Así como en nuestras sociedades lastradas por la colonialidad se vive la jerarquización impuesta de personas, lugares y saberes, también las expresiones de la sensibilidad humana se someten a una estratificación a menudo arbitraria, que les asigna un lugar o una calidad diferencial no necesariamente acorde con su calidad.
Las “obras de arte” se encuentran integradas a circuitos comerciales refinados, en una exclusividad que no las libra de convertirse en mercancías; simplemente, su reducción a dicho estado es más sofisticada. Las “artesanías”, en cambio, proceden de artesanos, quienes en esta mascarada de imposiciones se les supone carentes de refinamiento, de educación artística, de clase. La galería no es la banqueta ni el puesto. Por supuesto, eso no quiere decir que el trabajo artesanal no rinda dividendos a los especuladores: simplemente, cada quien tiene que ir en su lugar. Y parte de esa distribución correcta de las realidades incluye los temas que ocupan la atención de quienes plasman su sensibilidad en lienzos, en materiales plásticos, en obras musicales y hasta en cortezas de árbol.
Es decir, lo que se lleva al terreno de la representación forma parte nodal de cualquier obra; ahí radica la elección crucial del artista, esa que luego tomará forma en un vehículo particular que concreta esa expresión y en la técnica que la hace posible.
En el primer número de En el Volcán del 2014 (enero-febrero, núm. 29), hemos reproducido y analizado una pintura en papel de corteza que se ocupa del fenómeno de la migración de campesinos nahuas de Guerrero a los Estados Unidos (“Papel amate: fusión de dos tradiciones indígenas y vehículo testimonial del presente”, 29: 21-28). Se trata de la obra denominada “La Frontera”, de Pedro Celestino, que trasciende los motivos usuales de expresión de la pintura en papel de corteza.
Las representaciones sobre papel de corteza, conocido como “papel amate”, tienen un amplia gama de expresiones, individuales o colectivas, incluyendo tradicionalmente motivos de flora y fauna y de vida cotidiana pero también ahora, de manera progresiva, motivos de narrativa social e incluso de protesta pública. Nos ocupamos así ahora de un calendario que es preciso tener en cuenta porque se inscribe precisamente en esta expansión temática y se generó en el marco de una importante lucha territorial dos años antes del surgimiento público del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Con la intención de ofrecer su obra a mayor cantidad de compradores, los artesanos buscan nuevas formas de expresión. Esta tendencia se manifiesta en la rapidez y variedad del cambio de motivos en su dibujo. Sin embargo, ese no es el único origen de la diversificación temática: uno fundamental e inmediato remite a las condiciones particulares y materiales de vida de los pueblos.
Con este cambio, se pasa de las representaciones de la vida cotidiana al reflejo de una realidad social, económica y cultural, que agrega a sus pinturas un valor etnográfico y político además del propiamente estético o artístico.
Esta forma de expresión se traduce en una mayor demanda por parte de los compradores, que ven ahora en las artesanías una obra de “arte étnico”. A través de su pintura, los autores no sólo presentan la conservación de sus tradiciones, sino las condiciones socioeconómicas adversas.
Cambios recientes en la pintura sobre papel de corteza, abordan realidades no naturalistas o costumbristas, sino realidades de vejación o imposición de las cuales los pueblos nahuas de Guerrero no están exentos; su expresión pictórica se traduce en un espacio de reflexión sobre las injusticias que viven no sólo ellos, sino las clases depauperadas de nuestro país.
Un calendario actual
La representación pictórica de la cotidianidad indígena en los papeles de corteza sufrió una profunda transformación en el año de 1990, cuando se intentó imponer la construcción de una presa hidroeléctrica en las cercanías del pueblo de San Juan Tetelcingo, Guerrero. Años después, las imposiciones en materia de iniciativas que implican afectación ambiental en nuestro país y en América Latina se han vuelto ominosamente frecuentes. En el caso de la presa de San Juan Tetelcingo, el proyecto, incolsulto como suele ser regla, amenazaba con la desaparición de 24 comunidades y la reubicación de casi 50,000 habitantes.
Ante la perspectiva de ser despojados de las tierras que les pertenecen desde varias generaciones, los habitantes de estas comunidades se organizaron en oposición a la construcción de la presa, formando para ello el Consejo de Pueblos Nahuas del Alto Balsas (CPNAB).
Sus manifestaciones de oposición los llevaron a salir de su área y poner en conocimiento de sectores más amplios la amenaza que sobre ellos se presentaba. Entonces, por atinada sugerencia del investigador estadounidense Jonathan D. Amith, pintores de Ameyaltepec, Oapan y Xalitla realizaron pinturas denunciando el problema y planteando su oposición a la presa. Las obras salían así de la representación tradicional para convertirse en un medio de comunicación y en un vehículo de cuestionamiento político.
Mediante numerosas movilizaciones y acciones a diverso nivel, esta singular organización de comunidades colocadas en situación de amenaza logró la cancelación de dicho proyecto gubernamental. Esa gesta es referencial hoy, y se acompañó entonces de la gráfica que hoy exponemos en las páginas de En el Volcán. Nuestra breve glosa de las imágenes se queda por supuesto muy corta al lado de la intensidad gráfica de los documentos, dedicada una gráfica por mes.
Dada su relevancia y actualidad, reproducimos aquí las ilustraciones del referido calendario, editado en 1992 por Gráfica Nueva, la Universidad de Guadalajara, Jonathan D. Amith y Marcial Camilo Ayala, así como luego su presentación y su texto introductorio, firmados respectivamente por Amith y por el Consejo de Pueblos Nahuas del Alto Balsas. Agradecemos a la compañera arqueóloga Guadalupe Martínez Donjuan, quien apoyó el proceso de resistencia desde su reconocida experiencia, y quien se encuentra a cargo de la zona arqueológica de Teopantecuanitlán, en el municipio de Copalillo, Guerrero, el hacernos llegar este material referencial. Hacemos extensivo este agradecimiento a la P. de Antrop. Xochitl.Zambrano Bernal por su ayuda en la captura de las imágenes que acompañan este artículo.
La portada del calendario, obra de Marcial Camilo Ayala, de San Agustín Oapan, presenta un aterrador cataclisma en curso: la presa significa el arrasamento de árboles, el surgimiento de una ominosa masa de agua, el fuego, la muerte de personas y animales, la destrucción de casas, corrales, vehículos; ahogamientos, grietas, ruptura de caminos y del tendido eléctrico, al tiempo que los pobladores huyen sin rumbo y algunos se detienen a orar, claman, con aves de mal agüero en el aire, compitiendo con rayos, centellas, cometas, presidido por la presencia de un señor Santiago que enfrenta la maldición y le confiere a la imagen un alcance cósmico.
Enero, obra de Félix Camilo Ayala, de Oapan, se aparece remitiendo a los orígenes, a la construcción colectiva de pirámides, al trabajo concertado; febrero, de Inocencio Jiménez Chino, de San Agustín Oapan, muestra un pueblo vertido en la creación, en la recolección, en la caza, en el dominio progresivo de la naturaleza, en la diversidad de la producción, la siembra, la pesca, el cultivo y la milpa, el telar, la alfarería, la construcción de edificaciones; en marzo, de Salomón Ramírez Miranda, de San Agustín Oapan, aparece ya la edificación de la iglesia aparejada con el desmantelamiento de la pirámide; las piedras cambian de sitio, al tiempo que figuran ya los conquistadores a caballo con sus yelmos, lanzas, mosquetones y armaduras, o bien, recibiendo tributo.
Abril, obra deAbraham Mauricio Salazar, de San Agustín Oapan, llega con las actividades agrícolas en pleno; ya la yunta de bueyes ayuda al agricultor y los burros al recolector y cargador, al tiempo que las danzas y la música ocupan un lugar central frente a la iglesia de puertas abiertas, y donde las máscaras y los atuendos de las danzas ocupan a su vez un lugar importante. La mención que acompaña el dibujo es tan absolutamente fundamentaln como actual al respecto:
La espina saca a la espina, del catecismo se crearon las nuevas tradiciones,
y con los animales y las herramientas de la conquista se urdió el porvenir
Mayo, obra de Tito Rutilo C., de Xalitla, marca ya una clara toma de posición, no sólo porque remite al momento de lucha contra la presa: dos aulas se encuentran aparejadas. La de la izquierda presenta a un historiador de camiseta y huaraches conduciendo una peculiar votación: se trata de decidir si la llegada de los españoles fue una “Conquista”, una “Invasión” o un “Encuentro”. El historiador, en camiseta y fumando, ha anotado ya 37 votos a favor de la “Conquista”, contra 27 a favor de la “Invasión”, sin llegar el turno aun a la opción de “Encuentros”. Los alumnos, votando, se encuentran en disciplinada disposición y en atuendo uniforme: se trata de jóvenes, algunos rubios, con una corbata de moño y una actitud obediente. Hay quien porta incluso saco y portafolio. El aula de la derecha se encuentra a su vez a cargo de un antropólogo: se trata de un sujeto aún más peculiar que el historiador: peludo, barbado, con su cámara, sombrero campesino, pantalones cortos y huaraches, señala con una regla al “Indio Bueno” dibujado en el pizarrón. Pero ¿quién es ese “Indio Bueno”?: aquel de atuendo prehispánico. En cambio, el “Indio Malo”, de atuendo campesino actual, porta consigo un cartel contra la edificación de la presa. Se trata de un grupo de alumnos menos numeroso y no falta la representación de aquel que fuma y de otro de traje y sentado con la pierna cruzada. Así, la síntesis de la universidad o de la institución de educación superior ajena a la necesidad del pueblo, reproductora de estereotipos y funcional a la estructura de dominio excluyente, con payasos en forma de profesores, con alumnos completamente ajenos a la realidad que estudian, llega a su apoteosis en la votación para definir el pasado. La mención que acompaña el dibujo es, de nuevo, tan absolutamente fundamental como actual:
Las promesas se hilan como fulgurantes cuentas de vidrio,
ofreciendo soluciones efímeras a problemas perennes
En Junio, obra de Roberto Mauricio Salazar, de San Agustín Oapan, los portales de la Cámara de Diputados se representan encima de la imagen de la comunidad rural de Guerrero; en ella, la procesión llega al templo, las casas son aún en su mayoría de estructura tradicional; arriba, los diputados aparecen en toda su indiferencia y mediocridad, en actitud displicente; abundan las hojas de papel, los escritos, las “reformas constitucionales”, los portafolios, los escribanos: todo es acomodo y farsa. Julio, de Tito Rutilo C., de Xalitla, llega con una marcha del movimiento contra la presa, las mantas rezan “Rechazo total a la construcción de la presa San Juan Tetelcingo”, “Los 22 pueblos nahuas no queremos la construcción de la presa San Juan Tetelcingo”; un autobús transporta integrantes de la marcha, un periodista la acompaña con su cámara de video, un niño porta una cartel que dice: “México se pinta solo”. Los campos muestran erosión y escasos árboles.
Agosto, de Pablo Nicolás P., de Xalitla, entra con el incremento de la movilización; la comisaría municipal de Xalitla se encuentra ocupada por el Consejo de Pueblos Nahuas rechazando la presa. La marcha de manifestantes incluye una manta que plantea “Rechazo Total” contra la obra y lo que implica. Aparecen los policías, las entrevistas, los altavoces, el boteo, los periódicos. Septiembre, de Marcial Camilo Ayala, de San Agustín Oapan, despliega la ciudad con todo lo que proyecta en el artista: sus altos edificios, sus avenidas, su estatua de Cuauhtémoc, la acera repleta de transeúntes, la chimenea humeante, violencia, desorden, contaminación, accidentes, agresiones, asaltos, alcohol y tabaco, incendios, caídas al vacío, la gente que duerme en la calle, que lee en un departamento a Kalimán “el hombre increíble”, un niño en la indigencia, una mujer apuntando con su pistola a otro, helicópteros y aviones en llamas.
Octubre, de Félix Jiménez Chino, de San Agustín Oapan, marca la visión de lo que sucedería en caso de instalarse la presa: la inundación toma la forma de una serpiente de cascabel. Flotan en ella las cruces de los cementerios, se asoman las torres de las iglesias, las vacas y burros cuyo lomo se encuentra mordisqueado por aves, canastos, escobas; las personas y animales –incluyendo a los armadillos, iguanas, conejos, tortugas, venados, zorrillos- toman la retirada; algunos trepan por las rocas; familias enteras se ven obligadas a migrar. “Rechazamos la presa de Tetelcingo”, dice una manta en el agua, con las siglas del Consejo de Pueblos Nahuas del Alto Balsas. Una mujer llora sentada en su bulto al lado de un órgano; otra, con un niño de brazos, lo hace consolada por su familia.
Para noviembre, de Eusebio Díaz Alejandro, de Ameyaltepec, aparecen los cuatro caballos del Apocalipsis (capítulo 6 versículos 1-17 de acuerdo con el pie de la imagen) teniendo por fondo diversos seres. El primero, que así se designa en el dibujo mismo, los tiene alados, como ángeles regordetes; quienes acompañan al segundo son cráneos. Arriba en el centro el espacio se encuentra lleno de viejos edificios, uno de los cuales lleva una leyenda que dice “Gran Terremoto”. El cuarto caballo está montado por dos calaveras, una de ellas con su guadaña; en la parte superior derecha encontramos figuras con sombreros y algunas con coronas con una leyenda que dice “los Reyes de la Tierra”. Abajo a la derecha figura otro jinete, el segundo de acuerdo con su letrero, teniendo por fondo otras figuras rechonchas con su espada.
Finalmente, diciembre, de Inocencio Jiménez Chino, de San Agustín Oapan, presenta otra imagen de una comunidad con sus elementos tradicionales, incluyendo las y los danzantes tradicionales y el ingreso al templo. Se despliegan en un primer plano de la imagen diversas actividades con danzantes, una banda con instrumentos de viento, percusión y cuerdas, velas, y centralmente, la figura de un castillo para cohetes y fuegos artificiales. El arado y la siembra de la milpa, la pesca, la cacería, las casas tradicionales forman parte del cuadro.
A continuación y por su relevancia, reproducimos la introducción del calendario escrita por Jonathan D. Amith y luego la presentación del Consejo de Pueblos Nahuas del Alto Balsas, bajo edición de Gráfica Nueva y de la Revista Universidad de Guadalajara, y cuyo texto y cuidado de la edición estuvieron a cargo del mismo Amith:
Ikwak newa ninotekestewa | Cuando yo me levanto | |
Ikwak newa ninolinia | Cuando yo agarro mi camino | |
Astah sitlalih popoka | Cuando las estrellas humean | |
Astah tonahli notsakwa | Hasta el sol se oscurece | |
Astah tlahli tekwini | Hasta la tierra se incendia | |
Astah atenxalapoktli | Hasta el río se alza |
La portada: Esta alocución apocalíptica, inspiración para la portada, proviene de una danza tradicional del Guerrero central en donde cristianos lidian con moros en una guerra que, más allá de todo el límite temporal, abarca la eterna lucha entre el bien y el mal. Estas palabras permanecen como un claro aviso a las satánicas fuerzas latentes en la historia. En el contexto del actual empeño de veintidós pueblos nahuas del Guerrero central por defender sus derechos, esta frase simboliza la fuerza, nacida de una profunda religiosidad, que una cultura adquiere al producir formas más conscientes y más críticas.
Una y otra vez, este estribillo es repetido por Santiago. Él era el santo patrón de la reconquista española, y después, de la conquista de México. Irónicamente es ahora una figura protectora, aunque todavía ambigua, para la comunidad de Oapan, Guerrero. La metamorfosis de Santiago es casi completa: sus fuerzas destructivas y vengativas han sido aprobadas por sus otroras víctimas. Ya no es Santiago Matamoros, ni tampoco Santiago Mataindios. El Santiago Caballero, como lo conocen en Oapan, es hoy en día el temerario defensor de los derechos indígenas. A menudo invocado para rectificar agravios particulares, los habitantes de Oapan acuden a Santiago para detener la construcción de una inmensa presa hidroeléctrica en San Juan Tetelcingo, un proyecto que forma parte de un plan de “desarrollo regional”.
La portada de este calendario capta la continuación de la profecía de Santiago en la época moderna: con el auxilio del pueblo, Santiago arremete contra la presa mientras los infieles que vinieron a construirla son arrasados en una pesadilla de destrucción. Las palabras de Santiago son apropiadas por los ribereños nahuas del alto Balsas hasta convertirse en una advertencia. Representan la victoria de un pueblo religioso y políticamente organizado sobre un devastador proyecto de modernización.
Los amates: Los cuadros que aparecen en seguida surgieron de una base de resistencia cultural y protesta política, aunada a una fe en derechos que se remontan a tiempos inmemoriales. Las imágenes representan la historia del pueblo nahua del alto Balsas, y su exitosa lucha contra la planeada construcción de una presa hidroeléctrica que hubiera acabado con veintidós comunidades, forzando el reacomodo de 40,000 individuos. La historia termina con una anhelada visión del futuro.
A través de las ilustraciones se percibe como los orgullos pintorescos, los debates coyunturales y las centelleantes luces de razón magistral se despeñan en las grietas de una sociedad hendida por la tensión entre la tradición y la modernización, la conservación ecológica y el desarrollo tecnológico y profundizando aún más en las entrañas de México, lo autóctono y lo extraño. Después de quinientos años se proponía cerrar estas grietas, no con travesaños tallados con comprensión y diálogo sino con los escombros de una cultura impetuosamente desarraigada: sus pueblos anegados y sus gentes dispersas en un fin apocalíptico. Entonces nace un movimiento milenario para preservar un modo de vida y una sociedad precariamente balanceados sobre los filos tajantes de una nación todavía escindida. Este movimiento surge para aniquilar el arquetipo de la maldad: la serpiente inmortal e insaciable, ahora transformada en una presa voraz consumiendo veintidós pueblos.
La oposición a la construcción de la presa hidroeléctrica ha engendrado multifacéticas manifestaciones de rechazo que abrazan desde las plegarias apasionadas y el desafío político hasta el arte progresivo. El aspecto formal y temático de los dibujos que siguen rompe con la representación tradicional del arte y de la cultura indígena. Aunque los amates han sido un medio artístico que ratifica estereotipos sobre una objetivizada sociedad indígena, aquí se vislumbra otro rostro apenas perceptible que empieza a discutir con sus propias imágenes y voz.
En estos años de 1992 y 1993, en que se conmemoran 500 años de conquista y de resistencia cultural, estas ilustraciones dejan constancia de la vitalidad de la sociedad nahua del Guerrero central. También prometen dejar una firme y perdurable huella acerca de la potencia creativa de los artistas de Oapan, Xalitla y Ameyaltepec, y demuestran como un pueblo antiguo ha empleado su fe religiosa y su energía creativa para enfrentar amenazas modernas.
Jonathan D. Smith
El 21 de octubre de 1990, se fundó el Consejo de Pueblos Nahuas del Alto Balsas, Guerrero, México (CPNAB) para luchar contra el proyecto de construir una presa hidroeléctrica en San Juan Tetelcingo. Tal presa hubiera acabado con veintidós pueblos nahuas de esta región del Guerrero central. Ahora, después de dos años de lucha incansable, tanto contra la construcción de dicha presa como para defender los derechos de más de cuarenta mil habitantes nahuas de la cuenca del río Balsas, el CPNAB celebra su segundo aniversario con el presente calendario conmemorativo. El consejo recuerda a sus miembros y simpatizantes que no descansará hasta no ver cancelado definitivamente el proyecto de construir una presa hidroeléctrica en San Juan Tetelcingo. Como contrapropuesta para el mejoramiento de nuestra región, planteamos la idea de un verdadero proyecto de desarrollo regional con la activa participación de las comunidades, y que responderá a las necesidades reales y sustentables de los habitantes del alto Balsas.
Asimismo, el CPNAB demanda que el gobierno de Estado de Guerrero satisfaga el contenido de un pliego petitorio que hemos presentado, en el que se reclamaba la realización de obras en beneficio de la zona: pavimentación de la brecha, introducción de agua potable, realización de sistemas de riego, y construcción y restauración de clínicas y escuelas. Exige también el respeto a sus tierras y una adecuada indemnización por los terrenos afectados por la construcción de la autopista México-Acapulco y por los estudios exploratorios de Petróleos Mexicanos. Como resultado de estas obras fue invadido territorio indígena sin un acuerdo previo de indemnización por las tierras destruidas y los recursos materiales aprovechados, particularmente para la fabricación del puente Mezcala II. Estos atropellos están en clara violación del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo y violan la recientemente aprobada refo0rma al Artículo IV constitucional de México.
Finalmente, exigimos el respeto total al territorio y a los asentamientos humanos nahuas que desde el siglo XII se encuentran en esta zona. Son los últimos vestigios de una antigua cultura que nuestro gobierno mexicano tendrá que respetar.
CONSEJO DE PUEBLOS NAHUAS DEL ALTO BALSAS