Número 70

21 Foto de Adri Ferrer generada con IA https://stock.adobe.com/. control del trabajo/herencia a través de la unidad doméstica”, y se sustituye en la etapa posterior “por una correlación del tipo agricultura de arado/trabajo de hombres/poder masculino manifiesto/control de la tierra/interés en la propiedad de la tierra y la herencia/herencia a través de unidades externas a las domésticas” (Tringham, 1999: 128). No obstante, y como principio teórico, aquí se considera que en la división del trabajo se debe resaltar que efectivamente hay una diferenciación, más no una jerarquización en la valoración de las tareas que cada género efectúa, como lo ha supuesto la arqueología tradicional (Díaz-Andreu, 2005: 25) en donde se supone que los hombres efectúan tareas esenciales en tanto que las mujeres realizan sólo tareas auxiliares, léase de mantenimiento. En este sentido, como lo ha expresado Tringham (1999: 133), el estudio de la arquitectura residencial y de la organización y producción de las unidades domésticas, es por incuestionables razones, un requisito ineludible en el estudio de arqueología de género. De esta forma, la arqueología de género hace una revisión de las actividades cotidianamente asignadas y atribuidas apriorísticamente al género masculino, ya que no han pasado por el tamiz analítico y reduce a las mujeres al discurso clásico de las labores de estabilidad familiar y de mantenimiento, en donde se confinan a los saberes “domésticos”, y en un plano secundario, dentro de las tareas de supervivencia para ser relegadas y caer en el olvido, o simplemente ser referidas como reproductoras sociales. En un intento de reafirmar lo dicho anteriormente, López Hernández sostiene que

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