Introducción
Mactumactzá. El 18 de mayo de 2021, 95 estudiantes de la Normal Rural de Mactumactzá fueron arrestados mientras protestaban en la carretera entre Chiapa de Corzo y San Cristóbal de las Casas, en Chiapas. Eran parte de un grupo mucho más grande de estudiantes que exigen hacer el examen de ingreso para el ciclo escolar 2020-2021 de manera presencial y no en línea, porque muchos de ellos no tienen acceso a la Internet en sus comunidades. La protesta fue recibiendo oleadas de apoyo desde las otras normales rurales del país, pues el reclamo por obligarlos a usar herramientas que no poseen es un clamor de muchos. “Las autoridades están empecinadas en que sea en línea”, enfatiza el periodista Luis Hernández Navarro (2021):
Obligar a presentar un examen de admisión en computadora a un hijo de campesinos que no ha tenido acceso a una y que en su comunidad no hay servicio de Internet significa dejarlo fuera de la escuela. Nunca podrá competir así por un lugar para estudiar, con quienes, por vivir en las ciudades o tener más recursos económicos, están familiarizados con el uso de medios digitales.
Fumigaciones desde la sana distancia. En Jalisco hay compras frenéticas de drones, explica José Godoy, del Colectivo por la Autonomía.[2] En el llamado “gigante agroindustrial”, se desataron compañías que venden drones a jóvenes emprendedores agrícolas, para que vigilen y fumiguen desde la sana distancia sus siembras comerciales. Los drones y sus agricultores rocían venenos sin consideraciones de cantidad o distancia segura para las escuelas o las casas de la gente. No hay regulación que indique mínimos o máximos de descarga de pesticidas desde las alturas. Y mientras aumentan los casos de glifosato en la sangre e insuficiencia renal entre niñas y niños alrededor del lago de Chapala, quienes compraron un dron para fumigar ven en su robot volador la prueba innegable de que todos podemos acceder a la automatización de la agricultura. La relación entre cuidar la tierra, cosechar sus frutos y volverla a cuidar para volver a cosechar, ha ido perdiendo sentido desde que domina en la agronomía institucional la ideología de la Revolución Verde, pero con la digitalización del trabajo agrícola, la lógica del ciclo agrícola -que es un ciclo de la vida- parece extinguirse totalmente.
Dron que espía y fumiga. Fuente: Andrea Medina (2020).
Confinamientos digitales en América del Sur. En septiembre de 2020, la organización GRAIN publicó el informe Cercas digitales: cercamiento financiero de las tierras agrícolas en América del Sur, en el que describe el plan de catastro digital promovido por corporaciones de la agroindustria, para sumar territorios al mercado de tierras para producción de materias primas agrícolas. Se trata de tierras de pueblos indígenas o bosques muy íntegros. Este cercamiento digital ocurre en los Llanos Orientales en Colombia, en el Matopiba en el Cerrado brasileño, en las regiones en torno a la hidrovía Paraná-Paraguay, en los bosques secos chiquitanos de Bolivia, y en el Chaco Seco Paraguayo y Argentino. La digitalización agiliza cambios en los usos del suelo o expansión de la frontera agrícola para monocultivos de soya o pastos para ganadería. También se facilita la adquisición de áreas de interés para los corredores logísticos de corporaciones trasnacionales, fenómeno que los investigadores locales llaman “extranjerización” del territorio. Los cercamientos digitales inciden en la configuración de “derechos de propiedad mediante catastros con la geo-referenciación de áreas, negando los territorios colectivos en las zonas de los países mencionados” (GRAIN, 2020). Estos programas de registro digital de la propiedad de la tierra, financiados por el Banco Mundial entre otras instancias, condicionan el acceso a créditos, titulación, infraestructuras comunitarias y otros apoyos del Estado a las comunidades campesinas. En el informe se detallan procesos de “titulación individual masiva a favor de quienes tienen acceso a la precisión digital (GPS), sobre tierras públicas, devueltas y sobre tierras históricamente ocupadas por pueblos y comunidades tradicionales, en un verdadero acaparamiento digital de los territorios” (GRAIN, 2020).
Estos son algunos ejemplos de los impactos de la digitalización en los pueblos y territorios de América Latina. Son ejemplos contra intuitivos de lo que supone el trabajo agrícola necesario para “alimentar a la creciente población planetaria” en un momento de crisis climáticas, ambientales y de salud que combinadas auguran más hambrunas y pandemias. Resolver en línea las gestiones públicas de comunidades que carecen de infraestructura básica, alentar la compra de dispositivos no regulados para la producción, o imponer una meta-legalidad digital en los usos de suelo, violentando derechos colectivos, son sólo algunos aspectos reales de la digitalización de la agricultura en esta región.
Cada vez más comunidades y organizaciones en América Latina están reaccionando a las distintas versiones de lo que se promueve como digitalización agrícola. Sus cuestionamientos se adelantan a las inexistentes evaluaciones de sus impactos ambientales, de salud y destrucción cultural y cognitiva. Estas páginas describen sucintamente a qué se refiere la digitalización de la agricultura, algunos impactos notorios en América Latina y algunas de las principales discusiones y propuestas que surgen entre agricultores y campesinos, activistas digitales y expertos de la alimentación y la agricultura para enfrentar el virus cibernético benévolamente referido como digitalización.
El laberinto de la agricultura digital
La agricultura digital es un concepto al que le han metido de todo: uso de sistemas de posicionamiento geográfico (GIS), tráfico de datos masivos mediante “servicios de nube”,[3] y también procedimientos de biología molecular asistidos por inteligencia artificial. En los años ochenta comenzó a utilizarse el concepto de agricultura de precisión en la Universidad de Minnesota para referirse al trabajo agrícola que incorporaba GIS y TIC’s (Sistemas de Información Geográfica y Tecnologías de Información y Comunicación), enfocadas a suministrar con exactitud los insumos en el momento preciso para mejorar la productividad y las ganancias agrícolas. Poco después escuchamos sobre la agricultura climáticamente inteligente, que pone el énfasis en el uso de tecnologías cibernéticas, combinadas con manipulación genética, para producir cultivos que persistan en condiciones extremas de estrés ambiental y que no dejen la huella de carbono de los cultivos convencionales. Por ejemplo plantas que reflejen la radiación solar y ayuden al enfriamiento global o que fijen su propio nitrógeno obviando las emisiones que conlleva la producción de fertilizantes (Grupo ETC, 2018a). Está también la agricultura 4.0, que se promueve como una apuesta por la “productividad, sostenibilidad y resiliencia” resultantes de la gestión automática de la producción agrícola, su distribución, procesamiento y consumo mediante corredores informáticos, cadenas de bloques, contratos autoejecutados, tecnologías financieras y automatización total de laboratorios y campos de cultivo. Incluso comenzó ya a hablarse de la agricultura 5.0,[4] ¿tal vez para emparentarla con la frecuencia 5G? Que no propone nada sustancialmente diferente de las anteriores.
Las antiguas mega corporaciones de la agricultura, de las que muchas se transformaron en biotecnológicas desde que se generalizaron los procesos de mejoramiento genético, se están asociando con los gigantes del internet y la robotización, inaugurando un modelo biodigital de agronegocios. En él convergen el manejo de datos masivos, los procesos de aprendizaje de máquinas (conocidos como Inteligencia Artificial, aunque mucha gente cuestiona esta definición), la robótica y una ola de nuevas técnicas de ingeniería genética. Jim Thomas del Grupo ETC denuncia que este nuevo modelo de agricultura “tiene en su núcleo dos mentiras muy importantes: una, que solamente busca ofrecer al agricultor una herramienta mejorada para organizarse y dos, que los datos no son un insumo como tal, son algo que no pesa, es gratis y no trae consecuencias (Grupo ETC, 2021).
Todas las agriculturas de nueva generación argumentan que es necesario alimentar a cada vez más gente en un ambiente cada vez más destruido, y que ello se logrará solo con equipos automatizados. Leyendo con suspicacia la publicidad de las agriculturas digitalizadas entendemos que todas hablan básicamente de una agricultura sin agricultores. Todas estas versiones se refieren a la agricultura orientada al gran mercado, la agricultura industrial. Todas incorporan elementos iguales o similares, son un continuo de la misma tendencia de innovación con nombres que varían según sus publirrelacionistas aconsejen.
Robots polinizadores. Fuente: Stig (2018).
Las promesas de la agricultura digital refieren al trabajo eficaz, ahorrador de tiempo y recursos, desarrollado sin fricción, que contrarresta la destrucción ambiental y por tanto el caos climático. La mezcla de titanes corporativos de la agricultura digital incluye a las compañías que siempre han estado en las actividades primarias junto a las más alejadas y nuevas en el sector agropecuario. Desde Bayer-Monsanto y John Deere, a Microsoft, Amazon y Google, para llegar a las gestoras de inversión como BlackRock yVanguard Group (Grupo ETC, 2018b).
El Grupo ETC propone una organización de los factores que integran la agricultura digital, a modo de un hilo de Ariadna que nos guíe hacia la salida del laberinto. La digitalización en la agricultura según ETC tiene tres componentes: a) Las máquinas, dispositivos o equipo (hardware); b) las instrucciones, aplicaciones e interfaces (software), y c) las nuevas tecnologías financieras (fintech) (Grupo ETC, 2020).
- El hardware o maquinaria se refiere al equipamiento para la siembra, desyerbe, riego, abono, y cosecha de cultivos. Incluye tractores, drones, polvo inteligente (robots microsópicos), y sensores incorporados a los robots y otros autómatas en el campo. Para el océano, cercas eléctricas y jaulas movibles para criar y capturar especies, así como drones que bucean. Todo conectado a satélites y bases de datos sobre clima, condiciones de los suelos, historia de los cultivos y su propiedad intelectual. Algunos de los nombres de las corporaciones que dominan el área: John Deere, CNH, AGCO, Kubota, que, recordemos, están asociadas con las empresas semilleras y de insumos químicos más grandes del mundo, como Bayer-Monsanto, Yara y Dupont, entre otras.
- El software o interface entre datos masivos, las máquinas que los alojan, y las biociencias. Incluye las técnicas de edición genética, los algoritmos o “patrones” numéricos que permiten aprovechar la información digital de secuencias genómicas para encontrar tendencias comercialmente atractivas (un compuesto botánico de alto costo en el mercado o las características genéticas deseables para insertar en cultivos comerciales); manipulaciones genéticas en ganado y peces para potenciar su rendimiento. Dos aspectos clave del software de la agricultura digital son el ADN digital (Grupo ETC y otros, 2018)[5] y las nuevas formas de manipulación o edición genética, tan en boga que incluso ganan premios Nobel.[6] Las empresas que dominan el software de la agricultura digital son las que tienen la mayor parte del mercado de genética y farmacéutica animal, cultivos transgénicos y síntesis artificial de derivados botánicos. EW Group/Aviagen, Tyson Foods/Cobb-Vantress, Hendrix Genetics, nuevamente Bayer-Monsanto, Nestlé, Corteva Agriscience, ChemChina-Syngenta.
- Tecnologías financieras que facilitan la ejecución de los contratos de compra y venta, la especulación con futuros de cosecha, la transferencia de valores, la vigilancia y sujeción de quien trabaje bajo las condiciones de los contratos electrónicos. Las fintech establecen y gestionan algoritmos para mejorar el flujo de dinero o recursos. Un ejemplo de fintech latinoamericana es la terminal portátil de cobros Clip, dispositivo ideal para intergrar: “140 millones de tarjetas de débito para utilizarlas en microempresas e incluso en el comercio informal” (Grupo ETC, 2020: 6) El ejemplo claro y muy conocido de lo que son las fintech es la compañía Bitcoin, y las decenas de empresas que establecen cadenas de bloques o blockchains.[7] Finalmente, un fenómeno bastante nuevo en la producción agrícola industrial, relacionado con las tecnologías financieras, es la incidencia en la alimentación y la agricultura de empresas que sólo se dedican a especular con dinero, pomposamente conocidas como “gestoras de inversión”. Acaparan fondos (por ejemplo, los fondos de pensiones o los pesos de los ahorradores comunes) para invertirlos en futuros de agricultura. En México, Banamex promueve los fondos de inversión de BlackRock. A partir de 2 mil 500 pesos, cualquier ahorrador puede cederles a BlackRock el manejo de ese dinero para que lo invierta en lo que prometa más lucro, desde el Tren Maya hasta los transgénicos de última generación.
Las corporaciones multinacionales en todos estos rubros se asocian y combinan sus activos y conocimientos para dar forma a las ofertas de la agricultura digital. Grandes hits comerciales de la agricultura digital en estos momentos son las plataformas de control y monitoreo de materias primas o commodities agrícolas: soya, maíz, canola, papa, caña de azúcar. Por ejemplo Climate Fieldview de Bayer, Operation Center de John Deere, o Granular y Encirca de Corteva. Las plataformas aconsejan que semillas usar, las semilleras indican cuál pesticida y fertilizante convienen, y si todo se lleva adecuadamente, las distintas aplicaciones avisan vía cadenas de datos (blockchain) a las aseguradoras y demás entidades, que los agricultores califican para créditos, compras a futuro o seguros. Trabajar con plataformas digitales para producir y procesar cultivos implica entrar en un círculo de prescripciones técnicas ante las cuales los paquetes tecnológicos de la Revolución Verde palidecen.
La imagen de ensueño de la agricultura digital es un tractor no tripulado, que surca decenas de hectáreas en una jornada, tomando decisiones en tiempo real sobre la semilla ideal para sembrar en ese momento, la cantidad de agrotóxicos que aplicarle, las posibilidades de plagas, enfermedades o estrés climático, y su cotización en la bolsa de Chicago, mientras el dueño del negocio sigue desde su tableta o teléfono inteligente el desarrollo todo ese ciclo. Y uno se pregunta qué más hace. Las propagandas de la agricultura digital llegan hasta el momento en que el empresario agrícola ultra tecnológico sonríe imaginando sus dividendos.
The Internet of Food and Farm, proyecto de la Unión Europea, enuncia así su objetivo: “Consolidar la posición de liderazgo de Europa en la tecnología del Internet de las cosas (IoT) aplicada al sector agroalimentario. Desarrollar un ecosistema formado por agricultores, empresas alimentarias, responsables políticos, proveedores de tecnología, institutos de investigación y usuarios finales”.[8]
Cercas digitales. Infografía de GRAIN (2021).
Los datos no pesan
Al comprometerse con la agricultura digital, los agricultores pueden pensar que están recibiendo un servicio de Bayer o cualquier otra empresa, cuando en realidad le están extrayendo toda la información posible de cada parcela, mediante las aplicaciones que solicitan meter las características del cultivo y su proceso, junto con la información personal del interesado, microempresa o cooperativa. Información que se reorganiza y se revende como servicio a otras compañías, a partir de algo que la plataforma consiguió totalmente gratis. Incluso es peor, porque el agricultor pagó por suscribirse a la aplicación y luego le metió todos los datos que le pidió, o sea, pagó por regalar su información.[9]
Los datos aumentan su valor comercial entre más se agreguen a sus bases y más se reorganicen según distintos propósitos. Como el resto de las materias primas, los datos valen más después de procesarlos, y los instrumentos para ello son los programas computacionales que se enriquecen con la experiencia previa (aprendizaje de máquinas o inteligencia artificial). Los algoritmos son formulas derivadas de los patrones encontrados y sirven para convertir los datos nuevos que entran a la base en nuevos activos económicos. Las plataformas como Climate Fieldview tienen dos tipos de clientes, aquellos a los que venden una promesa y le extraen más información de la que recibirán, y los que compran la información procesada: especuladores de tierras, comerciantes de materias primas, fondos de inversión libre o especulativos de alto riesgo, fitomejoradores industriales y más.
La agricultura digital es inconmensurablemente extractiva. Aquí entramos en la explicación de la segunda mentira de la agricultura digital aludida por Jim Thomas. Los datos son energía, impulsos respaldados por la producción de electricidad. Viajan, viven y se agregan en los servicios de nube. Las nubes o Clouds son construcciones descomunales donde se albergan toneladas de motores, cables y enfriadores. Allí se reúnen los datos que se convierten en agregados de datos masivos imposibles de manejar por el usuario individual.
La agricultura digitalizada es de los procesos productivos que más energía consumirán, tanto por los materiales necesarios para construir las herramientas (drones, tractores, cosechadoras, robots en los laboratorios, teléfonos, pantallas, nubes y satélites) como por la cantidad de electricidad necesaria para ponerlos a funcionar: recolección, transporte, agregación y ordenamiento de la información, encuentro de patrones de interés comercial, diseño de algoritmos y otros procesos que vuelven “inteligentes” a los robots y computadoras.
A ello hay que sumar la extracción de metales, tierras raras y petróleo que requieren los objetos de la digitalización. Esa materia prima la extraen los dueños de las corporaciones de alta tecnología de los territorios no industrializados, es decir, comunidades agrícolas y campesinas.
La digitalización en la agricultura se promueve como una forma de aumentar la transparencia, la eficiencia, la seguridad y la protección contra el fraude y la corrupción, como algo que beneficia especialmente a la población rural marginada. Sin embargo, el uso de las tecnologías digitales, especialmente en el Sur global, se está desplegando en contextos irregulares, por decir lo menos, donde hay nula infraestructura básica, pobre conectividad, problemas geopolíticos, catástrofes ambientales y climáticas, y creciente mercantilización y financiarización de la tierra y la naturaleza con su cauda de asesinatos de líderes ambientales y campesinos. Como en el ejemplo de América del Sur en la introducción, esto amenaza con agravar aún más la desigualdad en el acceso y control de la tierra y otros recursos naturales por parte de agricultores en pequeña escala, jornaleros, pueblos indígenas, pastores, recolectores y pescadores artesanales.
En América Latina, la realidad anula los modelos
Para América Latina, las empresas dominantes y no pocas instituciones tienen los mismos planes descritos arriba. Robotización, nuevas tecnologías digitales y nuevas biotecnologías para acelerar la producción de lo propio regional: maíz, frutales, hortalizas, soya, ganado, pollos. Es clave entender que la llegada más o menos exitosa de procesos de digitalización agrícola necesita como base la existencia previa de: “[…] grandes áreas de cultivos agroindustriales y de establecimientos de cría y explotación pecuaria intensiva. Por ello el avance de la automatización y digitalización tiene mayor alcance en Argentina y Brasil, seguidos de Uruguay, México, Colombia, Paraguay, Chile, Bolivia. Esto coincide parcialmente con las áreas extensas de siembra de cultivos transgénicos en el continente que están en Brasil, Argentina, Paraguay, Bolivia y Uruguay, una región que la empresa Syngenta en algún momento llamó la República Unida de la Soja” (Grupo ETC, 2020: 42). Nuestra región se la disputan, ahora con sus nuevas tecnologías, las mismas trasnacionales que dominan los procesos de digitalización.
Sin embargo los modelos ideales no han terminado por adaptarse a las diversas realidades latinoamericanas. Si bien hay una expansión imparable de la telefonía celular, la promoción de drones para fumigación está desenfrenada, y el sistema de cobros Clip está en pleno auge integrando la economía informal -que es la principal economía en Mesoamérica- hay muchas áreas en México, Brasil, Bolivia y Ecuador, con propiedad colectiva de la tierra. Hay muchos lugares sin conectividad. Hay áreas indígenas y campesinas que no asumen la “alfabetización digital” como las empresas lo quieren, que resisten la compra de aplicaciones agrícolas. Hay resistencias no precisamente contra la agricultura digital, pero sí contra la minería, los megaproyectos, la tala de bosques, la urbanización salvaje, el dominio de los capos del narcotráfico.
En Mesoamérica, con una base campesina e indígena amplia y vigente, la agricultura es sumamente diversa. Homogeneizar los sistemas agro-productivos ha encontrado históricamente innumerables obstáculos geográficos y resistencias comunitarias. Para conquistar Mesoamérica, la agricultura digital tiene que desarrollar adecuaciones que aún no vemos, afortunadamente.
Zoom en las comunidades. Fuente: Andrea Medina (2020).
En México solamente las zonas de mayor valor monetario agrícola podrían “digitalizarse” Sinaloa, Sonora, Michoacán, Chihuahua, Tamaulipas, Baja California, Guanajuato, Colima, Estado de México, Nayarit y Zacatecas. Allí, muchos municipios ya están tecnificados con sistemas de riego, banda ancha y cultivan exclusivamente mercancías de exportación (SIAP, 2013). Así que la agricultura digital en América Latina, donde prospere, reforzará la producción de materias primas de exportación, confinando aún más el rol de la región a proveedor de commodities.
Ana de Ita, del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano, explicó: “la Agricultura 4.0 se va a enfrentar a la terquedad y resistencia de campesinos e indígenas por cultivar su tierra en laderas, en nichos ecológicos tan pequeños que no aceptan fórmulas de fertilizantes y plaguicidas estándar, con infinita diversidad en sus sistemas productivos, y mano de obra familiar que no labora por un pago sino por la supervivencia comunitaria, y que se negará a ser remplazada por robots” (Grupo ETC, 2020: 6).
La digitalización de la agricultura en entredicho
El Mecanismo de la Sociedad Civil y Pueblos Indígenas[10] dentro del Comité sobre Seguridad Alimentaria, es el brazo de las organizaciones campesinas, ambientalistas y académicas que debaten en la FAO la política mundial sobre agricultura y alimentación. En sus recientes discusiones sobre la digitalización de la agricultura, cuestiona los supuestos metodológicos de los que parte la digitalización, arguyendo que detrás de la programación de las máquinas hay diseñadores y programadores de software humanos, con intereses, suposiciones y juicios normativos, que construyen los algoritmos y formatos a través de los que se recopilan y analizan los datos. La recopilación y el análisis de datos con nuevas herramientas digitales pueden traducirse en el descarte de la variabilidad, lo que se traduce en el desprecio por la diversidad. Los lenguajes digitales, explican, podrían reemplazar el uso de metodologías que proceden de las personas más afectadas por la inseguridad alimentaria y la malnutrición, además de que hay inquietudes crecientes por la nueva legalidad que se está estableciendo con herramientas digitales para registrar el uso y propiedad de la tierra, los cambios de uso del suelo y el establecimiento de áreas protegidas, entre otros casos, donde los campesinos y las comunidades locales no tienen voz en esos procesos (GRAIN, 2020).
Otro de los aspectos duramente criticados por el Mecanismo es la apropiación de datos derivada de la propiedad de las infraestructuras. ¿Cómo pueden las comunidades campesinas y agricultoras decidir sobre el manejo de su información productiva, si las infraestructuras que conducen los datos no les pertenecen? Insisten en que debe abordarse cómo ocurre la construcción de infraestructuras de datos (en qué territorios, con cuáles recursos y para qué objetivos), así como la gobernanza de los mismos, ya que los datos se han vuelto un producto básico y una unidad económica fundamentales en la digitalización, referida muchas veces como Cuarta Revolución Industrial.[11]
La economía digital en su conjunto se caracteriza por el carácter privado de la mayor parte de la infraestructura digital, las tecnologías de la información y la comunicación están sumamente concentradas en pocas manos y de no abordar esos temas las regiones agrícolas del mundo estarán entrando en un nuevo colonialismo digital.[12] “Los pueblos indígenas, las mujeres, los campesinos y los agricultores familiares, los trabajadores de los sistemas alimentarios, los pescadores artesanales, los pastoralistas y los consumidores deben poder expresar sus opiniones en los procesos de digitalización y conservar el arbitrio respecto a sus datos”.[13] La pérdida de la propiedad y el control de los datos pueden conducir a una pérdida de la capacidad de toma de decisiones, de conocimientos locales y de valor económico.
Jason Edward Lewis (poeta y crítico de la digitalización), denuncia que los procesos de digitalización del campo -y todos los otros procesos productivos, recreativos, educativos, de salud, etcétera- en América Latina y en otras regiones del Sur global, están imponiendo el colonialismo de las formas de pensar que benefician: “[…] a los ricos dueños de las máquinas, los capitalistas de siempre: es la imposición de sistemas de conocimiento […] y organización de la vida que están envenenados de raíz, pues muy pocos de los datos se recolectan de forma ética. La inmensa mayoría de los datos se roban, minan, extraen” (Lewis, 2021). Este autor hace el paralelismo entre los datos minados de las comunidades y el resto de información que se les ha extraído a lo largo de la historia, violentamente, sin que les digan para qué, porqué o con qué fin.
Propuestas desde la reflexión y la resistencia
Junto a las discusiones sobre digitalización en la agricultura que ocurren en el ámbito internacional, un importante grupo de activistas digitales de América Latina (Internet Ciudadana) celebró recientemente la ronda de discusiones Utopías y distopías. Los pueblos de América Latina y el Caribe frente a la era digital.[14] Entre sus propuestas y demandas, las organizaciones, encabezadas por la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC-Vía Campesina), enfatizaron que el aislamiento del campo de los servicios básicos, incluyendo conectividad, no debe servir al avasallamiento empresarial. Que es imprescindible mantener el uso de los medios populares campesinos no digitalizados para la comunicación, que debe asumirse activamente la disputa tecnológica, calificar la tecnología y determinar hasta qué punto es posible manejarla, controlarla o utilizarla más allá de exigir internet para todos. Que no puede haber avance de la digitalización sin analizar los catastróficos impactos ambientales del extractivismo que conlleva. Que la digitalización que llegue al campo debe ser bajo un parámetro público o comunitario y que cualquier dispositivo o proceso digital deben servir a una producción agroecológica, donde la innovación sea definida por los pueblos así como lograron definir la soberanía alimentaria.
GRAIN, en su informe sobre los procesos de digitalización agrícola en América del Sur, recopila demandas de las comunidades afectadas de Brasil, Colombia, Paraguay, Bolivia y Argentina. Entre otras, exigen que la digitalización de la tierra no genere derechos de propiedad; que antes de catastros y títulos, deben construirse sistemas vinculantes de verificación y monitoreo constante del cumplimiento de la función social y ambiental de la tierra; que los catastros digitales no pueden ser requisitos para el acceso a las políticas públicas y de crédito rural, bajo pena de excluir de la tierra a las personas que no tienen acceso, no pueden pagar por la geo-referenciación o no pueden registrarse como territorio colectivo.
Tanto el Mecanismo de la Sociedad Civil como las organizaciones latinoamericanas coinciden en la urgencia de enlazar esfuerzos a todo lo largo de la cadena alimentaria y los activistas de software libre, comenzando por comunidades campesinas, trabajadores estacionales y agricultores medianos, para llegar a trabajadores del procesamiento de cultivos, aves, cerdos y reses y repartidores a domicilio. La coordinación de resistencias es lo que puede vencer las tiranías digitales sobre la economía y la cultura. La dictadura tecno-corporativa y financiera, dice Internet Ciudadana, no es inevitable ni el único modelo posible.
Byron en la milpa de su abuelo. Fuente: Paula Cruz (2019).
El Mecanismo de la Sociedad Civil y Pueblos Indígenas enfatiza que no es suficiente con implicar mejor a los agricultores en el proceso de digitalización, como están ofreciendo los magnates de la Cuarta Revolución Industrial. “Mantener la idea de que puede haber una digitalización buena y otra mala es un error. El hecho de que todos utilicemos Internet no es una razón para aceptarlo, es más bien una prueba de la obligación de utilizarlo para sobrevivir económica y socialmente. Como pueblos indígenas, mujeres, campesinos y agricultores familiares, trabajadores de los sistemas alimentarios, pescadores artesanales, pastoralistas y consumidores tenemos que defender con fuerza nuestra capacidad de percibir el mundo con una sensibilidad que no tiene nada en común con los datos”.[15]
En Mactumactzá, los aspirantes a normalistas rurales que exigen presentar sus exámenes de admisión en persona encarnan todos los argumentos descritos contra la digitalización en la agricultura, que impone un desprecio de nueva generación sobre las comunidades campesinas que aún hoy, son las que alimentan al mundo (Grupo ETC, 2017).
Bibliografía
- GRAIN (2020) Cercas digitales: cercamiento financiero de las tierras agrícolas en América del Sur. Disponible en: https://tinyurl.com/4ssuc3mr. Recuperado en mayo de 2021.
- Grupo ETC (2017) “¿Quién nos alimentará?”. Disponible en: https://www.etcgroup.org/es/quien_alimentara. Recuperado en mayo de 2021.
- _______ (2018a) “Pasándose de listos con la naturaleza”. Disponible en: https://www.etcgroup.org/es/content/nuevo-informe-pasandose-de-listos-con-la-naturaleza. Recuperado en mayo de 2021.
- Grupo ETC (2018b) “La alimentación mundial entre inversiones oscuras y datos masivos”. Disponible en: https://tinyurl.com/3bte4tbh. Recuperado en mayo de 2021.
- _______ (2020) “La insostenible agricultura 4.0. Digitalización y poder corporativo en la cadena alimentaria”. Disponible en: https://www.etcgroup.org/es/content/la-insostenible-agricultura-40. Recuperado en mayo de 2021.
- _______ (2021) “The Biodigital Power Grab: Data As Industrial Input And Resource For The Next Agribusiness Assault”, en prensa.
- Grupo ETC y otros (2018) “Secuencias genéticas digitales: tema clave para el Convenio sobre Diversidad Biológica”. Disponible en: https://www.synbiogovernance.org/es/category/informacion-digital-geneticos/. Recuperado en mayo de 2021.
- Hernández Navarro, Luis (2021) “Mactumactzá: el renacer del cerro de las once estrellas”, en: La Jornada. Disponible en: https://www.jornada.com.mx/2021/05/25/opinion/015a1pol. Recuperado en mayo de 2021.
- Lewis, Jason Edward (2021) “From impoverished intelligence to abundant intelligences”. Disponible en: https://jasonedwardlewis.medium.com/from-impoverished-intelligence-to-abundant-intelligences-90559f718e7f. Recuperado en mayo de 2021.
- San Martín, Daniela (2020) “Manifiesto de Davos 2020. La cuarta Revolución Industrial y la sostenibilidad”. Disponible en: https://tinyurl.com/ckp5xn7x. Recuperado en mayo de 2021.
- SIAP (2013) “Los municipios que generan más valor agrícola”. Disponible en: http://www.campomexicano.gob.mx/boletinsiap/014-e-ampliado.html. Recuperado en mayo de 2021.
[1] Integrante del Grupo ETC. Dirección electrónica: https://www.etcgroup.org/es/users/veronica-villa
[2] El Colectivo por la Autonomía es una organización que acompaña luchas campesinas y cooperativistas en el Sur de Jalisco.
[3] La nube, popularizada en inglés como Cloud, es donde se almacena la información digital en el mundo del Big Data. Lejos de ser invisible, esta información se encuentra en instalaciones donde se colocan los servidores, que son por lo general extraordinariamente grandes. Usualmente se ubican cerca de fuentes de energía económicas como represas hidroeléctricas, parques eólicos o minas de carbón, y preferiblemente en climas frescos o fríos como Canadá o Islandia (Grupo ETC, 2020).
[4] Véase nota en El Clarín, 1 de junio de 2021: https://www.clarin.com/brandstudio/agricultura-5-0-inteligencia-artificial-campo_0_QmFMlUu23.html.
[5] El ADN digital se hace con sintetizadoras de ADN cargadas de los compuestos químicos fundamentales para crear las letras del código genético. Las sintetizadoras, alimentadas con una versión digital de los códigos genéticos, reproducen tramos genéticos de cultivos, virus o bacterias.
[6] Aquí una de las tantas reseñas del Premio Nobel de química del año pasado: https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/premio-nobel-quimica-2020-para-inventoras-tijeras-geneticas_15961
[7] Para información sobre las 50 principales empresas de blockchain en 2020, consultar: www.cbinsights.com
[8] Internet of Food and Farm 2020, en: https://www.iof2020.eu/.
[9] Para una descripción extensa pero sumamente ilustrativa del proceso, leer el cuento ¿para niños? “Jack y el gigante de la nube”, en https://www.etcgroup.org/es/content/jack-y-el-gigante-de-la-nube.
[10] Página electrónica del Mecanismo de la Sociedad Civil y Pueblos Indígenas: http://www.csm4cfs.org/es/.
[11] La Cuarta Revolución Industrial es un concepto del Foro Económico Mundial (Davos).
[12] Véase el Informe sobre la economía digital 2019. Creación y captura de valor: Repercusión para los países en desarrollo, de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. Disponible en: https://tinyurl.com/rm3vv38w.
[13] Véase del Mecanismo de la Sociedad Civil y Pueblos Indígenas, “Contribución a la consulta del GANESAN sobre datos”. Disponible en: http://www.csm4cfs.org/es/csm-contribution-hlpe-e-consultation-data/.
[14] Un resumen de lo que se propusieron las jornadas de discusión puede consultarse en: https://www.alainet.org/es/articulo/206770.
[15] Mecanismo de la Sociedad Civil y Pueblos Indígenas.