1, Septiembre de 2011

¿A dónde va, ese Zapata?

Cercado por el concreto, su caballo no puede siquiera tomar distancia suficiente para saltar y librar así el paso a desnivel de una modernidad subordinada e insípida.

La historia queda como adorno superfluo, pero además, completamente desubicada, porque para ella  no hay sitio, ni sentido alguno.

Mientras tanto, la libertad de México se anuncia de manera precaria, flechada en una dirección peculiar.

Tres semáforos marcan el flujo del tránsito, mientras un enorme desplegado plástico y colorido, pagado por los contribuyentes, publicita a espaldas del caudillo suriano, la obra en beneficio de la imagen de un funcionario carente de arraigo, evasivo del diálogo, anunciando ominosamente el retorno de aquello que nunca se fue: el restriego faccioso de la política.

Circulemos entonces, pero  ¿Hacia dónde?  ¿Para qué?