“No estás derrotado, hasta que aceptas la derrota”
(Anonymus)
En una reflexión anterior, poco antes del día de las elecciones tomé como pre-texto el discurso y los gestos significativos de Javier Sicilia en el castillo de Chapultepec, cuando interpeló a los cuatro candidatos presidenciales. Hoy tomo como pretexto el artículo “¿Y ahora qué?” de Marta Lamas, publicado en Proceso (8 de julio), para mostrar cómo un buen número de intelectuales está alineándose con el poder y vienen argumentando posiciones que aparentemente esgrimen para posicionarse en la nueva distribución que avizoran (y desean). Tomo ambos pre-textos no por un encono hacia los dos mencionados, sino precisamente por lo significativo de sus papeles en la configuración de opiniones, y también porque han expresado de mejor manera esa zona de limbo y ambigüedad que estimula y exige, paradójicamente, definiciones claras: Sicilia a no optar por ninguno de los candidatos (voto nulo), y hoy Lamas, a aceptar ya la ilegalidad del supuesto triunfo de Peña Nieto (“negociar”).
Lo propuesto por la autora del artículo me recuerda una sensación muy intensa que experimenté hace un par de años, cuando una joven y bella muchacha, en un receso de una charla sobre el incremento de la violencia, me dijo muy seria y segura: “Si a mí me están violando, ¿para qué me opongo?, si sé que no lo detendré: mejor lo disfruto”. Este breve y estremecedor diálogo se efectuó en Chetumal, en octubre de 2010; y, dicho sea de paso, algunos taxistas con los que conversaba en esas fechas se referían ya a Peña Nieto como “el Presidente”. Estoy seguro de que Marta Lamas no estaría de acuerdo con que el supuesto violador al que refería la muchacha quedara impune y más bien exigiría una sanción ejemplar. Un paréntesis: el carácter estremecedor de la postura de la joven frente a la violencia viene precisamente también de la ambivalencia que crea al proponer difuminar la frontera que separa entre la humillación y el placer; sin embargo, no podemos dejar de pensar que el momento del enunciado ocurre a una gran distancia del posible escenario, y, digamos, desde un punto de vista racional, no necesariamente debe empatar con la ira e indignación que irrumpiría en una situación real.
La metáfora del avión averiado en pleno vuelo (que invoca la imagen de inevitabilidad y pánico) utilizada por Lamas –citando a Gregorio Marañón y Juan José Toharia[1]– no es pertinente porque no hace buena analogía con la situación del país, porque la sensación que tenemos los que lo habitamos no es que estamos en pleno vuelo y necesitamos (de emergencia) aterrizar en buen aeropuerto, sino más bien que estamos en el fondo (ya tenemos los 60 mil muertos y casi 50 millones de pobres: muchos de éstos damnificados por las políticas neoliberales de las tres últimas décadas impulsadas por el PRI y el PAN, y que ven en las tarjetas de Soriana y Monex la “mano” que los salva-rá), con las alas rotas[2] y queremos salir del atolladero en que nos han metido los gobernantes tanto del PRI como del PAN, con la complicidad de los Chuchos (y aliados) del PRD y, de manera central por la influencia de los poderes fácticos, entre los que destaca Televisa. Para salir, precisamente necesitamos lo contrario de aceptar un punto de vista, sino más bien debatir, argumentar, contrastar, para de ello sacar las mejores conclusiones y medidas. En política, es tan bueno diferir como confluir, pero más aún es no apartarse de los principios, de la ética y aplicar las buenas leyes y no violarlas, ni permitir que las violen, con el pretexto de la emergencia (ahí están los “daños colaterales” y los “excesos” de la lucha anti-narco para ejemplo). Si leemos la Constitución y las Leyes, veremos que su aplicación sería una verdadera revolución.
Esta reflexión no parte de la exclusión del diálogo y la negociación como alternativa, sino más bien de reconocer su gran valía para salir de la emergencia nacional, sin embargo, lo más importante es saber con quiénes dialogar, y no olvidar que estamos en el país donde la intolerancia de los poderosos, que en versión del ex secretario de trabajo, Javier Lozano se expresó en el: “Copelas o cuello”, y que COPARMEX y el IFE (y por supuesto con la complicidad de Televisa y Azteca) se tradujo hacia López Obrador como: “Firmas, o te linchamos” y que dirigido al pueblo mayoritario y despojado se traduce hoy en: “flojita, y cooperando” que bien se sintetiza en el artículo de Lamas y de muchos intelectuales que (se) vienen argumentando a favor de los “hechos consumados” que a todas luces va no sólo contra la democracia, sino contra la legalidad y la Constitución. Estos se adelantan, como Lamas, y nuevamente, como los poderosos en la campaña electoral, construyendo el “tiempo concluso”, señalando que el proceso electoral ya concluyó (Lamas dice: “el paso siguiente a una contienda electoral… es negociar”, haciéndose eco del madruguete ilegal del IFE, Vasquez Mota y Calderón, que denuncia AMLO y también Juan Villoro[3] –en el mismo número de Proceso–, entre muchos otros). Claro, “democracia” de un día, como el promovido por Televisa y Coparmex, cada uno a su manera, pero con el mismo objetivo de descalificar la lucha por la legitimidad y la legalidad, y la dignidad, inclusive de aquellos a quienes asaltaron su voto.
Si asumimos como buena la metáfora del avión, prefiero introducir la figura del secuestrador que intenta llevarlo fuera de su buena ruta y que la tripulación y los pasajeros intentan recuperar la conducción para llevarlo precisamente a donde tiene que ir: la nación, la Patria, la justicia. ¿Es que el “piloto” Calderón defiende los intereses de la Nación y la Democracia al “alzar la mano” del supuesto ganador cuando el proceso de conteo aún no culminaba y existen numerosas denuncias de fraude? En la figura de Lamas, ¿es un buen puerto el lodazal e inmundicia en que han convertido aquello que dicen defender los del PRI? Si hoy nos tapamos la nariz, ¡pronto no podremos respirar!
Concuerdo con la autora de “¿Y ahora qué?” en que deben llegarse a consensos para el bien de la Nación; pero ¿es que ella no recuerda que para evitar la privatización de PEMEX, impulsada por el PRIAN, fue necesaria la toma de las tribunas del Congreso y las movilizaciones de cientos de miles de mexicanos, a iniciativa de AMLO, para obligar a los poderes –del Estado y fácticos– a retroceder? Es posible que estemos en el mismo avión, pero la “hoja de ruta” y el destino parece que no nos son comunes con quienes, por ejemplo, han decidido seguir comprando la mitad de los derivados del petróleo a los Estados Unidos en vez de construir refinerías aquí. Tampoco compartimos los mismos intereses con quienes quieren aprobar la reforma laboral, que hará más fácil y barato despedir a los trabajadores, para “flexibilizar el empleo”, “atraer el capital transnacional” y generar “400 mil puestos de trabajo”, precisamente ruleteando los puestos de aquellos a quienes despedirán.
Por otro lado, la autora del artículo ensaya una explicación psicologista a la resistencia a “negociar”, porque, según ella, la “resistencia a ser prudente o moderado tiene que ver con esta valoración (debilidad) que se desprende del machismo”. Claro, la “moderación” que solicita es a quien no quiere dar por terminado el fraudulento proceso electoral y luchan, por las vías legales, porque se recupere el imperio de la ley. ¿Acaso la terquedad (supestamente machista) proviene sólo de quienes cuestionan la legalidad y legitimidad de dicho proceso? Los “ganadores” ni siquiera tienen el dilema de mostrarse o no “tercos” –sino como comprensivos “defensores de las instituciones”–, y bajo esta lógica, cualquier concesión, como “tender la mano”, ya los “redime”; como dice Peña: “en esta elección, México ganó”. ¿Si? ¿El violador, no es machista? No, pues, para el razonamiento de Lamas, López Obrador, “bajo el mandato simbólico de la masculinidad”, “desprecia características como la moderación y la prudencia, que son vividas como ‘femeninas’”. Lo que objetivamente puede verse, hoy, es que AMLO está jugando más bien como una figura simbólica de contención, es decir de la prudencia: sin su opción por dirimir este proceso dentro de la ley, el desborde de las masas ya se hubiera dado con consecuencias impredecibles, pero esto tiene sus límites, y su desarrollo no necesariamente puede depender sólo de lo que haga o no haga López Obrador, porque si se lee con sensibilidad, hay mucha indignación y rabia en el ambiente. Muchos actores sociales, y no sólo l@s jóvenes de “Yo soy 132”, vienen gritando (quizá no los han escuchado, ojo: no sólo oído): “Si hay imposición, habrá revolución”, y la Constitución determina ciertos límites a su violación, y, al parecer estamos dentro de dichos límites…
En este sentido, una mención aparte merece lo que decenas de miles vienen diciendo: la resistencia ya “No es (sólo) por López Obrador, es por la democracia” (pancarta), y se viene perfilando un escenario de crisis semejante –o superior– al que vivimos en el intento de desafuero, cuando Fox, enfilando contra él todo el aparato del Estado intentó meter a la cárcel a AMLO –por querer construir una calle que diera acceso a un hospital– y movilizó a más de un millón de personas en la “Marcha del silencio” y obligó al poder a retroceder. Recordemos, por si hace falta hacerlo, que hoy no está en juego, como aquella vez, una probable futura candidatura: hoy se intuye-sabe que nuevamente le robaron la presidencia, pero también tengamos presente que nuevas fuerzas se organizan, entre ellas las de los jóvenes estudiantes, y la indignación es mayor, y crece…, salvo para algunos intelectuales que ya quisieran que el tiempo-concluya y ya han empezado a moverse y “cooperar”. La Jornada, al reseñar la marcha del sábado 7, dice muy expresiva y sintomáticamente: “Sin líderes, sin templetes, sin oradores, sin discursos, la megamarcha de ayer fue contundente en su objetivo: gritar a los cuatro vientos el rechazo a ‘la imposición’ de Enrique Peña Nieto” (08-07-12). Dicha manifestación (de “decenas de miles”) inclusive estuvo antecedida por la confusión de quien convocaba: Anonymus, después, se encargó de aclarar: “La marcha es de los que asisten”.
“Ponerse de acuerdo” es precondición, dice Lamas, para que la nación avance, pero, ¿acaso no hemos escuchado esto reiteradas veces luego de que nos han “tranzado”? Y lo seguiremos escuchando si en algún momento de la historia no lo paramos con la fuerza de la ley, y se sigue solapando (“por esta última vez”) el fraude y la ilegalidad. “Pese a las inconformidades y sospechas”, dice Lamas, “busquen consensos, hagan negociaciones y pacten”. Qué tal si empezamos por pactar limpiar las elecciones, que se retorne a la legalidad y que las instituciones hagan lo que les corresponde como tales y no encubran el descarado secuestro de la voluntad popular, vía la manipulación mediática, el uso del dinero público a favor de una facción y la compra de votos. Es vergonzoso escuchar a las señoras que esperaban un mejor pago por su voto (decían que les ofrecieron setecientos, y sólo les dieron cien pesos) quienes a gritos reclaman y dicen: “lo hice por necesidad”[4]. La vergüenza no es de ellas, lo es del Estado mexicano que las orilla a dicha condición de pobreza y de los que aprovechando esa situación les compran el voto; pero la vergüenza también lo es de los empresarios del “capitalismo de cuates” y la corrupción e impunidad oficiales y privados.
“… o nos salvamos juntos o no se salva nadie”, dice Lamas, y acude a una figura autoritaria que invoca la imagen del miedo, de lo irrecusable, de lo inevitable. Así es que nos salvaremos juntos, con el “gober precioso”, con Televisa, con los que entregan los bienes de la nación al capital transnacional, con los defraudadores electorales, con los que socavan la institucionalidad… Con el “pacto”, en realidad los salvaremos a ellos, pero como el alacrán al sapo que lo ayudaba a cruzar el río, nos seguirán picando en el camino. Habría que recordar que hasta ahora, entre otras cosas porque el fraude electoral (1988, 2006) lo posibilita, hay quienes no sólo se vienen “salvando”, sino enriqueciendo desproporcionadamente, sino véase nomás cuantos “Forbes” mexicanos ya tenemos.
Estas reflexiones también son más bien pensamientos “en voz alta”, tienen la limitación de lo personal y privado, pero también las comparto, porque a medida que platico con algunas personas, les veo cierta utilidad. Buena suerte.
[1] Marta Lamas los cita, luego de decir que si el avión sufre una importante avería: “qué puede sentir el pasaje (sic) si ve al piloto y al copiloto enzarzarse ante ellos en descalificaciones mutuas, responsabilizando cada uno al otro de la inminente catástrofe, en vez de buscar, juntos, formas de evitarla” (v).
[2] Habría que pensar, por ejemplo, cómo nos van saliendo alas, como las que nos provee la energía juvenil de los indignados muchach@s del movimiento Yo soy 132, con quienes sí habría que pactar.
[3] Villoro señala que el árbitro (IFE) “se robó cinco minutos al partido” al anunciar (“madruguete electoral”) como definitivo el “triunfo” de Peña Nieto, y al adelantar el Consejero Presidente, en media hora su discurso en cadena nacional.
[4] Algunas lo hicieron hasta por “tomarse el día” y variar de actividad, como una señora, que protestaba por el incumplimiento del pago: “Yo hasta cerré mi negocito, y me vine a apoyar al PRI”.