi, Feyervary Mayer y Laud, entre otros) así como de manuscritos (Manuscrito de la academia de Historia y manuscrito Dresden). De esta recopilación, tan solo se dan, por ahora, tres ejemplos del Códice Borgia: el guajolote entre los veinte signos del día y sus deidades; como regente de la decimoséptima sección del Tonalamatl y como el noveno de los 13 pájaros (Fotos 18, 19 y 20).


Foto 18.- Los veinte signos de los días y sus deidades (pag.10 del Códice Borgia).


Foto 19.- Regente de la decimoséptima sección del Tonalámatl (pág. 64. Códice Borgia).


Foto 20.- El Sol, la Luna, el Lucero del Alba y Los trece pájaros (Las horas del día) (pag.71. Códice Borgia).

Y un ejemplo del Códice Borbónico, en su página 17, que corresponde al Décimo Séptimo Trecenario.


Foto 21.- Tezcatlipoca “vestido con el plumaje del pavo -guajolote- adornado con piedras finas o chalchiuiltes por lo cual se le dio el nombre de “Xalxiuhtotoli-Teckatlipoca”.