No. 42, Marzo-Abril

Mariátegui y Torres Bodet: Hitos de un desencuentro intelectual

Los derroteros de la antropología e historia intelectual son varios, son más accidentados que complejos, algunas veces convergentes y fecundos. La experiencia acumulada viene solventando encuentros y debates fecundos. Nuestra trayectoria en este horizonte sigue decantándose, persiste en su búsqueda. Es necesario precisar los hitos que involucran a los intelectuales y sus medios de expresión colectivos (revistas, boletines y páginas culturales de diarios), así como sus contiendas y movimientos en esos corredores intelectuales que compartían y que borraban las fronteras nacionales.

Las identidades de los colectivos intelectuales tendieron a irse configurando a través de sus revistas, abriendo juego a su heterogeneidad ideológica, intelectual y artística. El nosotros,  como forma de enunciación, posicionamiento y confrontación, dejó huellas sustantivas en las páginas de las publicaciones culturales, en los epistolarios, en las memorias y en las fotografías. A partir de 1919, podríamos en nuestro continente de la emergencia de un campo de interacción intelectual mediado principalmente por las revistas culturales, en el sentido que le atribuía Pierre Bourdieu, con relativa autonomía frente a sus públicos, pero que al mismo tiempo definía un sistema transnacional «de líneas de fuerza». [1]Los intelectuales y sus revistas se involucraron en la trama de contradicciones y el proceso de polarización que les tocó vivir coyunturalmente, en el seno de ese espacio social de interacción. La crítica se convirtió en el principal vehículo intelectual de confrontación. Las corrientes vanguardistas no aceptaban los viejos cánones intelectuales, apostando a modelar otros capitales culturales, nuevas jerarquías y nuevas legitimidades. 

 

Contradicciones intelectuales en desarrollo

La intelectualidad vanguardista se movía en por lo menos cuatro direcciones: la confrontación con la generación precedente a la cual no la querían como modelo ni como espejo; la presentación pública de sus obras afirmando su voluntad de crear, innovar, ensayar y buscar; las relaciones de afinidad y confrontación entre figuras y revistas, la lucha ambivalente entre la autonomía y la conformación de un polo hegemónico asentado en alguna ciudad capital.

A finales de 1926, Alberto Hidalgo, Vicente Huidobro y Jorge Luis Borges, publicaron una obra oportuna y polémica acerca de los nuevos poetas del continente. La selección lastimó el ego de los que fueron ignorados. La muestra mexicana incluyó a Juan José Tablada, Germán List Arzubide y Manuel Maples Arce –estridentistas– y a dos integrantes del grupo que llamaremos Ulises-Contemporáneos, dada la línea de continuidad existente entre estas revistas dirigidas respectivamente por: Salvador Novo y Carlos Pellicer, y el guatemalteco Luis Cardosa y Aragón. El prólogo contenía juicios equívocos:   

«Nada podrá para evitarlo la política de lloriqueo y adulación que México desarrolla en el sur para que lo defendamos contra el norte. ¡Basta ya de farsas! No es posible enmendarle la plana a la naturaleza. Nuestro continente, en cumplimiento de quién  sabe qué secreto designio, está formado del modo, que toda una parte debe ser sajona; toda la otra latina [léase América del Sur]» (Hidalgo, et. al., 1926: 6).

Un ríspido episodio epistolar entre Mariátegui y Jaime Torres Bodet se libró con motivo de la publicación en Amauta del prólogo de Hidalgo.[2] El mexicano replicó como inaceptables para su país las frases de Hidalgo y como censurable la actitud permisiva de Amauta.[3] En carta abierta, Mariátegui defendió a Amauta y  su programa revolucionario y minimizó el exceso poético de Hidalgo y demandó a Torres Bodet una rectificación. En su réplica, el mexicano reafirmó sus asertos sobre Hidalgo y Amauta. En realidad, el debate expuso tres asuntos: las licencias literarias vanguardistas condensadas en el prólogo de Hidalgo; la política editorial de las revistas culturales; y la cuestión mexicana. La controversia de Mariátegui con Torres Bodet coincidió con la fase de expresión y definición ideológica de Amauta, la cual culminó en septiembre de 1928, al declararse socialista.

La política cultural de los intelectuales estaba a debate. Torres Bodet, al igual que la mayoría de los de su grupo en México se declaraba apolítico, en oposición a la intelectualidad estridentista y socialistas de su país, que defendía sus compromisos revolucionarios, si bien eso no les impedía recibir los generosos apoyos financieros de la élite gubernamental callista.[4] Por lo anterior, no podía simpatizar con la orientación de Amauta, ya que auspiciaba ese tipo de vanguardismo que le era ajeno.   

Al enterarse de la respuesta de Torres Bodet, Mariátegui le comunicó –por vía epistolar– su molestia al intelectual hondureño Rafael Heliodoro Valle,[5] director de Revista de Revistas, solicitándole la publicación de una carta abierta dirigida al intelectual mexicano, en la que, de nuevo, demandaba una rectificación. En su respuesta, Valle prometió la próxima publicación de su carta replicante.[6]

La reacción de Torres Bodet fue excesiva y equívoca. Hizo extensiva su crítica a la intelectualidad sudamericana, homologando los prejuicios antimexicanos de Leopoldo Lugones a los ataques de José Santos Chocano contra José Vasconcelos, así como a los de Alberto Hidalgo convirtiéndolos en expresiones del « Iberoamericanismo utilitario », «que es el único de que disponen para nosotros los escritores del Sur y va más allá del límite que se marcó a sí misma la doctrina Monroe».[7] El iberoamericanismo genuino –asumido retóricamente por Torres Bodet en nombre de los mexicanos– era: «Representar a estos pueblos tan orgullosamente seguros y, sin embargo, tan débiles, es nuestra misión espiritual y también nuestro compromiso geográfico indeclinable».[8]

Torres Bodet exageró el desencuentro entre los intelectuales mexicanos y los sudamericanos. En las páginas de las revistas culturales y políticas de ambas latitudes, en así como en los correspondientes epistolarios, sobresalen las señas de hermandad y reciprocidad. Amauta no fue la excepción. La largamente documentada solidaridad de la intelectualidad sudamericana de vanguardia con México entre 1911 y 1927,[9] no puede ser enlodada por las frases hirientes de Lugones, Chocano e Hidalgo, como señaló Mariátegui en su carta replicante. Su defensa frente a los ataques de Torres Bodet optó por centrarse exclusivamente en Amauta:

Diga lo que piense de Amauta, bueno o malo –no le guardaremos por esto ningún rencor– pero no coloque en nuestro programa político, abierta y seriamente revolucionario, las arbitrarias y personales frases del bizarro poeta de Simplismo.[10]

 

Desenlace: entre la represión del oponente y la ventaja

 La contienda epistolar se reprodujo en las páginas de Repertorio Americano, a casi dos meses de la censura de que fue objeto Amauta y de la detención policial de su director junto a varios intelectuales y dirigentes sindicales obreros bajo el cargo de participar en un imaginario «complot comunista». La carta de Mariátegui fue publicada en la edición del 6 de agosto de 1927 y la respuesta de Torres Bodet un mes más tarde, en la que solicitaba a su director «por una razón de estricta equidad, la hará usted aparecer en el mismo sitio de Repertorio en que halló acomodo a la que dio origen».[11]

El escritor mexicano –como lo hizo constar en su carta– era conocedor de que Mariátegui, bajo las condiciones políticas ya anotadas, no estaba en condiciones de responderle ni una línea más, por lo que pretendió con ventaja dar por cerrado lo que llamó irónicamente un «incidente». Se sentía ganador y se mostró condescendiente frente a su adversario silente por fuerza mayor. Aprovechó la circunstancia para aludir él y a los intelectuales peruanos que llegaron en condición de exiliados a suelo mexicano: «Ante la nobleza y el sacrificio de estos espíritus sinceros ¡cómo palidecen las diferencias que tiñe la oportunidad! Y no queda, en el corazón y en la inteligencia, sino el despertar de un alto afecto humano».[12] Lo que no menciona es que este grupo al que pertenecía Torres Bodet, le cerró las páginas a los intelectuales peruanos que vivían su exilio en la ciudad de México. Olvida igualmente, los ataques dirigidos contra los poetas peruanos Magda Portal y Serafín del Mar, por defender un arte y una literatura comprometida y revolucionaria.

Torres Bodet frente a Mariátegui, reclamó con ego alzado, ser un adalid del  correcto iberoamericanismo alternativo, frente al extraviado hispanoamericanismo «utilitario», en el que incluía a la revista Amauta. Al respecto, afirmó: «…no quisiera que nadie me ganara el lugar de voluntario vehemente que ocupo».[13] La caja china develó otros compromisos de Torres Bodet y por ende otro antagonismo intelectual en desarrollo. Su celebrado iberoamericanismo, se enlazaba con el debate que propició la Gaceta Literaria de Madrid al proclamar a la capital española: meridiano de la cultura hispanoamericana. Al frente, le salió la revista Martín Fierro. Por su lado,  Mariátegui y la revista Amauta se solidarizaron con la revista argentina. No podía la intelectualidad acomodaticia e hispanista convertir a Madrid, bajo la dictadura de Primo de Rivera en meridiano cultural. Bajo dicha dictadura, varios intelectuales fueron expulsados de las universidades o remitidos a la cárcel o el exilio como le sucedió a don Miguel de Unamuno. La réplica española no tardó en llegar desde varios flancos y autores, reivindicando en primer la lengua castellana, y descalificando la escritura criollo americana. Desde otro ángulo, los intelectuales congregados en torno a la Gaceta Literaria trataron de minimizar la cuestión semántica del término meridiano, al mismo tiempo que negaban la existencia de una cultura sudamericana. No faltó el despliegue de estigmas racistas: « ¡Cómo se va a entender Madrid con quienes aspiran a forjarse una cultura a base de candongueos y frases de mulato!» (E. Giménez Caballero, director de la revista);  «… si no se deciden por un súbito y genial esperanto, claro es que habrán de acudir al Rastro, es decir, forjarse una lengua con materiales de derribo. Todos los diccionarios del mundo les cederán gentilmente un buen lote de género podrido» (Benjamín Jarnés). [14]

El peruano, director de la revista Amauta, pensando en términos continentales, sostuvo que existían dos polos culturales en el continente afincados uno en la ciudad de Buenos Aires y  otro, en la Ciudad de México. Afirmó también que si había que elegir por uno, optaba por la segunda. Fue congruente con dicha apuesta, tenía que ver con la elección de vida intelectual. La represión y censura de que fue objeto Mariátegui lo orilló a partir de junio de 1927, a solicitarle ayuda a Samuel Glusberg, director de la revista argentina Babel, para radicarse en Buenos Aires, deseo que nunca pudo materializarse. Por su lado, Torres Bodet, al igual que el ala no nacionalista de la intelectualidad vanguardista mexicana congregados en torno a la revista Ulises dirigida por Salvador Novo, abonaba en otra dirección a favor de un México cosmopolita capaz de disputar la hegemonía en dicho campo cultural en formación, cuestionando a Martín Fierro, por no tener la mínima enunciación de un nosotros hispanoamericano, es decir, por quedar anclada en su horizonte nacional. La convergencia ideológica entre los colaboradores de Ulises y los de la Gaceta Literaria era visible en ese tiempo. Fue así que los intelectuales mexicanos de Ulises tomaron partido a favor de la revista española, y por ende, contra la revista Martín Fierro y de carambola, contra Amauta.  Sus integrantes preparaban ingenuamente su presentación en Madrid, como si se tratase de la puerta de ingreso al escenario cultural europeo, [15] sin preocuparles la dictadura reinante en España. Esta misma orientación filohispanista se mantuvo a través de las páginas de la revista Los Contemporáneos a partir de 1928.[16] Sin embargo, este grupo intelectual mexicano poco podía ofrecerles a sus pares latinoamericanos. No tardó en cambiar de rumbo, preludiando el ciclo conservador al que se enlazó al ritmo de la crisis de 1929 y el giro autoritario del Callismo.  

 

Notas

[1] Bourdieu, Pierre, Campo de poder, campo intelectual, Buenos Aires: Quadrata Editorial, 2003, pp. 11 y ss.

[2] Hidalgo, Alberto, et. al. «Índice de la nueva poesía hispano-americana». Amauta, núm. 4 (sección Libros y revistas). Lima, diciembre de 1926.

[3] De Mariátegui, José Carlos a Jaime Torres Bodet. Lima, 27 de abril de 1927; De Torres Bodet, Jaime a José Carlos Mariátegui. México, D. F., 21 de mayo de 1927. Ambas reproducidas en: Correspondencia, 1915-1930, vol. 1. Lima: Empresa Editora Amauta, 1984. (Compilación y presentación de Antonio Melis), pp. 270-271; 284-285.

[4] Jaime Torres Bodet (1902-1974) y Enrique González Rojo (1899-1939), colaboraban con Bernardo J. Gastélum, Secretario de Salubridad, mientras que Salvador Novo (1904-1974) trabajaba con José Manuel Puig Causaranc, titular del ramo de Educación. Véase: Blázquez Espinoza, José Carlos. Entrevista a Miguel Capistrán incluida como anexo I de Jorge Cuesta. Inteligencia en llamas. (Una aproximación desde la Historia Cultural). Tesis de licenciatura en Historia, BUAP, mayo de 2002, p. 152.

[5] Rafael Heliodoro Valle a Mariátegui, México, D.F., 24 de mayo de 1927, reproducida en: Correspondencia tomo I, p. 286.

[6] Ibíd.

[7] Torres Bodet, Jaime, «Iberoamericanismo utilitario», Revista de Revistas (México), núm. 880, 1927.

[8] Ibíd.

[9] Yankelevich, Pablo. Miradas australes: propaganda, cabildeo y proyección de la Revolución Mexicana en el Río de la Plata, 1910-1930. México: INEHRM, 1997.

[10] Mariátegui, José Carlos, «Entendámonos», Repertorio Americano (San José C.R.), Tomo XV, núm. 5. San José, Costa Rica, 6 de agosto de 1927, p. 79.

[11] Torres Bodet a Joaquín García Monge, México, 2 de septiembre de 1927, Repertorio Americano, septiembre de 1927.

[12] Ibíd.

[13] Ibídem.

[14] «Un debate apasionado. Campeonato para un meridiano intelectual», La Gaceta Literaria (Madrid), 1º de septiembre de 1927 Año I, número 17, pp. 3 y 6.

[15] Navarro García, Jesús Raúl,  Literatura y pensamiento en América Latina,  Sevilla: CSIC, 1999, p. 150.

[16] Reverte Bernal, Concepción, «Los contemporáneos: vanguardia poética mexicana»,  Rilce, Universidad de Navarra, II, 1986, p. 262.