Discurso en la ceremonia de entrega de preseas por antigüedad a Profesores-investigadores del INAH

 

MUSEO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA 

Entrega de Preseas por antigüedad a Profesores-investigadores del INAH

Chapultepec, 10 de diciembre de 2018

 

Lina Odena Güemes H.

Posgrado en Antropología Social de la ENAH

 

Maestro Diego Prieto Director del INAH,

Dra. Aída Castilleja, y distinguidas autoridades que nos acompañan

Comité Ejecutivo del Sindicato Nacional  de profesores-investigadores del INAH

Compañeras y compañeros Investigadores

 

Carmen die   para todos

Mi encuentro con la Antropología

Ingresé al Instituto Nacional de Antropología e Historia en el lejano año de 1957; de inmediato me incorporé a medir la altura de los niños, a tomar su peso y temperatura, a medir su circunferencia craneal y otras informaciones, con la maestra Johanna Faulhaber, que a la sazón realizaba su estudio comparativo del desarrollo y crecimiento de dos poblaciones infantiles: una Dakar y la otra de México; después me asignaron con el profesor Salvador Mateos en el Departamento de Códices que él dirigía y poco más tarde me hice cargo de las colecciones etnográficas de México y del mundo donde conocí entre tantas maravillas la colección que trajo Miguel Covarrubias de los Mares del Sur, --especialmente las que provenían de Río Sepik-- de Japón, de Alaska y otros  lugares. Éramos varios estudiantes que cumplimos con esta tarea;  recuerdo bien a Eduardo Corona, ahora etnohistoriador, a Sergio Sánchez, antropólogo físico, y a Jorge Alberto Lozoya, ahora diplomático. Qué aprendizaje aquel.

En este lugar tuve la encomienda de catalogar los materiales y de las piezas que saldrían del museo de Moneda,  que eran seleccionadas por los curadores de las salas que se abrirían para el  entonces nuevo Museo de Antropología; a la vez,  se seleccionaban las piezas que pasarían  a los  Museos Nacional del Virreinato y al de Historia en el Castillo de Chapultepec.  El sistema de catalogación corrió a cargo de Mercedes Olivera y Margarita Nolasco cuando me precedieron en este lugar.

De aquí en adelante el trabajo se incrementó cuando nos fuimos a Chapultepec a catalogar todos los materiales que se habían adquirido en campo para su exhibición y que antes habían pasado por fumigación en una casa alquilada  ex profeso, en la calle de Tíber y que estaba en manos de otra querida amiga, Marcela de Neymet. En esta época, me hice cargo de la nueva bodega de etnografía que dependía de la Subdirección de etnografía a cargo del Profesor Fernando Cámara Barbachano.  En este lugar participaron conmigo, entre otros, tres personajes extraordinarios, sabios desde  estudiantes: hablo de Toño García de León, de Otto Schuman, lingüista, y de Álvaro Brizuela, etnólogo. Álvaro había realizado una crónica muy hermosa para el profesor Roberto Weitlaner durante  un viaje a la costa oaxaqueña específicamente en la zona tequistlalteca --malamente clasificada como chontal de Oaxaca--  y titulada “La lagarta y su semejanta”; se trata de una joya etnográfica que debiera publicarse por el INAH. De esta obrita (por su tamaño) pero joya de la etnografía por su estilo y contenido, Luis Barjau  imprimió en su imprenta algo así como diez ejemplares; a su vez este librito es otra joya de la corona. Al menos un número de la Revista Trabajo de campo debiera ocuparse para ser incluida en un número especial conmemorativo de los aniversarios de la ENAH y del INAH.

Si resumiera estos primeros años de trabajo en el INAH, diría que fueron de intenso aprendizaje tanto en el campo de la etnografía como en el terreno administrativo. La riqueza mayor fue haber conocido a distinguidos antropólogos, y a numerosos arquitectos, museógrafos,  como Alfonso Soto Soria, y a doña Eulalia Guzmán, en la biblioteca de Moneda, por supuesto. Ahora recuerdo a nuestro distinguido museógrafo Mario Vázquez: en una ocasión se presentó a la bodega y encontró a todo mundo trabajando, pero he aquí, que en el limpio suelo se había colocado una colección de máscaras para su clasificación. Nada más verlas y el maestro, literalmente, se injertó en fiera. ¡Chicos, dijo, cómo es posible que estas piezas las tengan en el piso! ¡Ustedes no aprecian su materia de trabajo!  A los dos minutos se me acercó para murmurar: ¿Eres Lina o eres Dena?;  Chao,   chao chicos.

Esa bodega era un sitio de  formación y conocimiento. Teníamos colecciones no identificadas y un día en que envolvíamos objetos para que no les llegaran las impurezas y el polvo que repartían a tutti plen los ductos del aire acondicionado, nos encontramos con una pequeña colección de cerámica muy singular. ¿Cómo clasificarlas?  En el museo de Moneda la encontramos como cerámica de Puebla y nada más. Al ver mi desconcierto Diógenes encendió su lámpara junto a mí y me instruyó para que buscara los libros antiguos donde se consignaban los nombres de los investigadores que habían adquirido colecciones para el viejo museo de Moneda; efectivamente, en un libro de ingresos encontré que el señor Betancourt, había ingresado una colección de cerámica.    Este personaje había sido enviado como investigador a Puebla, y cuando llegó a la población Los Reyes Metzontla se encontró con la alfarería que fabricaban las mujeres popolocas del lugar. Esto ocurrió en el año de 1919. Se trata de una cerámica que evoca el rojo teotihuacano,  muy fina y delgada y de otras piezas en color café  apenas cocidas;  constaba de cajetes trípodes,  ollas con doble asa,  patojos,  jarras con vertedera, etc.  Yo sabía de tiempos atrás, que Carmen Cook de Leonard hablaba de una cerámica tipo teotihuacano que probablemente era manufacturada en Metzontlza especialmente para Teotihuacán; de estar en otro lugar no hubiera sabido el origen tan discutido de esta alfarería.  Pues así era la cosa. El origen popoloca  lo han confirmado la maestra Noemí Castillo quien ha estudiado esta zona por muchos años; lo mismo que Blas Román Castellón que ha estudiado las salinas de la región  y  Socorro de la Vega Doria quien ha trabajado la alfarería de Los Reyes Metzontla; los tres con publicaciones respectivas a su especialidad y trabajando con un grupo de colaboradores.  Una vez narrado esto, me pregunto: ¿Por qué razón el Museo no ha preparado una gran exposición con sus colecciones antiguas?  Hablando de piezas únicas pienso también en una caja alta de madera, con tapa; de su cuerpo sobresale una carita labrada en la misma madera. Esta pieza es de origen Ayook (mixe); aunque ha sido exhibida  como un tambor, o como caja de madera, no es tal; que yo sepa, no se ha buscado el origen sagrado de esta pieza. Permanentemente, en este museo, se hacen exposiciones de culturas del mundo, pero no he visto una gran exposición etnográfica de México. Considero que ahora que como política oficial se dará visibilidad a los ciudadanos contemporáneos de raíces étnicas, bien se podrían exponer piezas que son tesoros de cultura  que han dado sentido a la precaria existencia de las almas indias  tan saturadas de símbolos;  estos objetos y utensilios,  son el patrimonio legado de una humanidad primigenia muy antigua, ninguneada desde la misma Conquista. Claro que una exposición no haría justicia a los pueblos indígenas, si no se defienden sus territorios y se les devuelven sus tierras comunales y sus fuentes de agua ya privatizadas. Y por supuesto, hasta que no se diga la verdad sobre los estudiantes de Ayotnizapa, porque vivos se los llevaron y porque vivos los queremos, tanto las madres biológicas como gran parte de las madres mexicanas.    

Me despido de los recuerdos del museo de Antropología, ¡Lo extraño tanto! Ahí encontré amistades perdurables, que quería fuesen para toda una vida y que sería injusto olvidar en estos ochenta años del INAH: Adela Ramón, Doris Heyden, Amalia Cardós, Felipe Solís, Barbro Dahlgren, Fernando Cámara, el Maestro Luis Aveleyra,  Tita Braniff, Norberto González,  José Lameiras, Leonardo Manrique, Isabel Marín de Paalem y Juan Ramón Bastarrachea y por supuesto, don Antonio Pompa y Pompa; ellos ya se encuentran en otro lugar, un sitio misterioso que no conocemos, y que sin embargo está descrito en los Anales de Cuauhtitlan, tesoro  bibliográfíco  de la mexicanísta, escrito por Antonio Valeriano discípulo indígena de Sahagún.   Vivos, de esa generación, puedo mencionar a  Silvia Garza Tarazona, a Arturo Oliveros, Carlos Navarrete, Cristina Sánchez Bueno, Andrés Medina,  Otto Shondube,  Maricruz Olivier,  Íker Larrauri, Manuel Oropeza, Mayán Cervantes, de los que voy recordando al hacer este escrito, pero,  para mi alegría no son todos.

II La Historia Tolteca Chichimeca y el Dr. Paul Kirchoff  

Ya en pleno ejercicio profesional, tuve comisiones de trabajo fuera y dentro del INAH. En 1972 el Dr.  Guillermo Bonfil, como Director de CISINAH (Centro de Investigaciones y Estudios Superiores del INAH y después CIESAS) nos  invitó al profesor Luis Reyes García y a mí a trabajar con el Dr. Paul Kirchhoff, quien alejado injustamente  del INAH por cosas que siempre suceden, volvió a reingresar a nuestra institución. Gran mérito de Guillermo Bonfil, hay que decirlo en voz muy alta. Kirchhoff  le propuso  realizar el Programa de Fuentes para la Historia Antigua de México y fue así como se inició la investigación y paleografía de la Historia Tolteca-Chichimeca o Anales de Cuauhtinchan, obra pictográfica con textos en Náhuatl, y en chocho popoloca según algunos, o en lengua pinome, cuyo original se encuentra en la Biblioteca Nacional de Francia cita en París. Para tal efecto y auxiliados por el investigador Joaquín Galarza quien trabajaba en Francia, se consiguió que la Biblioteca hiciera las fotos muy especializadas y de alta resolución  de todo el manuscrito.

El Dr. Kirchhoff murió en 1973 y terminamos el estudio auxiliados por los nahuatlatos discípulos de Luis: Eustaquio Celestino y Constantino Lima, ya fallecido. Esta investigación ha tenido dos ediciones del FCE, la primera en coedición  con CISINAH/SEP y la segunda con el Gobierno de Puebla, esta última promovida por Leonel Durán durante su gestión como Director de Ciesas.  Ambas están agotadas. El duelo por la pérdida del Dr. Kircohff, uno de los fundadores del INAH, y de la ENAH, investigador de gran rigor científico, contemporáneo del Círculo de Viena y conocedor de las fuentes para la Historia prehispánica, creador del concepto Mesoamérica, es  vigente. Y el duelo se multiplicó para mí años después con el fallecimiento de Luis, compañero de la Escuela de Antropología, inolvidable amigo-hermano; si supiera en el más allá cuánto lo necesito segura, segura estoy, que volvería. Mientras, aparece en mis sueños y no lo olvido.

III Guillermo Bonfil, Profundo pensador de la Cultura y su arte de decir No Estaba en Ciesas contrastando información con el Dr. Ángel Palerm, cuando recibo una llamada del Arq. Íker Larrauri, director de Museos del INAH: Lina, por disposición del Dr. Bonfil pasas como subdirectora Técnica al Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec. Prepárate.

En esta época aprendí algo muy valioso, que es aprender a decir no, cuando algo no procede. Al respecto recuerdo a Guillermo Bonfil con inmensa gratitud cuando él dijo No a un cacique del estado de Guerrero y al propio presidente Luis Echeverría, cuando éste le solicitó que el INAH declarara  que los restos óseos depositados en Ixcateopan, Guerrero, eran de Cuauhtémoc. Guillermo se torció el bigote y formó una comisión que estuvo integrada por la gran historiadora Alicia Olivera y  la también historiadora Alicia Meyer? No recuerdo a los demás pero sí puedo afirmar que estaban los historiadores Salvador Rueda, Laura Espejel, y creo que Narciso Barrera. A este grupo se integraron  antropólogos físicos  y forenses y otros expertos. El dictamen resultó negativo y cuando se enteraron las autoridades decían, no puede ser, hay que hacer la declaratoria en estos días, y Guillermo dijo NO.

Otra prueba de que Guillermo Bonfil sabía decir No, ocurrió cuando me nombró directora del Museo Nacional de Historia que era utilizado como escaparate para reuniones, comidas y tertulias. Yo ya estaba ahí con el encargo de la Subdireción Técnica. Mi nombramiento fue rechazado por el Ing. Bravo Ahuja, a la postre Secretario de Educación Pública argumentando que  él ya tenía candidato para ocupar la Dirección. Guillermo dijo No. Finalmente  acudió al presidente Echeverría quien apoyó mi nombramiento.

Recuerdo bien que mi primer día de trabajo en el museo, como subdirectora técnica, tenía lugar la firma del Tratado de Tlatelolco;  después que hubiesen firmado el canciller Kissinger y el presidente Echeverría  se serviría el banquete oficial. Para tal fin, se habían removido todas las piezas que se exhibían en el salón próximo a los jardines en donde se ofrecería el almuerzo. Tanques de gas sobre el piso de madera, cables de todo tipo, cocineras, meseros, músicos, estufas donde se mantenían calientes los alimentos y vigilancia desmedida de soldados y guaruras. Un día después solicité a la Dirección del INAH, en un documento fundamentado, que se prohibieran los banquetes y fiestas. La respuesta fue Sí por parte del presidente Echeverría. Podría poner más ejemplos, pero el recuento de anécdotas  no es lo que se espera en un discurso en el que los investigadores recibimos reconocimientos por parte del INAH. Sin embargo, y dado que la Secretaria de Cultura, Lic. Alejandra Frausto, ha declarado la importancia de la obra bonfiliana, me pareció conveniente ofrecer datos de la acción administrativa y política de Guillermo Bonfil.

Guillermo y yo salimos de nuestros respectivos puestos con el cambio de sexenio. Primeramente se fue él como Director del CIESAS todavía dependiente del INAH. En el impase recibí a la señora Carmen Romano de López Portillo, inesperadamente, para informarse del estado que guardaban los pianos de la que fuera emperatriz de México, Carlota. La acompañé al salón y examinó los pianos. Uno ya se había afinado pero el presupuesto era escaso y faltaba afinar el otro, así como un clavecín y un virginal.La verdad era que necesitaba además a un maestro laudero. De paso me avisó que las dos primeras filas del concierto que daría el domingo el maestro Enrique Bátiz en el Alcázar,  eran para ella y sus acompañantes; también me indicó que llegaría antes su escolta en motos y que se les debería abrir paso. Para no hacer esto muy largo, les cuento que también tuve visitas de decoradoras para seleccionar los muebles de la señorita Gigi. Requerían un escritorio antiguo, espejo y cortinajes. Su ignorancia las llevó a pedirme el muestrario de telas para cortinas y entonces les dije que se fueran a las tiendas de Altavista donde tenían telas importadas. Informé al director del INAH, Gastón García Cantú y me dijo ‘tomo nota’, pero de hecho aceptó que salieran unos muebles. El agua que volcó del vaso ocurrió cuando un día la Primera Dama  me llamó a casa para decirme que la esperara en el Castillo a las 11 de la noche porque iría con el pianista Georg Demus después del concierto, para probar el sonido de los pianos. Llegaron y se instalaron en el salón azul; se recargó en una mesa de patas muy delgadas mientras conversaban y…  Por fortuna  solamente escuchamos un rato el piano que sonaba de maravilla. En tanto, en casa, no estaban contentos con mis horarios. Como estos, hay más detalles y anécdotas y hube de renunciar ya que le resultaba incómoda a García Cantú.

Entonces el Dr. Bonfil me invitó al CIESAS como investigadora asociada de él y para hacer mi doctorado con Roberto de Oliveira que trabajaba con el tema en boga  de las identidades. No pude doctorarme porque me imposible trasladarme a Brasil un año;  fue en ese tiempo en el que   realice mi investigación sobre el  Movimiento Confederado Restaurador de Anáhuac que fue publicado  por CIESAS, injustamente como Cuaderno de Trabajo que se agotó de inmediato y no ha vuelto a publicarse.

IV Parte: De la afirmación de mi respeto al Maestro Diego Prieto y de mi solicitud al INAH.

 

 

 

Dice el sabio Lao Tse

“Las palabras sinceras no son agradables,

Las palabras agradables no son sinceras”

                                    Tao Te King

 

 

 

Estimado Maestro:  encaminada en la búsqueda de palabras poderosas que me auxilien para hablarle, como por milagro se acerca un sabio y me dice al oído: “Prefiero molestar con la verdad que complacer con adulaciones”. Pues bien, sotto voce se dice que los investigadores estamos divididos, que una parte es seguidora de usted y que la otra quiere incendiar al instituto. Me parece que se trata de una acusación grave y dolosa que se debe evitar a toda costa. Todo el cuerpo de investigadores quiere y trabaja con responsabilidad y cariño por la institución, ni duda cabe;   y puedo asegurar que quienes mantienen una actitud crítica no por ello dejan de respetarle y continúan en sus investigaciones con responsabilidad absoluta. En ambos casos existe la libertad de expresión que no debe ser coartada ni por las autoridades y tampoco por compañeros que no estén interesados en participar de una política donde prive mayor apertura, menos verticalidad y una posición más democrática. Por igual, todos somos compañeros que nos ocupamos de los seres humanos, esto es el privilegio de la antropología que debemos entender; estamos en una institución que nos da el  espacio para cumplir nuestros sueños como estudiosos de la materia que nos interesa. Por lo anterior hago un llamado para convivir juntos de manera pacífica, más allá de nuestros prejuicios y con mucha tolerancia. Este es uno de los fines de la antropología, procurar el entendimiento y promover la igualdad de los seres humanos.

Así pues, invito a autoridades y a investigadores, a la solidaridad y al abandono de posiciones que nos dividan. A usted especialmente, Maestro Diego, le solicito que desactive  estos rumores y que proceda a recibir para su discusión, --como ya ha empezado a hacerlo— a los investigadores que con buena fe trabajan en documentos que ayuden a la implantación de la Cuarta Transformación para que el INAH ocupe un lugar protagónico y de sentido social en estas nuevas circunstancias de la nación. No en balde  el sabio Platón nos ha dicho que “La medida de un hombre es lo que hace con el poder”  y, maestro, usted poseedor de una gran bonhomía, tiene  la responsabilidad de buscar el equilibrio entre las diversas orientaciones, y de escuchar las voces de los investigadores descontentos debido al maltrato de los administradores encargados de los centros regionales. Esto de los administradores que forman una burocracia inédita en el INAH, es también un serio problema. Por otra lado,  no es posible que tengamos a una abogada que concede permisos de construcción indebidamente. Y en relación a los investigadores, desde hace tiempo debimos desconocer al Consejo de Arqueología que no trabaja para la protección del patrimonio cultural. Problemas como los que estoy mencionando hay que atenderlos de inmediato a fin de lograr la refundación del INAH del  que se dice  que sólo trabaja para el turismo.

Maestro, a estas cosas se refiere mi solicitud. Sé que tiene una gran carga sobre los hombros que debe agobiarlo día con día, por ello le pido  que cuente con aquellos que tal vez no le parezcan muy simpáticos pero que estamos empeñados en contribuir con nuestro esfuerzo en apoyo a usted.

Para no ser excesiva y para evitar el miedo que me acosa y que me hace temblar  por tener que pedirle tantas cosas le agradezco haberme escuchado. y es que tiemblo de miedo porque temblaré, temblé, temblaría y tiemblo[1] como el temblor de la paloma que en su palomar tiembla, pero que tiene abierta su puerta a la mañana.

 

[1]    He parafraseado al gran poeta español José Ángel Valente